El sufrimiento bajo las autoridades del mundo (1 Pedro 2:13 - 4:19)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

¿Qué significa para los cristianos ejercer nuestro llamado como extranjeros residentes y sacerdotes en el ambiente laboral? Pedro aborda este tema directamente en las instrucciones que les da a sus lectores como extranjeros y esclavos. Como extranjeros, debemos honrar y someternos al gobierno civil del país en el que vivimos (1P 2:13–14), incluso aunque nuestra ciudadanía en el reino de Dios nos dé el derecho de vivir como “libres” (1P 2:16). Como esclavos —que aparentemente constituían una gran parte de los lectores de Pedro, ya que no se dirige a ninguna otra clase de trabajadores— debemos someternos a nuestras autoridades, sea que nos traten justa o injustamente (1P 2:18–19). De hecho, lo que es de esperarse es el trato injusto (1P 4:12), el cual nos da la oportunidad de seguir los pasos de Cristo al sufrir sin tomar represalias (1P 2:21). Note que Pedro está hablando de sufrir injustamente, no de sufrir las consecuencias de nuestra propia incompetencia, arrogancia o ignorancia. Claramente, debemos sufrir en obediencia cuando recibimos un castigo justo.

En términos prácticos, usted no es libre de desobedecer a las autoridades aunque sea para conseguir lo que cree que es suyo por derecho. Seguramente se encontrará en situaciones en las que no recibe lo que merece —un ascenso, un aumento, una oficina con ventanas, un plan de seguro médico decente. Puede que incluso descubra que su empleador lo está engañando, que lo obliga a trabajar más tiempo de lo que es justo o lo castiga por los errores de su jefe. Podría parecer ético engañar a su empleador solo lo suficiente como para compensar la injusticia en su contra —ausentarse por enfermedad cuando en realidad no está enfermo, facturar artículos personales a nombre de la compañía, robar suministros de la oficina o tontear en horas laborales. Pero no, “pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal” (1P 3:17). Dios no le da la opción de recuperar lo que le quitaron ilegítimamente. El hecho de que usted mienta o engañe a alguien para compensar por las mentiras o engaños que ha sufrido no hace que sus actos sean menos malvados. Su llamado es a hacer lo correcto, incluso en un ambiente laboral hostil (1P 2:20). “No devolviendo mal por mal, o insulto por insulto” (1P 3:9). En cambio, los cristianos debemos tratar a las autoridades —incluso a los jefes duros e injustos— con respeto y honor.

¿Por qué? Porque nuestra vocación como sacerdotes es bendecir a las personas, y no podremos hacerlo mientras nos estemos defendiendo a nosotros mismos, así como Cristo no habría podido morir para salvar al mundo si se hubiera defendido a Sí mismo (1P 2:21–25). Desde luego, Cristo no tuvo miedo de ejercer Su poder y autoridad en ciertas circunstancias y Pedro no está tratando de recapitular aquí todo el evangelio. Otras partes de la Biblia —especialmente los profetas— enfatizan el llamado de Dios a resistir la autoridad opresiva e ilegítima. La sumisión no siempre significa obediencia. Nos podemos someter a las autoridades al desobedecerlas abiertamente y aceptar las consecuencias, así como lo hizo el mismo Jesús. Aquí y a lo largo de la epístola, Pedro nos muestra casi exclusivamente el sacrificio de Cristo como un modelo.