La infidelidad de Moisés en Meriba (Números 20:2-13)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El mayor fracaso de Moisés vino cuando el pueblo de Israel volvió a quejarse, esta vez por causa del alimento y el agua (Nm 20:1-5). Moisés y Aarón decidieron traer la queja al Señor, quien les ordenó tomar su vara y en la presencia del pueblo mandar que una roca diera agua suficiente para el pueblo y su ganado (Nm 20:6-8). Moisés hizo lo que el Señor le mandó pero agregó dos gestos propios. Reprendió al pueblo diciendo, “Oíd, ahora, rebeldes. ¿Sacaremos agua de esta peña para vosotros?” Y luego golpeó la roca dos veces con su vara y el agua salió en abundancia (Nm 20:9-11), pero el Señor se disgustó en gran manera con Moisés y Aarón.

El castigo de Dios fue fuerte. “Porque vosotros no me creísteis a fin de tratarme como Santo ante los ojos de los hijos de Israel, por tanto no conduciréis a este pueblo a la tierra que les he dado” (Nm 20:12). A Moisés y Aarón, como a todas las personas que se habían revelado contra el plan de Dios (Nm 14:22-23), no se les permitió entrar en la tierra prometida. En cualquier comentario general se puede encontrar la discusión de los académicos acerca de la acción exacta por la cual Moisés fue castigado, pero el texto de Números 20:12 indica de forma directa la ofensa principal, “Porque vosotros no me creísteis”. El liderazgo de Moisés flaqueó en el momento crucial cuando dejó de confiar en Dios y comenzó a actuar por sus propios impulsos.

Honrar a Dios en el liderazgo —por lo que se deben esforzar todos los líderes cristianos en todos los ámbitos— es una responsabilidad aterradora. Ya sea que lideremos un negocio, una clase, un organismo de socorro, nuestro hogar o cualquier otra organización, debemos ser cuidadosos de no confundir nuestra autoridad con la de Dios. ¿Qué podemos hacer para mantenernos en obediencia a Dios? Los métodos que emplean algunos líderes son encontrarse regularmente con un grupo (o un compañero) de rendición de cuentas, orar a diario por las tareas de liderazgo, guardar un Sabbath semanal para descansar en la presencia de Dios y buscar la perspectiva de otros en relación con la guía de Dios. Aun así, la tarea de liderar firmemente mientras permanecemos en total dependencia de Dios está más allá de la capacidad humana. Si el hombre más humilde en la faz de la tierra (Nm 12:3) pudo fallar de esta manera, nosotros también podemos. Por la gracia de Dios, incluso fracasos tan grandes como el de Moisés en Meriba, con consecuencias desastrosas para su vida, no nos separan del cumplimiento final de las promesas de Dios. Moisés no entró en la tierra prometida, pero el Nuevo Testamento declara que fue fiel “en toda la casa de Dios” y nos recuerda la confianza que todos en la casa de Dios tenemos en el cumplimiento de nuestra redención en Cristo (Heb 3:2-6).