El trabajo de los individuos y las comunidades es interdependiente (Amós 8:1-6; Miqueas 6:1-16)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

La justicia en el trabajo no es solo un tema individual. Las personas tienen la responsabilidad de asegurarse de que todos en la sociedad tengan acceso a los recursos necesarios para ganarse la vida. Amós critica a Israel por la injusticia en este aspecto más claramente en una alusión a la ley de espigar. Espigar es el proceso de recoger los granos sobrantes que quedan en un campo luego de que pasen los cosechadores. De acuerdo con el pacto entre Dios e Israel, a los campesinos no se les permitía espigar en sus propios campos, sino que debían permitirle a los pobres (literalmente a “viudas y huérfanos”) espigar en su campo para sustentarse a sí mismos (Dt 24:19). Esto creó una forma rudimentaria de asistencia social, basada en crear una oportunidad para que los pobres trabajaran (espigando los campos) y que así no tuvieran que pedir limosna, robar o morir de hambre. Espigar es una manera de participar en la dignidad del trabajo, incluso para aquellos que no son capaces de participar en el mercado laboral debido a la falta de recursos, la perturbación socioeconómica, la discriminación, la discapacidad u otros factores. Dios no desea solamente que las necesidades de todos sean satisfechas, sino que también quiere que todos tengan la dignidad de trabajar para satisfacer sus necesidades y las necesidades de otros.

Amós se queja de que se está violando este mandato. Los campesinos no están dejando el grano sobrante en sus campos para que los pobres lo recojan (Miq 7:1–2). En cambio, deciden venderle el tamo —el desecho que queda después de trillar— a los pobres a un precio exorbitante. “Oíd esto, los que pisoteáis a los menesterosos, y queréis exterminar a los pobres de la tierra”, Amós los acusa por “... vender los desechos del trigo” (Am 8:4, 6) y les reprocha porque esperan con ansias el final del Sabbath para poder continuar vendiendo este producto comestible barato y adulterado a aquellos que no tienen otra opción (Am 8:5).

Además, están engañando incluso a quienes pueden pagar el grano puro, como se evidencia en las balanzas fraudulentas en el mercado. Se jactan diciendo, “achicaremos el efa [el trigo que se vende] y aumentaremos el siclo [el precio para la venta]”. Miqueas proclama el juicio de Dios en contra del comercio injusto. “¿Puedo justificar balanzas falsas y bolsas de pesas engañosas?” dice el Señor (Miq 6:11). Esto nos dice claramente que la justicia no es solo un tema de derecho penal y expresión política sino también de oportunidad económica. La oportunidad de trabajar para satisfacer las necesidades individuales y familiares es esencial en el rol de los individuos dentro del pacto. La justicia económica es un componente fundamental de la declaración famosa y resonante de Miqueas solo tres versículos antes: “¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” (Miq 6:8). Dios demanda que Su pueblo —como un aspecto diario de su caminar con Él— ame la misericordia y practique la justicia de forma individual y social en todos los aspectos de la vida laboral y económica.