El concepto fundamental de la santidad en Levítico

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El libro de Levítico está cimentado en la verdad de que Dios es santo. La palabra qodesh se presenta en más de cien oportunidades en el texto hebreo de este libro. Decir que Dios es santo significa que está completamente separado de todo mal o imperfección. Para expresarlo de otra manera, Dios es completa y perfectamente bueno. El Señor es digno de fidelidad total, adoración exclusiva y obediencia amorosa.

La identidad de Israel surge del hecho de que, por los actos de Dios ellos son santos, y también de que el Señor espera que Israel actúe de forma santa en la práctica. Israel es llamado a ser santo porque el Señor mismo es santo (Lv 11:44-45; 19:2; 20:7; 21:8). Todas las distintas leyes de Levítico que tratan aspectos rituales, éticos, comerciales y penales de la vida, se basan en esta noción fundamental de la santidad.

Alexander Hill sigue el principio esencial de Levítico al basar su análisis de la ética  cristiana de negocios en la santidad, justicia y amor de Dios. “Un acto de negocios es ético si refleja el carácter amoroso, justo y santo de Dios”.[1] Hill afirma que los cristianos en el mundo de los negocios reflejan la santidad divina cuando tienen celo por Dios, quien es su principal prioridad, y por esto se comportan con pureza, responsabilidad y humildad. De esto se trata el poner en práctica Levítico en la actualidad, en vez de tratar de reproducir un código comercial diseñado para una sociedad rural. No significa ignorar los detalles de la ley, sino discernir la forma en la que nos guía Dios para cumplirla en el contexto actual.

La santidad en Levítico no representa separación porque sí, sino para que la comunidad del pueblo de Dios prospere y que cada persona se reconcilie con Dios. La santidad no se trata solo del comportamiento de individuos que siguen las normas, sino de cómo lo que cada persona hace afecta a todo el pueblo de Dios en su vida en comunidad y su trabajo como representantes del reino de Dios. A la luz de esto, es totalmente razonable el llamado de Jesús a Su pueblo a ser “sal” y “luz” para los demás (Mt 5:13-16). Ser santo es ir más allá de la ley para amar al prójimo, amar incluso a los enemigos y ser “perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5:48, haciendo eco de Lv 19:2).

En pocas palabras, el antiguo pueblo de Israel no obedecía Levítico como si fuera un conjunto especial de normas, sino como una expresión de la presencia de Dios en medio de ellos. Esto es tan relevante para el pueblo de Dios en la actualidad como lo era en esa época. En Levítico, Dios toma un conjunto de tribus nómadas y le da forma a su cultura como un pueblo. De la misma forma hoy en día, cuando los cristianos entramos a nuestros lugares de trabajo, Dios le da forma a la cultura de las unidades de trabajo, organizaciones y comunidades por medio de nosotros. El llamado de Dios a ser santos, incluso como Él es santo, es un llamado a moldear nuestras culturas para bien.

 Alexander Hill, Just Business: Christian Ethics for the Marketplace [Solo negocios: la ética cristiana en el mercado], 2ª ed. (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2008), 15.