Los Jueces (Jueces 3-16)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Débora (Jueces 4-5)

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Débora es la mejor de todos los jueces. El pueblo reconoce su sabiduría y se acerca a ella para pedirle consejo y para recibir ayuda en la resolución de conflictos (Jue 4:5). La jerarquía militar la reconoce como comandante suprema y de hecho van a la guerra bajo su mando (Jue 4:8). Su gobierno es tan bueno que “el país tuvo descanso por cuarenta años” (Jue 5:31), un suceso poco común en toda la historia de Israel.

Algunas personas en la actualidad se pueden sorprender al ver que una mujer que no era ni la viuda ni la hija de un gobernante, pudiera convertirse en jefe nacional de un pueblo pre-moderno. Sin embargo, el libro de Jueces la considera igual a los más grandes líderes de Israel (por mérito propio). Es la única mujer entre los jueces y es llamada profetisa (Jue 4:4), lo que indica lo mucho que se asemeja a Moisés y Josué, a quienes Dios también habló directamente. Ninguna de las mujeres, incluyendo a la agente encubierta Jael, ni ninguno de los hombres, incluyendo al comandante general Barac, reflejaban alguna preocupación por tener una líder mujer. El servicio de Débora como profetisa y juez de Israel señala que Dios no ve el liderazgo político, judicial o militar de las mujeres como algo problemático. También es evidente que su esposo Lapidot y su familia inmediata no tuvieron problema en distribuir el trabajo del hogar para que ella tuviera tiempo de sentarse “debajo de la palmera de Débora” para cumplir su labor cuando “los hijos de Israel subían a ella a pedir juicio” (Jue 4:5).

En algunas sociedades actuales, en bastantes sectores de trabajo y ciertas organizaciones, el liderazgo femenino se ha convertido en algo tan indiscutible como la dirección de Débora. Sin embargo, en muchas otras culturas, sectores y organizaciones contemporáneas, las mujeres no son aceptadas como líderes o sufren limitaciones que no se les imponen a los hombres. ¿Es posible que examinar el liderazgo de Débora en el antiguo pueblo de Israel nos ayude a los cristianos a aclarar nuestra perspectiva acerca del propósito de Dios en estas situaciones? ¿Podríamos servir en nuestras organizaciones y sociedades ayudando a destruir los obstáculos indebidos que enfrentan las mujeres al liderar? ¿Nos beneficiaría de forma personal buscar que más mujeres sean jefes, mentoras y ejemplos para otros en nuestro trabajo?

Los efectos económicos de la guerra (Jueces 6:1-11)

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Después de Débora, la calidad de los jueces comienza a decaer. Jueces 6:1-11 ilustra lo que era probablemente una característica común de la vida en Israel en esta época: la dificultad económica que surge de la guerra.

Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de Madián por siete años. Y el poder de Madián prevaleció sobre Israel. Por causa de los madianitas, los hijos de Israel se hicieron escondites en las montañas y en las cavernas y en los lugares fortificados. Porque sucedía que cuando los hijos de Israel sembraban, los madianitas venían con los amalecitas y los hijos del oriente y subían contra ellos; acampaban frente a ellos y destruían el producto de la tierra hasta Gaza, y no dejaban sustento alguno en Israel, ni oveja, ni buey, ni asno. Porque subían con su ganado y sus tiendas, y entraban como langostas en multitud, tanto ellos como sus camellos eran innumerables; y entraban en la tierra para devastarla. Así fue empobrecido Israel en gran manera por causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron al Señor. 

Los efectos de la guerra en el trabajo se pueden sentir en muchos aspectos en la actualidad. Además del daño que causan las huelgas directas en contra de blancos económicos, la inestabilidad que trae el conflicto armado puede destruir la forma de vida de las personas. Los campesinos en los sectores azotados por la guerra están reacios a plantar cultivos cuando existe la posibilidad de ser desplazados antes de poder cosechar. Los inversionistas juzgan a los países azotados por la guerra y dicen que representan un riesgo y que no están dispuestos a canalizar los recursos para mejorar la infraestructura. Ya que hay poca esperanza de desarrollo económico, las personas pueden verse arrastradas hacia bandos armados que luchan por los recursos que quedan para explotar. Así continúa el ciclo deprimente de la guerra y la destrucción. Sin embargo, la paz precede la prosperidad.

La situación económica de Israel bajo el yugo de los madianitas era tan precaria que encontramos al futuro juez Gedeón “sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas” (Jue 6:11). Daniel Blocks explica la lógica de este comportamiento.

Para trillar el grano sin la tecnología moderna, primero se golpeaban las espigas de los tallos cortados con un mayal, luego se desechaba la paja y después se arrojaba al aire la mezcla de la cáscara y el grano, lo que permitía que el viento se llevara la cáscara y que los granos más pesados cayeran al suelo. Hacer esto habría sido evidentemente insensato en las circunstancias difíciles del pueblo antiguo de Israel, ya que la actividad del trillado en las colinas habría llamado la atención de los madianitas que merodeaban el lugar. Por lo tanto, Gedeón decide golpear el grano en un contenedor usado para prensar uvas. Generalmente las prensas de vino requerían dos hoyos excavados en la piedra, uno encima del otro. Las uvas se colocaban y se aplastaban en la de arriba, mientras que un conducto drenaba los jugos al de abajo.[1]

Actualmente, tanto las personas cristianas como no cristianas están de acuerdo casi unánimemente en que es inmoral realizar negocios en formas que prolonguen el conflicto armado. Un ejemplo actual es la prohibición internacional de los “diamantes de sangre”.[2] El punto es, ¿los cristianos estamos liderando tales proyectos? ¿Somos de los que buscan si el negocio, el gobierno, la universidad u otra institución en donde trabajamos está participando de la violencia sin darse cuenta? ¿Nos arriesgamos a plantear tales preguntas cuando nuestros superiores preferirían ignorar la situación? ¿O, como Gedeón, nos escondemos detrás de la excusa de que solamente hacemos nuestro trabajo?

D. I. Block, Judges, Ruth [Jueces, Rut], vol.6 in The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1999), 258-259.

“Conflict Diamonds” [Los diamantes del conflicto], Amnesty International [Amnistía Internacional],  http://www.amnestyusa.org/our-work/issues/business-and-human-rights/oil-gas-and-mining-industries/conflict-diamonds, consultado en diciembre 14, 2013.

El liderazgo ambiguo de Gedeón (Jueces 6:12-8:35)

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Gedeón es un ejemplo perfecto del carácter paradójico de los jueces de Israel y de las lecciones ambiguas que ofrecen para el liderazgo tanto en el trabajo como en todos los demás lugares. Literalmente, el nombre Gedeón significa “leñador”[1] y parece que va en la dirección correcta cuando corta los ídolos de su padre en Jueces 6:25-7 (el hecho de que lo hiciera en la noche por causa del miedo, es un detalle inquietante).[2] Sin embargo, a pesar de que Dios ha prometido estar con él, Gedeón siempre está buscando señales, especialmente en el incidente del vellón en Jueces 6:36-40. En esta ocasión, Dios lo trata con condescendencia y lo afirma, pero difícilmente este es un ejemplo a seguir, como muchos cristianos modernos sostienen en relación con la guía y especialmente la guía vocacional. En cambio, esta es una señal del compromiso vacilante que lo llevó a la idolatría al final de la historia.[3]  Para un análisis más profundo de los métodos de discernimiento de Gedeón, consulte Decision-Making by the Book [Tomemos decisiones según el Libro][4] y Decision Making and the Will of God [La toma de decisiones y la voluntad de Dios].[5] 

El punto crucial de la historia es el triunfo asombroso de Gedeón contra los madianitas (Jue 7), pero sus fracasos posteriores en el liderazgo son menos reconocidos (Jue 8). Los habitantes de Sucot y Peniel se rehusaron a ayudar a sus hombres después de la batalla y la destrucción brutal de esas ciudades parece desproporcionada en comparación con la ofensa. De nuevo, Gedeón le hace honor a su nombre, pero ahora destruyendo a cualquiera que se encuentre.[6] Aunque dice que no quiere ser rey, se convierte en un verdadero déspota (Jue 8:22-26). Pero lo más preocupante es que cae en idolatría. El efod que hace se convierte en “ruina” para su familia y “todo Israel se prostituyó allí” (Jue 8:27). ¡Cómo cayeron los grandes héroes!

Una lección para nosotros hoy día puede ser que debemos estar agradecidos por los dones de las personas sin llegar a idolatrarlas. Como Gedeón, un general puede llevarnos a la victoria en la guerra, pero demostrar que es un tirano en tiempos de paz. Un genio puede aportar conocimientos extraordinarios sobre música o cinematografía, pero también puede guiarnos mal en temas como la paternidad o la política. Un líder de negocios puede rescatar un negocio en crisis, solo para destruirlo en tiempos de tranquilidad. Incluso podemos encontrar la misma discontinuidad en nosotros mismos. Quizá nos destacamos en diferentes clasificaciones en el trabajo, pero nos hundimos en los conflictos en casa, o viceversa. Tal vez demostramos que somos capaces como individuos en el trabajo, pero fallamos cuando somos administradores. Quizás, lo más probable es que logremos muchas cosas buenas cuando, estando inseguros de nosotros mismos, dependemos de Dios, pero causamos estragos cuando el éxito nos lleva a la autosuficiencia.[7] Así como los jueces, somos personas de contradicciones y debilidades. Nuestra única esperanza, o de lo contrario desolación, es el perdón y la transformación que es posible para nosotros en Cristo.

Robert G. Boling, “Gideon (Person)” [Gedeón (personaje)], en The Anchor Bible Dictionary [Diccionario bíblico Anchor], ed. David Noel Freedman (Nueva York: Doubleday, 1992), 1013.

D. I. Block y J. Clinton McCann, Judges [Jueces], Interpretation [Interpretación] (Louisville: Westminster John Knox Press, 1989), 61.

Consulte, por ejemplo, el comentario de McCann sobre el incidente del vellón (66): “En pocas palabras, Gedeón se comienza a ver un poco ridículo. En vez de que su fe aumente, parece que aumentan su falta de fe y sus temores”.

Haddon W. Robinson, Decision-Making by the Book: How to Choose Wisely in an Age of Options [Tomemos decisiones según el Libro: Cómo elegir con sabiduría en una época de tantas alternativas] (Wheaton, IL: Victor Books, 1991).

Garry Friesen y J. Robin Maxson, Decision Making and the Will of God: A Biblical Alternative to the Traditional View [La toma de decisiones y la voluntad de Dios: Una alternativa bíblica a la visión tradicional] (Portland, OR: Multnomah Books, 2004).

Cf. Block, Judges, Ruth [Jueces, Rut], 287: “Gideon, the fearful young man, has become a brutal aggressor” [Gedeón, el joven temeroso, se convierte en un cruel agresor].

Tomas Chamorro-Premuzic, “Less-Confident People Are More Successful” [Las personas menos seguras son más exitosas], Harvard Business Review [Revista de negocios de Harvard], Julio 6 del 2012, consultado en http://blogs.hbr.org/2012/07/less-confident-people-are-more-su/ en Mayo 23, 2014.

El fiasco del liderazgo de los jueces (Jueces 9-16)

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Las fallas de Gedeón se intensifican en los jueces que siguen. Abimelec, el hijo de Gedeón, unifica al pueblo alrededor de sí mismo luego de asesinar a sus setenta hermanos, quienes representaban un obstáculo para él (Jue 9). Jefté comienza como un forajido y luego libera al pueblo de los amonitas, pero destruye a su propia familia y su futuro con una promesa espantosa que causó la muerte de su hija (Jue 11). Sansón, el juez más famoso, causa estragos entre los filisteos, pero desafortunadamente sucumbe ante la seducción de Dalila, una mujer pagana, lo que lo llevó a su ruina (Jue 13-16).

¿Qué debemos pensar de todo esto respecto a nuestro trabajo en la actualidad? Primero, las historias de los jueces afirman la verdad de que Dios actúa por medio de personas imperfectas. Esta es una realidad ya que varios de los jueces —Gedeón, Barac, Sansón y Jefté— reciben elogios en el Nuevo Testamento junto con Rahab (Heb 11:31-34). El libro de Jueces no duda en señalar que el Espíritu de Dios los empoderó para que lograran actos poderosos de liberación en situaciones en las que las probabilidades eran agobiantes (Jue 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6-9; 15:14). Además, ellos fueron más que herramientas en la mano del Señor, ya que respondieron positivamente al llamado de Dios de salvar a Israel y por medio de ellos, el Señor liberó a Su pueblo una y otra vez.

Aun así, el contenido general de Jueces no nos alienta a ver a estos hombres como ejemplos a seguir. La carga del libro es que Israel es un desastre plagado de concesiones, y sus líderes son una decepción por causa de su desobediencia al pacto de Dios. Una lección más apropiada que se puede tomar es que el éxito —incluso el éxito dado por Dios— no conlleva necesariamente el favor de Dios. Cuando nuestros esfuerzos en el trabajo son bendecidos, especialmente en las circunstancias adversas, es tentador pensar, “Bueno, obviamente Dios tiene su mano en esto, así que me debe estar recompensando por ser una buena persona”. Sin embargo, la historia de los jueces muestra que Dios trabaja cuando quiere, como quiere y por medio del que quiere. Él actúa de acuerdo con Sus planes, no de acuerdo a nuestro mérito o la falta del mismo. No podemos tomar el crédito como si mereciéramos las bendiciones del éxito. De igual forma, no podemos juzgar a aquellos a quienes consideramos menos merecedores del favor de Dios, como nos lo recuerda Pablo en Romanos 2:1.