Las personas caen en pecado en el trabajo (Génesis 3:1-24)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Hasta este punto, hemos hablado del trabajo en su forma ideal, bajo las condiciones perfectas del jardín del Edén. Pero entonces llegamos a Génesis 3:1–6.

Y la serpiente era más astuta que cualquiera de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún árbol del huerto”? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios: “No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis.” Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió. (Énfasis agregado)

La serpiente representa lo contrario a Dios, es el adversario de Dios. Bruce Waltke señala que el adversario de Dios es malévolo y más inteligente que los seres humanos. Él es astuto al llamar la atención hacia la vulnerabilidad de Adán y Eva, incluso cuando distorsiona el mandato de Dios. Él lleva a Eva a lo que parece una discusión teológica sincera, pero la distorsiona enfatizando la prohibición de Dios en vez de Su provisión del resto de los árboles frutales en el jardín. En esencia, él quiere que la palabra de Dios suene dura y restrictiva.

El plan de la serpiente funciona, y primero Eva y después Adán comen del fruto del árbol prohibido. Ellos quebrantan los límites que Dios ha establecido en un intento vano de ser “como Dios” de alguna manera, más allá de lo que ya tenían por ser portadores de Su imagen (Gn 3:5). Aunque ya conocían por experiencia la bondad de la creación de Dios, decidieron ser “conocedores” del mal (Gn 3:4–6). Las decisiones de Eva y Adán de comer el fruto están a favor de sus propios gustos pragmáticos, estéticos y sensuales, por encima de la palabra de Dios. Lo “bueno” ya no se basa en lo que Dios dice que enriquece la vida, sino en lo que las personas piensan que es deseable para mejorarla. En pocas palabras, convierten lo bueno en malo.[1]

Cuando decidieron desobedecer a Dios, rompieron las relaciones inherentes en su propio ser. Primero, su relación juntos —“hueso de mis huesos, y carne de mi carne”, como había sido antes (Gn 2:23)— se desgarra cuando se esconden uno del otro bajo las hojas de higuera (Gn 3:7). Lo siguiente que termina es su relación con Dios, ya que no vuelven a hablar con Él al fresco del día, sino que se esconden de Su presencia (Gn 3:8). Luego, Adán rompe aún más la relación entre él y Eva al culparla por su propia decisión de comer el fruto, y entra a criticar a Dios al mismo tiempo. “La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gn 3:12). De la misma forma, Eva rompe la relación de los seres humanos con las criaturas de la tierra al culpar a la serpiente de su propia decisión (Gn 3:13).

Las decisiones que tomaron ese día Adán y Eva tuvieron resultados desastrosos que llegan hasta el lugar de trabajo actual. Dios juzga su pecado y declara consecuencias que resultan en un trabajo que requiere gran esfuerzo. La serpiente tendrá que arrastrarse sobre el vientre todos los días de su vida (Gn 3:14). La mujer enfrentará un parto difícil para dar a luz a los hijos y también se sentirá en conflicto sobre su deseo para el hombre (Gn 3:16). El hombre tendrá que hacer un gran esfuerzo para sacar el producto de la tierra y esta producirá “espinos y abrojos” a costa del grano deseado (Gn 3:17–18). En resumen, los seres humanos seguirán haciendo el trabajo para el que fueron creados y Dios seguirá proveyendo para sus necesidades (Gn 3:17-19), pero el trabajo será más difícil, desagradable y estará expuesto al fracaso y a consecuencias no deseadas.

Es importante notar que el trabajo no era tan difícil desde sus comienzos. Algunas personas ven que la maldición es el origen del trabajo, pero Adán y Eva ya habían trabajado en el jardín. El trabajo no es en su esencia una maldición, sino que la maldición afecta el trabajo. De hecho, el trabajo se vuelve más importante como resultado de la Caída, no menos, porque ahora se requiere más trabajo para producir los resultados necesarios. Además, los materiales que son la fuente de la que brotaron Adán y Eva en la libertad y placer de Dios, ahora se convierten en fuentes de subyugación. Adán, creado de la tierra, ahora luchará para cultivarla hasta que su cuerpo retorne a ella cuando muera (Gn 3:19). Eva, creada a partir de la costilla del costado de Adán, ahora estará sujeta al dominio de Adán en vez de tomar su lugar junto a él (Gn 3:16). El dominio de una persona sobre otra en el matrimonio y en el trabajo no era parte del plan original de Dios, sino que las personas pecadoras hicieron de esta una nueva forma de relacionarse cuando rompieron las relaciones que Dios les había dado (Gn 3:12, 13).

El mal que enfrentamos a diario se presenta en dos formas. La primera es el mal natural, las condiciones físicas en la tierra, que son hostiles para la vida que Dios destinó para nosotros. Hay inundaciones y sequías, terremotos, tsunamis, calor o frío excesivo, enfermedad, pestes y los estragos similares que estaban ausentes en el jardín. El segundo es el mal moral, cuando las personas actúan con deseos que están en contra de lo que Dios quiere. Al actuar de formas malas, estropeamos la creación, nos distanciamos de Dios y dañamos las relaciones que tenemos con otras personas.

Vivimos en un mundo caído y roto y no podemos esperar que esta vida no requiera un trabajo duro. Fuimos creados para trabajar, pero el trabajo está manchado de todo lo que se rompió ese día en el jardín del Edén. Esto también es con frecuencia el resultado de no respetar los límites que Dios establece para nuestras relaciones, ya sean personales, laborales o sociales. La Caída creó un distanciamiento entre las personas y Dios, entre las mismas personas, y entre las personas y la tierra que debía sustentarlas. El amor y la confianza se reemplazaron por la sospecha hacia los demás. En las generaciones siguientes, el alejamiento fomentó la envidia, la ira e incluso el asesinato. Todos los lugares de trabajo actuales reflejan esa distancia entre los trabajadores (en un mayor o menor grado), haciendo nuestro trabajo aún más difícil y menos productivo.

Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 90-91.