Israel se rehúsa a entrar a la tierra prometida (Deuteronomio 1:19-45)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En el desierto, los temores de los israelitas los llevaron a dejar de confiar en Dios. Como resultado, se rebelaron en contra del plan de Dios de entrar a la tierra que Él le prometió a Abraham, Isaac y Jacob (Dt 1:7-8). Dios los había liberado de la esclavitud en Egipto, les había dado la ley en el Monte Horeb (Sinaí) y los había traído con prontitud a las fronteras de la tierra prometida (Dt 1:19-20). De acuerdo con el libro de Números, Dios le ordena a Moisés que envíe espías a que exploren la tierra que le va a entregar a los israelitas, y Moisés obedece (Nm 13:1-3). Pero otros israelitas usan esta misión de reconocimiento como una oportunidad para desobedecer a Dios. Ellos le piden a Moisés que envíe espías para poder suspender la acción militar que Dios ordenó, y cuando los espías regresan con un reporte favorable, los israelitas se siguen negando a avanzar (Dt 1:26). Le dijeron a Moisés, “El pueblo es más grande y más alto que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo”, y agregaron que estaban “atemorizados” (Dt 1:28). Aunque Moisés le asegura al pueblo que Dios peleará por ellos, así como lo hizo en Egipto, el pueblo no cree que Dios va a cumplir Sus promesas (Dt 1:29-33). El miedo conduce a la desobediencia, lo que conlleva un castigo severo.

Debido a su desobediencia, Dios no permite que esta generación de israelitas entre a la tierra prometida. “Ninguno de estos hombres, esta generación perversa, verá la buena tierra que juré dar a vuestros padres” (Dt 1:35). Las únicas excepciones son Caleb y Josué, los únicos miembros de la misión exploratoria que animaron a los israelitas a obedecer el mandato de Dios (Nm 13:30). Al mismo Moisés no se le permite entrar a la tierra por causa de un acto diferente de desobediencia. En Números 20:2-12, él le ruega a Dios por una  fuente de agua y Dios le dice que le ordene a una roca que se convierta en una fuente. En vez de eso, Moisés golpea la roca dos veces con su vara. Si Moisés le hubiera hablado a la roca, como Dios le mandó, el milagro resultante habría satisfecho tanto la sed física de los israelitas como su necesidad de creer que Dios los estaba cuidando, pero esta oportunidad se pierde cuando Moisés golpea la roca como para abrirla. Como los israelitas en Deuteronomio 1:19-45, Moisés recibe el castigo por su falta de fe, lo que condujo a su desobediencia. Dios dijo, “Porque vosotros no me creísteis a fin de tratarme como Santo ante los ojos de los hijos de Israel, por tanto no conduciréis a este pueblo a la tierra que les he dado” (Nm 20:12).

Cuando los israelitas se dieron cuenta de que se habían condenado a sí mismos a una vida difícil en el desierto y que perdieron la oportunidad de disfrutar la “tierra buena” (Dt 1:25) que Dios había preparado para ellos, decidieron atacar a los amorreos. Sin embargo, Dios declara, “‘No subáis, ni peleéis, pues Yo no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos” (Dt 1:42). La falta de confianza en las promesas de Dios lleva a Israel a perder las bendiciones que Él tenía destinadas para ellos.

Cuando sabemos lo que es correcto pero nos vemos tentados a no hacerlo, la confianza en Dios es lo único que nos puede mantener en la voluntad del Señor. Esto no se trata de un tema de integridad moral. Si ni siquiera Moisés pudo confiar en Dios completamente, ¿en realidad imaginamos que nosotros lo lograremos? Al contrario, se trata de la gracia de Dios. Podemos orar para que el Espíritu de Dios nos fortaleza cuando defendemos lo que es correcto y le podemos pedir perdón a Dios cuando caemos. Igual que Moisés y el pueblo de Israel, la falta de confianza en Dios puede tener serias consecuencias en la vida, pero al final la gracia de Dios redime nuestro fracaso. (para más información sobre este episodio, ver “Cuando el liderazgo lleva a la impopularidad” en Números 13-14 anteriormente).