La rebelión y la autosuficiencia (Deuteronomio 1:1-4:43)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Al comienzo de Deuteronomio, Moisés vuelve a narrar los eventos más importantes de la historia reciente de Israel, sobre los que basa sus lecciones y exhorta al pueblo a que responda con obediencia y confianza a la fidelidad de Dios (Dt 4:40). Hay dos partes que son especialmente importantes para la teología del trabajo: una es la rebelión y otra la autosuficiencia, aspectos con los que se quebranta la confianza en Dios.

Israel se rehúsa a entrar a la tierra prometida (Deuteronomio 1:19-45)

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En el desierto, los temores de los israelitas los llevaron a dejar de confiar en Dios. Como resultado, se rebelaron en contra del plan de Dios de entrar a la tierra que Él le prometió a Abraham, Isaac y Jacob (Dt 1:7-8). Dios los había liberado de la esclavitud en Egipto, les había dado la ley en el Monte Horeb (Sinaí) y los había traído con prontitud a las fronteras de la tierra prometida (Dt 1:19-20). De acuerdo con el libro de Números, Dios le ordena a Moisés que envíe espías a que exploren la tierra que le va a entregar a los israelitas, y Moisés obedece (Nm 13:1-3). Pero otros israelitas usan esta misión de reconocimiento como una oportunidad para desobedecer a Dios. Ellos le piden a Moisés que envíe espías para poder suspender la acción militar que Dios ordenó, y cuando los espías regresan con un reporte favorable, los israelitas se siguen negando a avanzar (Dt 1:26). Le dijeron a Moisés, “El pueblo es más grande y más alto que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo”, y agregaron que estaban “atemorizados” (Dt 1:28). Aunque Moisés le asegura al pueblo que Dios peleará por ellos, así como lo hizo en Egipto, el pueblo no cree que Dios va a cumplir Sus promesas (Dt 1:29-33). El miedo conduce a la desobediencia, lo que conlleva un castigo severo.

Debido a su desobediencia, Dios no permite que esta generación de israelitas entre a la tierra prometida. “Ninguno de estos hombres, esta generación perversa, verá la buena tierra que juré dar a vuestros padres” (Dt 1:35). Las únicas excepciones son Caleb y Josué, los únicos miembros de la misión exploratoria que animaron a los israelitas a obedecer el mandato de Dios (Nm 13:30). Al mismo Moisés no se le permite entrar a la tierra por causa de un acto diferente de desobediencia. En Números 20:2-12, él le ruega a Dios por una  fuente de agua y Dios le dice que le ordene a una roca que se convierta en una fuente. En vez de eso, Moisés golpea la roca dos veces con su vara. Si Moisés le hubiera hablado a la roca, como Dios le mandó, el milagro resultante habría satisfecho tanto la sed física de los israelitas como su necesidad de creer que Dios los estaba cuidando, pero esta oportunidad se pierde cuando Moisés golpea la roca como para abrirla. Como los israelitas en Deuteronomio 1:19-45, Moisés recibe el castigo por su falta de fe, lo que condujo a su desobediencia. Dios dijo, “Porque vosotros no me creísteis a fin de tratarme como Santo ante los ojos de los hijos de Israel, por tanto no conduciréis a este pueblo a la tierra que les he dado” (Nm 20:12).

Cuando los israelitas se dieron cuenta de que se habían condenado a sí mismos a una vida difícil en el desierto y que perdieron la oportunidad de disfrutar la “tierra buena” (Dt 1:25) que Dios había preparado para ellos, decidieron atacar a los amorreos. Sin embargo, Dios declara, “‘No subáis, ni peleéis, pues Yo no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos” (Dt 1:42). La falta de confianza en las promesas de Dios lleva a Israel a perder las bendiciones que Él tenía destinadas para ellos.

Cuando sabemos lo que es correcto pero nos vemos tentados a no hacerlo, la confianza en Dios es lo único que nos puede mantener en la voluntad del Señor. Esto no se trata de un tema de integridad moral. Si ni siquiera Moisés pudo confiar en Dios completamente, ¿en realidad imaginamos que nosotros lo lograremos? Al contrario, se trata de la gracia de Dios. Podemos orar para que el Espíritu de Dios nos fortaleza cuando defendemos lo que es correcto y le podemos pedir perdón a Dios cuando caemos. Igual que Moisés y el pueblo de Israel, la falta de confianza en Dios puede tener serias consecuencias en la vida, pero al final la gracia de Dios redime nuestro fracaso. (para más información sobre este episodio, ver “Cuando el liderazgo lleva a la impopularidad” en Números 13-14 anteriormente).

Cuando el éxito lleva a la autosuficiencia (Deuteronomio 4:25-40)

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En el desierto, el pueblo deja de confiar en Dios no solo a causa del temor, sino también del éxito. En este punto de la primera sección, Moisés está describiendo la prosperidad que le espera a la nueva generación que va a entrar a la tierra prometida y señala que es probable que el éxito genere una autosuficiencia espiritual mucho más peligrosa que el fracaso. “Si después de haber tenido hijos y nietos, y de haber vivido en la tierra mucho tiempo, ustedes se corrompen y se fabrican ídolos y toda clase de figuras… serán destruidos por completo.” (Dt 4:25-26 NVI). Veremos la idolatría de por sí en Deuteronomio 5:8, pero el punto aquí es el peligro espiritual que causa la autosuficiencia. Tras el éxito, las personas dejan de temer a Dios y comienzan a creer que los triunfos son un derecho de nacimiento. En vez de ser agradecidos, imaginamos que tenemos derecho a lo que recibimos. El éxito por el cual nos esforzamos no es malo, pero es un peligro moral. La verdad es que para alcanzar el éxito se requiere una mezcla de un poco de habilidad y trabajo duro, combinado con bastantes circunstancias afortunadas y la gracia de Dios. En realidad no podemos proveer para nuestros propios deseos y seguridad. El éxito no es permanente; en verdad no satisface. Una ilustración dramática de esta realidad se encuentra en la vida del rey Uzías en 2 de Crónicas. “Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos. Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia” (2Cr 26:15-16). Solo en Dios podemos encontrar la verdadera seguridad y satisfacción (Sal 17:15).

Que el producto de la autosuficiencia no sea el ateísmo sino la idolatría puede parecer sorprendente. Moisés pronostica que si los israelitas se apartan del Señor no se convertirán en seres libres de espiritualidad. Ellos se irán tras “dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen” (Dt 4:28). Tal vez en los tiempos de Moisés, la idea de no seguir ninguna religión no se le ocurría a nadie, pero en nuestra época sí. Una tendencia creciente de secularismo intenta quitarse de encima lo que percibe —algunas veces correctamente— como cadenas de dominación, creencias y prácticas de instituciones religiosas corruptas. Pero, ¿esto resulta en una libertad verdadera o se reemplaza necesariamente la adoración a Dios por la adoración de dioses creados por los seres humanos?

Aunque esta pregunta suene abstracta, tiene efectos tangibles en el trabajo. Por ejemplo, antes de la segunda mitad del siglo veinte, las dudas respecto a la ética de negocios se solucionaban consultando las Escrituras. Esta práctica estaba lejos de ser perfecta, pero sí le dio una posición importante a aquellos que perdían en luchas de poder relacionadas con el trabajo. El caso más dramático probablemente fue la oposición fundamentada en la religión a la esclavitud en Inglaterra y en los Estados Unidos, la cual logró al final abolir tanto el comercio de esclavos como la esclavitud misma. En las instituciones secularizadas no existe una autoridad moral a la cual se pueda apelar. En vez de eso, las decisiones éticas se deben basar en la ley y en “las costumbres éticas”, como lo dice Milton Friedman.[1] A partir de la ley y las costumbres éticas comienzan las construcciones humanas, y la ética de negocios se ve reducida a una ley hecha por los poderosos y lo popular. A nadie le gustaría un lugar de trabajo dominado por una élite religiosa pero, ¿puede un lugar de trabajo totalmente secularizado abrir la puerta para una clase diferente de explotación? Ciertamente, los creyentes pueden traer las bendiciones de la fidelidad de Dios a sus lugares de trabajo, sin tratar de imponer privilegios especiales para ellos mismos.

Esto no quiere decir que necesariamente el éxito lleva a la autosuficiencia. Si podemos recordar que la gracia de Dios, Su palabra y Su guía son la raíz de todos nuestros logros, entonces podremos ser agradecidos, no autosuficientes. Entonces, el éxito que experimentamos puede llevarnos a honrar a Dios y a tener gozo. Simplemente, la advertencia es que en el curso de la historia, el éxito parece ser más peligroso espiritualmente que la adversidad. Moisés le advierte a Israel sobre los peligros de la prosperidad más adelante, en Deuteronomio 8:11-20.

Milton Friedman, “The Social Responsibility of Business Is to Increase Its Profits” [La responsabilidad social de la empresa es incrementar sus beneficios], New York Times, Septiembre 13, 1970.