La Dama Sabiduría con ropa de calle (Proverbios 31)

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Conocimos a la Dama Sabiduría en los capítulos iniciales del libro de Proverbios. También la encontramos en los versos finales del mismo libro. Proverbios 31:10 pregunta: «Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas». ¿Acaso la Dama Sabiduría ha sido reducida a una simple «mujer hacendosa»? Lamentablemente, la mayoría de las traducciones actuales desde el hebreo oscurecen las implicaciones del texto original. La palabra traducida como «hacendosa» es la palabra hebrea chayil, que, como hemos visto, significa poderosa, fuerte, valiente, y en el Antiguo Testamento se usa 242 veces, normalmente para describir a soldados o ejércitos. En 2 Samuel 23 nos enteramos de que los «valientes hombres» de David eran chayil por su valentía y fortaleza. Aquí en Proverbios 31:10 debería decir: «Mujer valiente, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas».

Entonces, ¿qué aspecto tiene la sabiduría en la vida de esta mujer valiente? «Ella se ciñe de fuerza y fortalece sus brazos» (Proverbios 31:17). Como mujer ezer, sabe que se necesita fortaleza para actuar de formas sabias, así que «ejercita» sus músculos morales y compasivos. Aquellos músculos morales hacen que en ella destaquen cinco cosas:

Primero, como mujer ezer chayil, ella es confiable (31:11-12). Su esposo confía en ella porque sabe que en el corazón de ella están los mejores intereses de él. Esto se extiende a las mujeres en el ámbito laboral de hoy. ¿Saben los colegas y jefes que sus mejores intereses están en nuestro corazón? Si no somos confiables, entonces poco más importa realmente.

Segundo, como mujer ezer chayil, ella es astuta (31:13-18). Escoge sus tareas y materiales cuidadosamente. Planifica, no actúa impulsivamente o en el último momento. Es concienzuda respecto a su trabajo, evaluando cuidadosamente ese campo, luego convirtiéndolo en una viña rentable. Ella «nota que su ganancia es buena»: produce artículos que sabe que puede vender porque están bien hechos.

Tercero, como mujer ezer chayil, ella es generosa (31:19-20). Si bien las traducciones modernas hacen parecer que estos versos no están relacionados, el idioma hebreo los vincula gramaticalmente, diciéndonos que esta mujer trabaja (en este caso, hilando y tejiendo) de modo que cuenta con los medios para ayudar al pobre y necesitado.

Cuarto, como mujer ezer chayil, ella es diligente (31:21-25). Provee plenamente para quienes están a su cuidado (¡incluso ropa abrigada en caso de nieve en Medio Oriente!). Y opera una exitosa empresa artesanal que confecciona ropa y cintos de lino para vender.

Quinto, como mujer ezer chayil, cuida su lengua (31:26). El texto nos dice que ella «abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua».

Esta es la Dama Sabiduría en acción. En ella vemos que una persona sabia es confiable, astuta, generosa, diligente, y cuida su lengua. Si bien la sabiduría es personificada como una mujer a lo largo del libro de Proverbios, sus dichos sabios son tanto para hombres como para mujeres. Y si bien algunas traducciones se refieren a ella en 31:10 como «esposa» (probablemente porque el versículo siguiente se refiere a su esposo), el término hebreo simplemente es para «mujer». La conclusión del libro de Proverbios hace tangible el concepto de sabiduría de modo que podamos ver cómo es la sabiduría en acción.

Nuestra confiabilidad, astucia, generosidad, diligencia y discreción son evidencias de la sabiduría. Son el resultado de la sabiduría, pero no la remplazan. La raíz de la sabiduría se puede encontrar en Proverbios 31:30: «Engañosa es la gracia y vana la belleza, pero la mujer que teme al Señor, esa será alabada». El punto de partida de la sabiduría radica en nuestro «conocimiento del Santo», nuestro «temor del Señor». Nos llenamos de asombro no solo por el poder de Dios como soberano sobre el cosmos, sino también por el admirable e inagotable amor de Dios por nosotros. No podemos concebir que Dios realmente se preocupe por nosotros. Pero lo hace. En su esencia misma, Dios es amor. Ese amor se extiende a cada uno de nosotros, sin importar quiénes somos o qué pudiéramos haber hecho. Este es el don del temor del Señor.

Nuestra relación con Dios nos da una diferente perspectiva de la vida. Sabemos qué es lo importante. Sabemos qué perdura y qué perece. Elegimos vivir por lo que es eterno. Aplicamos esa perspectiva a cada decisión que tomamos: si ser o no confiables, planificar y trabajar con cuidado, mostrar compasión, seguir nuestros objetivos con diligencia, y controlar nuestra lengua. Elegimos si ser o no sabios.

Ella Wheeler Wilcox, en su poema de 1916, lo expresó así:

Un barco navega al Oriente y otro a Occidente,
movido por el soplo del mismo viento.
Es la disposición de las velas, no el vendaval,
​lo que define cómo avanzamos.

Como el viento del mar son las ondas del tiempo
en nuestro viaje por la vida.
Es la disposición del alma lo que define la meta,
​y no la calma o la brega.

Es «la disposición del alma lo que define la meta». Hombres y mujeres, solteros o casados, todos pueden aprender de Proverbios 31. En cada aspecto de tu vida, incluido tu trabajo, ponte la meta de vivir sabiamente a la luz de lo que dura para siempre. Si lo haces, elegirás ser confiable, astuto, generoso, diligente, y discreto. Pero más aún, conocerás la diferencia entre lo que perece y lo que perdura, y elegirás dedicarte a lo que dura por la eternidad. Esa es la fórmula de Dios para vivir la vida con habilidad.

Cuando miramos a las mujeres trabajando en el Antiguo Testamento, a todas las vemos dando una mirada de largo alcance, eligiendo vivir para lo que tiene importancia última. Esa es la elección que Dios también nos otorga a cada uno de nosotros cada día.