1 y 2 Tesalonicenses y el trabajo

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Introducción a 1 y 2 Tesalonicenses

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“Nosotros trabajamos duro para que usted no tenga que hacerlo”. Esta es la frase publicitaria de un limpiador de baños moderno,[1] pero —con un pequeño ajuste— podría haber sido el slogan de algunos cristianos en la ciudad antigua de Tesalónica. “Jesús trabajó duro para que yo no tenga que trabajar”. Muchos creían que la nueva vida que Jesús ofrecía era una razón para dejar su antigua forma de vivir, lo que incluía el trabajo duro, y por eso dejaron sus ocupaciones. Como veremos, es difícil saber exactamente por qué algunos tesalonicenses no estaban trabajando. Tal vez pensaban erróneamente que la promesa de la vida eterna significaba que esta vida ya no era importante. Sin embargo, estas personas desocupadas estaban viviendo de la generosidad de los miembros más responsables de la iglesia. Estaban consumiendo los recursos destinados para suplir las necesidades de los que en verdad no podían sustentarse a sí mismos y, además, se estaban volviendo problemáticos y contenciosos.

En su carta a los tesalonicenses, Pablo se niega a aceptar esta situación. Deja claro que los cristianos necesitan continuar en sus labores, porque la manera de Cristo no es la holgazanería, sino el servicio y la excelencia en el trabajo.

Tesalónica y su iglesia

Tesalónica era la capital de la provincia romana de Macedonia y un puerto marítimo grande en el Mediterráneo, con una población de más de 100.000.[2] No solo tenía un puerto natural, sino que también estaba ubicada en las rutas comerciales más importantes del norte-sur y en el camino ignaciano, la ruta que unía a Italia con las provincias del este. Las personas llegaban desde pueblos cercanos a esta gran ciudad, la cual era un centro bullicioso de comercio y filosofía. Los recursos naturales de Tesalónica incluían la madera, el grano, las frutas continentales, el oro y la plata (aunque no se sabe con seguridad si las minas de oro y plata funcionaban en el primer siglo después de Cristo). Tesalónica también estaba particularmente a favor de Roma y tenía su propio gobierno, además disfrutaba del estatus de ciudad libre. Como sus ciudadanos eran ciudadanos romanos, estaba exenta de pagarle tributo a Roma.[3]

La iglesia en Tesalónica fue fundada por Pablo y sus compañeros Timoteo y Silas durante el segundo viaje misionero en el año 50 d. C. Dios trabajó poderosamente por medio de los misioneros y muchos se volvieron cristianos. Algunos judíos creyeron (Hch 17:4), pero la mayoría de la iglesia era gentil (1Ts 1:9–10). Aunque tenía algunos miembros relativamente adinerados —como Jasón, Aristarco y algunas de “las mujeres principales” (Hch 17:4, 6–7; 20:4)—, parece que la conformaban en gran medida trabajadores manuales (1Ts 4:11) y probablemente algunos esclavos. En 2 Corintios, Pablo afirma que las “iglesias de Macedonia” se caracterizaban por una “profunda pobreza” (2Co 8:2) y la iglesia en Tesalónica habría sido una de ellas.

Las situaciones específicas que llevaron a que Pablo escribiera estas dos cartas[4] se han debatido bastante. Para nuestros propósitos, es suficiente decir que Pablo quería animar a los creyentes que estaban tratando de vivir vidas cristianas fieles en un lugar pagano y hostil. Además de las luchas comunes en contra de cosas como la idolatría y la inmoralidad sexual, también estaban confundidos respecto a los últimos tiempos, el papel del trabajo diario, y la vida de fe.

Tomado de un comercial de televisión estadounidense para un producto de limpieza de baños de una marca llamada “Scrubbing Bubbles”.

Rainer Riesner, Die Frühzeit des Apostels Paulus: Stüdien zur Chronologie, Missionsstrategie, und Theologie, en Wissenschaftliche Untersuchungen zum Neuen Testament (Tübingen: Mohr, 1994), 301.

Para más información sobre Tesalónica, ver Gene L. Green, The Letters to the Thessalonians [Las cartas a los tesalonicenses] (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 1–47.

Aquí se acepta la autoría de Pablo de 2 Tesalonicenses (2Ts 1:1; 3:17), aunque es una cuestión que se ha debatido ampliamente, como se estudia en los comentarios de propósito general. (En comparación, la autoría de Pablo de 1 Tesalonicenses no se discute tan considerablemente). En cualquier caso, el interrogante de la autoría tiene poco o nada de importancia en la contribución de cualquier carta para entender el trabajo desde la perspectiva cristiana.

La obra de fe, el final y mantener la fe (1 Tesalonicenses 1:1–4:8; 4:13–5:28; 2 Tesalonicenses 1:1–2:17)

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La obra de fe (1 Tesalonicenses 1:1–4:8)

A la luz de los problemas relacionados con el trabajo que aparecerán más adelante en las epístolas, es interesante que Pablo comienza recordando la obra de fe de los tesalonicenses, su trabajo de amor y la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo (1Ts 1:3). Pablo escribe sus cartas cuidadosamente y, por sí solo, este inicio sirve para introducir el vocabulario del trabajo en su discusión. El versículo nos recuerda que la fe no es simplemente una aceptación mental de las proposiciones del evangelio, sino que requiere trabajo. Es la respuesta de vida total a los mandatos y las promesas del Dios que nos renueva y nos empodera por medio de Su Espíritu. Aparentemente, los tesalonicenses están respondiendo bien en sus vidas diarias de fe, aunque necesitan ánimo para seguir viviendo en pureza moral (1Ts 4:1–8).

El tema del trabajo surge de nuevo en el capítulo 2, cuando Pablo les recuerda a los tesalonicenses que él y sus amigos trabajaron día y noche para no convertirse en una carga para ellos (1Ts 2:9). Pablo dice esto para que los tesalonicenses comprobaran lo importantes que eran para él, a pesar de su ausencia física. No obstante, también puede servir como una amonestación a los miembros de la congregación que tal vez estaban viviendo a costa de la generosidad de otros creyentes. Si alguien tenía derecho a recibir de los tesalonicenses, ese era Pablo, ya que su duro trabajo les había ofrecido la nueva vida de Cristo en primer lugar. Sin embargo, Pablo no recibió dinero de los tesalonicenses como compensación. En cambio, trabajó duro como comerciante, como una expresión de su interés por ellos.

El final (1 Tesalonicenses 4:13–5:28)

Luego, Pablo consuela a los tesalonicenses por las muertes que habían ocurrido en su comunidad. Los difuntos no están muertos, sino que solo duermen, porque Jesús los despertará en el último día (1Ts 4:13–18). No deben preocuparse por el día en que esto sucederá, ya que eso está en manos de Dios. Su única preocupación debe ser seguir caminando en la luz, permanecer fieles y esperanzados en medio de un mundo oscuro (1Ts 5:11). Entre otras cosas, esto significa que deben respetar a los que trabajan (1Ts 5:12–13; la referencia puede ser al “trabajo” de instruir a las personas en la fe, pero también se podría aplicar para los trabajadores en general, a diferencia de los que están desocupados) y amonestar a los holgazanes que hay entre ellos (1Ts 5:14). La promesa de vida eterna nos da más razón —no menos— para trabajar duro en esta vida, ya que el bien que hacemos permanece para siempre, porque somos “hijos del día” de la redención de Cristo, y no de la noche (1Ts 5:4–8). Cada día nos da una oportunidad de hacer “siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos” (1Ts 5:15).

Mantener la fe (2 Tesalonicenses 1:1–2:17)

En el inicio de 2 Tesalonicenses, vemos que Pablo sigue alegre porque los tesalonicenses mantienen su fe en un ambiente difícil, y los anima diciéndoles que Jesús regresará para hacer justicia (2Ts 1:1–12). Sin embargo, algunos de ellos están preocupados pensando que el día del Señor ya ha llegado y que se lo perdieron. Pablo les dice que el día no ha llegado y que de hecho, no llegará hasta que Satanás haga un último gran intento de engañar al mundo por medio del “inicuo” (posiblemente la figura que conocemos comúnmente como “el anticristo”; 2Ts 2:8). Deben cobrar ánimo: Dios juzgará a Satanás y a sus secuaces, pero les traerá bendición eterna a Sus amados hijos (2Ts 2:9–17).

El trabajo fiel (1 Tesalonicenses 4:9-12 y 2 Tesalonicenses 3:6-16)

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El tema del trabajo se trata de forma directa en 1 Tesalonicenses 4:9–12 y 2 Tesalonicenses 3:6–16.[1] Los eruditos siguen debatiendo qué condujo exactamente al problema de la desocupación en Tesalónica. Aunque nos preocupa más saber la forma en la que Pablo quiere que se solucione el problema, será útil hacer algunas conjeturas sobre cómo pudo haber surgido el problema en primer lugar.

  • Muchos creen que algunos de los tesalonicenses habían dejado de trabajar porque los últimos tiempos estaban cerca.[2] Tal vez sentían que ya estaban viviendo en el reino de Dios y no había necesidad de trabajar. O podrían haber pensado que Jesús llegaría en cualquier momento y por eso, no tenía sentido trabajar. Las cartas a los tesalonicenses hablan bastante de los malentendidos sobre los últimos tiempos, y es interesante que los pasajes acerca de la desocupación en 1 Tesalonicenses 4:9–12 y 2 Tesalonicenses 3:6–16 se encuentren en el contexto de la enseñanza sobre ese tema. Sin embargo, Pablo no hace una conexión específica entre la desocupación y la escatología.
  • Otros han propuesto que la desocupación se dio por un motivo “más noble”: las personas habían dejado sus trabajos para predicar el evangelio. (Es posible ver que esa acción se hubiera mitigado si tuvieran el fervor escatológico que se señala en la primera perspectiva).[3] Estos aspirantes a evangelistas forman un fuerte contraste con Pablo, el evangelista principal, quien a pesar de todo trabaja con sus propias manos para no convertirse en una carga para la iglesia. Las iglesias en Macedonia eran reconocidas por su fervor por el evangelismo, pero aún no es claro si los que no trabajaban en Tesalónica necesariamente estaban usando su tiempo libre para labores evangelísticas.
  • Una tercera perspectiva ve el problema como algo más sociológico que teológico.[4] Algunos trabajadores manuales estaban desempleados (ya fuera por pereza, persecución o el malestar económico general) y se habían vuelto dependientes de la caridad de otros en la iglesia. Descubrieron que la vida como clientes de un patrón rico era significativamente más fácil que la vida como trabajadores que se esfuerzan en la jornada laboral. El mandato para los cristianos de que se cuiden los unos a los otros se convirtió en un pretexto fácil para que continuaran en un estilo de vida parásito.

Es difícil escoger una de estas propuestas. Todas tienen algo que las respalda en las cartas y es sencillo ver analogías modernas en la iglesia contemporánea. Muchas personas en la actualidad subestiman el trabajo diario porque “Jesús vuelve pronto y de todos modos, todo se va a terminar”. Muchos trabajadores cristianos justifican su desempeño por debajo del estándar en que su propósito “real” en el trabajo es evangelizar a sus compañeros. Además, surgen situaciones en donde vemos la dependencia inútil de la caridad de otros, tanto en el contexto local (por ejemplo, los pastores a los que se les pide que le den dinero a un hombre cuya madre murió… por tercera vez este año) como el contexto global (por ejemplo, la cuestión de si la ayuda extranjera perjudica más de lo que ayuda).

No obstante, podemos avanzar incluso sin tener la certeza absoluta de qué es lo que estaba causando el problema de la desocupación en Tesalónica. Primero, podemos notar que las perspectivas anteriores comparten una suposición común, pero falsa: que la venida de Cristo al mundo ha disminuido radicalmente el valor del trabajo diario. Las personas estaban usando un aspecto de la enseñanza de Cristo —Su segunda venida, Su comisión de evangelizar al mundo o Su mandato de compartir en la comunidad— para justificar su desocupación. Pablo no acepta esta situación. La vida cristiana responsable acepta el trabajo, incluso el trabajo duro de un trabajador manual del primer siglo. Igualmente es claro que Pablo se altera cuando las personas se aprovechan de la generosidad de otros en la iglesia. Si las personas pueden trabajar, deben hacerlo. Finalmente, parece que la desocupación de los cristianos le dio una mala imagen a la iglesia en la comunidad pagana.

Para más información acerca de la relación entre las instrucciones sobre la pureza sexual en 1 Tesalonicenses 4:3–7 y las instrucciones en el 4:9–12, ver Traugott Holtz, Der erste Brief an die Thessalonicher en Evangelisch-katholischer Kommentar zum Neuen Testament (Zürich: Benziger, 1986), 161–62; Karl P. Donfried, “The Cults of Thessalonica and the Thessalonian Correspondence” [Los cultos de Tesalónica y la correspondencia tesalonicense], New Testament Studies [Estudios del Nuevo Testamento] 31, nº 3 (1985): 341–42; y Earl J. Richard, First and Second Thessalonians, Sacra Pagina [Primera y segunda a los Tesalonicenses, Sacra Pagina] (Collegeville: Michael Glazier, 1995), 194, 202.

Ver, por ejemplo, G. Agrell, Work, Toil and Sustenance: An Examination of the View of Work in the New Testament, Taking into Consideration Views Found in Old Testament, Intertestamental and Early Rabbinic Writings [El trabajo, el esfuerzo y el sustento: un análisis de la perspectiva del trabajo en el Nuevo Testamento, teniendo en cuenta los puntos de vista que se encuentran en escritos del Antiguo Testamento, intertestamentarios y rabínicos antiguos], traducción de S. Westerholm y G. Agrell (Lund: Ohlssons, 1976), 122–23; John A. Bailey, “Who Wrote II Thessalonians?” [¿Quién escribió 2 Tesalonicenses?] New Testament Studies [Estudios del Nuevo Testamento] 25, nº 02 (1979): 137; Peter Müller, Anfänge der Paulusschule: Dargestellt am zweiten Thessalonicherbrief und am Kolosserbrief, in Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen Testaments (Zúrich: Theologischer, 1988), 162–67; K. Romanuik, “Les Thessaloniciens étaient-ils des parassuex?” Ephemerides Theologicae Lovanienses 69 (1993): 142–45; y A. M. Okorie, “The Pauline Work Ethic in 1 and 2 Thessalonians” [La ética laboral de Pablo en 1 y 2 Tesalonicenses], Deltio Biblikon Meleton 14 (1995): 63–64.

Ver, por ejemplo, John Barclay, “Conflict in Thessalonica” [El conflicto en Tesalónica], Catholic Biblical Quarterly [Publicación católica trimestral] 55 (1993), 512–30; Trevor J. Burke, Family Matters: A Socio-Historical Study of Kinship Metaphors in 1 Thessalonians [Temas de familia: un estudio sociohistórico de las metáforas del parentesco en 1 Tesalonicenses] (Londres: T&T Clark, 2003), 213ff.

Ver, con diferentes puntos de énfasis, D. E. Aune, “Trouble in Thessalonica: An Exegetical Study of 1 Thess. 4:9–12, 5:12–14 and II Thess. 6:6–15 in Light of First-Century Social Conditions” [El problema en Tesalónica: un estudio exegético de 1Ts 4:9–12, 5:12–14 y 2Ts 6:6–15 a la luz de las condiciones sociales del primer siglo], Tesis de Maestría en teología (Regent College, 1989); Colin R. Nicholl, From Hope to Despair: Situating 1 & 2 Thessalonians [De la esperanza al desespero: contextualización de 1 y 2 Tesalonicenses], Society for New Testament Studies Monograph Series [Serie de monografías de la Sociedad de estudios del Nuevo Testamento] (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 157ff; Ben Witherington, 1 and 2 Thessalonians: A Socio-Rhetorical Commentary [1 y 2 Tesalonicenses: un comentario sociorretórico] (Grand Rapids, Eerdmans, 2006), 43–44.

Se espera que los cristianos trabajen (1 Tesalonicenses 4:9-12; 5:14)

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Se espera que los cristianos trabajen en la medida en que lo puedan hacer

Pablo recalca que Dios espera que cada cristiano que puede trabajar, lo haga (1Ts 4:11–12). Él exhorta a los tesalonicenses a que trabajen con sus manos (1Ts 4:11) y a que “no tengan que depender de nadie” (1Ts 4:12, NVI). En vez de evitar el trabajo, los cristianos tesalonicenses deben ser diligentes, trabajando para ganar su propio sustento y así, evitar ponerles cargas indebidas a otros. La vida de un trabajador manual en una ciudad grecorromana era difícil según los estándares modernos y antiguos, y debe haberles parecido atractiva la idea de que tal vez no era necesario trabajar. Sin embargo, dejar el trabajo para vivir del trabajo de otros es inaceptable. Es sorprendente que el trato que Pablo le da a este tema en 1 Tesalonicenses está enmarcado en términos del “amor fraternal” (1Ts 4:9). La idea es simplemente que el amor y el respeto son esenciales en las relaciones cristianas, y que vivir de la caridad de otros innecesariamente no es muy amoroso ni respetuoso con los hermanos o hermanas caritativos.

Es importante recordar que el trabajo no siempre conlleva una remuneración. Muchas formas de trabajo —cocinar, limpiar, reparar, embellecer, criar hijos, entrenar jóvenes y miles de otros— cumplen las necesidades de la familia o la comunidad, pero no reciben remuneración. Otros —como las artes— pueden ofrecerse sin costo o con precios demasiado bajos para sustentar a los que las realizan. Sin embargo, todas son trabajos. No se espera necesariamente que los cristianos ganen dinero, sino que trabajen para sustentarse a sí mismos, sus familias, la iglesia y la comunidad.

El mandato de la creación sigue vigente

El mandato de Génesis 2:15 (“Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara”) todavía sigue vigente. El trabajo de Cristo no ha eliminado ni reemplazado el trabajo original de la humanidad, sino que lo ha hecho más fructífero y finalmente valioso. Es posible que Pablo tenga en mente el texto de Génesis 2:15 cuando se refiere a los que están desocupados con el adjetivo, el adverbio y el verbo griego que se derivan de la raíz atakt- (“desorden”) en 1 Tesalonicenses 5:14, 2 Tesalonicenses 3:6 y 11, y 1 Tesalonicenses 5:7, respectivamente. Todas estas palabras describen el comportamiento de los desocupados como desordenado, revelando una “actitud irresponsable frente a la obligación de trabajar”.[1] El orden que se quebranta puede ser el mandato de trabajar en Génesis 2.

La insistencia de Pablo en la validez continua del trabajo no es una concesión frente a una agenda burguesa, sino que refleja una perspectiva equilibrada del “ya pero todavía no” del reino de Dios. El reino de Dios ya vino a la tierra en la persona de Jesús, pero no se ha completado (1Ts 4:9–10). Cuando los cristianos trabajan con diligencia y excelencia, demuestran que el reino de Dios no es una fantasía escapista, sino un cumplimiento de la realidad más profunda del mundo.

Los cristianos deben trabajar con excelencia

Dada la importancia del trabajo, los cristianos deben ser los mejores trabajadores. Una de las consecuencias de no trabajar con excelencia, es que pueden desprestigiar a la iglesia. Muchos cínicos en el mundo grecorromano abandonaron sus trabajos, un comportamiento que se consideraba como deshonroso en la comunidad.[2]

Pablo está consciente de que cuando los cristianos evaden su responsabilidad de trabajar, se desvirtúa el prestigio de la iglesia como un todo. En 1 Tesalonicenses 4:11–12, es evidente que le preocupa que la sociedad se está formando una imagen incorrecta de la iglesia. Su preocupación tiene mucho sentido en el contexto del mundo grecorromano, ya que lo que estaba ocurriendo en la iglesia en Tesalónica no solo se encontraba por debajo de los estándares sociales de decencia, sino que también hacía que los cristianos caritativos fueran vistos como ingenuos y tontos. Pablo no quiere que los cristianos se queden por debajo de los estándares de la sociedad en lo que respecta al trabajo, sino que los superen. Además, al no cumplir su función dentro de la sociedad, están en peligro de suscitar más rumores y resentimiento contra los cristianos. Pablo anhela que los que persiguen a la iglesia no tengan razones legítimas para ser hostiles. Con respecto al trabajo, los cristianos deberían ser ciudadanos modelo. Al poner en disciplina a los desocupados, la iglesia en realidad se está distanciando de su comportamiento incorrecto.

Los cristianos maduros deben ser ejemplo para los cristianos jóvenes de lo que es una buena ética laboral. Aunque Pablo sabía que el ministro del evangelio tenía derecho a ser sustentado financieramente (1Ti 5:17–18), él mismo se rehusó a echar mano de ello (1Ts 2:9; 2Ts 3:8). Vio que era necesario ser ejemplo para los nuevos creyentes de cómo es la vida cristiana, y eso significaba unirse a ellos en el trabajo. Comúnmente, los filósofos itinerantes en el mundo grecorromano les ponían cargas financieras a sus convertidos, pero a Pablo no le interesaba tener una vida fácil o proyectar una imagen de superioridad por sus tareas espirituales. El liderazgo cristiano es un liderazgo de servicio, incluso en el ámbito del trabajo.

El trabajo manual y el trabajo duro son honorables

Pablo estaba promoviendo una perspectiva positiva del trabajo duro que iba en contra de la cultura. El mundo grecorromano tenía una perspectiva muy negativa del trabajo manual.[3] En cierta medida, esto es entendible teniendo en cuenta lo desagradables que eran los lugares de trabajo manual urbanos. Si la desocupación en Tesalónica era en efecto entre los trabajadores manuales, es sencillo entender lo fácil que debió ser racionalizar esta explotación de la caridad de sus hermanos en vez de regresar a sus lugares de trabajo. Al fin y al cabo, ¿no eran todos los cristianos iguales en Cristo? Sin embargo, Pablo no tiene tiempo para racionalizaciones. Él trata el tema desde una perspectiva arraigada fuertemente en el Antiguo Testamento, donde se muestra a Dios creando a Adán para trabajar, y el trabajo manual de Adán no está separado de la adoración, sino que es una forma de adorar. El punto de vista de Pablo es que el trabajo manual está a la altura de los cristianos, y Pablo mismo había hecho lo que demandaba que hicieran estos hermanos desocupados. El apóstol simplemente ve el trabajo como una forma en la que los creyentes pueden honrar a Dios, mostrarle amor a los demás cristianos y mostrar el poder transformador del evangelio a los de afuera. Quiere que los hermanos desocupados acepten su perspectiva y se conviertan en un ejemplo admirable, no deshonroso, para sus contemporáneos no creyentes.

Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, y Geoffrey William Bromiley, eds., Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario teológico del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), 8:48. Para consultar un estudio útil, ver Ceslas Spicq, “Les Thessalonicien ‘inquiets’ etaientils des parrassuex?” Studia theologica 10 (1956): 1–13.

Ver Abraham J. Malherbe, The Letters to the Thessalonians, Anchor Bible [Las cartas a los tesalonicenses, Biblia Anchor] (Nueva York: Doubleday, 2000), 258–29; íd., Paul and the Thessalonians: The Philosophic Tradition of Pastoral Care [Pablo y los tesalonicenses: la tradición filosófica del cuidado pastoral] (Philadelphia: Fortress, 1987), 99–107.

Ver, por ejemplo, Gustav Wohlenberg, Der erste und zweite Thessalonicherbrief, Kommentar zum Neuen Testament (Leipzig: Deichert, 1903), 93; I. Howard Marshall, 1 and 2 Thessalonians [1 y 2 Tesalonicenses], New Century Bible Commentary [Comentario bíblico Nuevo Siglo] (Londres: Marshall, Morgan, and Scott, 1983), 223; Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessalonians [La primera y la segunda epístola a los tesalonicenses], 2ª ed., British New Testament Conference [Conferencia británica sobre el Nuevo Testamento] (Londres: A & C Black, 1986), 338.

Los que en verdad no pueden trabajar deben recibir ayuda (1 Tesalonicenses 4:9-10)

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Pablo es defensor de la asistencia social y la caridad, pero solo para los que en realidad los necesitan. Él ve con claridad que las primeras manifestaciones de provisión para los cristianos tesalonicenses desempleados son expresiones correctas del amor cristiano (1Ts 4:9–10). Además, incluso después de que algunos explotaran de forma egoísta la expresión de amor de otros, sigue animando a la iglesia a que continúe haciendo el bien, dándole a los que tienen necesidades genuinas (2Ts 3:13). No habría sido difícil que los benefactores se desilusionaran de la caridad en general y dejaran de dar en el futuro.

El factor clave para determinar si un desempleado era digno de caridad o ayuda era que tuviera disposición para trabajar (2Ts 3:10). Algunas personas, aunque son perfectamente capaces de trabajar, no lo hacen simplemente porque no quieren hacerlo, y no merecen recibir ayuda financiera o material. Por el contrario, algunos no pueden trabajar debido a alguna incapacidad o circunstancia atenuante, y ellos sí merecen recibir ayuda financiera y material. El versículo 13 asume que existen casos que realmente requieren la caridad de la iglesia de Tesalónica.

Desde luego, es difícil determinar en realidad quién está holgazaneando y quién desea trabajar o encontrar un trabajo pero realmente no lo puede hacer. Si a los miembros cercanos de la iglesia en Tesalónica se les dificultaba discernir quiénes entre ellos eran merecedores de recibir apoyo financiero, imagine cuánto más difícil es en una ciudad, provincia o nación moderna extensa. Esta realidad ha desembocado en profundas divisiones entre los cristianos con respecto a la política social, de la forma en que se practica tanto en la iglesia como en el Estado. Algunos prefieren errar por misericordiosos, permitiendo que las personas en aparente dificultad financiera tengan un acceso relativamente fácil y generoso a los beneficios, algunas veces a largo plazo. Otros prefieren errar por laboriosidad, requiriendo pruebas relativamente rigurosas de que la dificultad se debe a factores que se le salen de control al que recibe la ayuda, y proveyendo beneficios limitados en cantidad y duración. Una cuestión que ha sido objeto particular de polémica es la ayuda a las madres solteras con hijos pequeños y la ayuda a personas que han estado desempleadas por largos períodos durante recesiones económicas. ¿Este apoyo cuida a los miembros más vulnerables de la sociedad, particularmente a los niños en familias vulnerables? ¿O en cambio subsidia una cultura de abandono laboral perjudicando al individuo y la comunidad? Estos son temas difíciles y constituyen retos. Pasajes bíblicos como los que están en las cartas a los tesalonicenses, deberían ser protagonistas en la perspectiva social y política de los cristianos. Nuestras conclusiones pueden ponernos en oposición con otros cristianos, pero esta no es necesariamente una causa para dejar de participar en los ámbitos político y social. Sin embargo, debemos involucrarnos en el discurso político y social con respeto, amabilidad, una humildad sana consciente de que nuestras opiniones no son infalibles, y una consciencia de que los mismos pasajes pueden llevar a otros creyentes a conclusiones diferentes. Las cartas a los tesalonicenses revelan los valores y pensamientos de Dios aplicados al contexto antiguo de Tesalónica. Sin embargo, no constituyen un programa de partido o un programa social indiscutible que se pueda aplicar de la misma manera en los contextos actuales, los cuales son muy diferentes.

Es claro que Pablo tiene en mente que todos los cristianos tesalonicenses deben trabajar en la medida en que lo puedan hacer y que la iglesia debe cuidar a los que realmente tienen necesidad. Quiere que las finanzas de los benefactores en la iglesia sean usadas estratégicamente, no desperdiciadas de forma inútil. De hecho, si los desocupados vuelven a trabajar, también tendrán la posibilidad de ser dadores en vez de receptores, y la capacidad de la iglesia para esparcir el evangelio y ministrar al pobre y necesitado dentro y fuera de la iglesia se incrementará. La insistencia de la Biblia respecto a que los cristianos deben trabajar para sustentarse a sí mismos cuando sea posible, tiene en la mira finalmente la extensión del reino de Dios en la tierra.

La desocupación (2 Tesalonicenses 3:6-15)

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La desocupación es un asunto de la comunidad cristiana, no solo de cada individuo

Las palabras de 2 Tesalonicenses 3:10 son fundamentales: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”. Dios considera el dejar de trabajar como una ofensa grave, tan grave que la iglesia está llamada a corregir a sus miembros desocupados. Pablo exhorta a la iglesia a “que amonestéis” a los que evaden su obligación de trabajar (1Ts 5:14) y manda “en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” en 2 Tesalonicenses 3:6–15 que la iglesia discipline a los hermanos ofensores. La disciplina es relativamente dura, lo que demuestra que la desocupación no era algo insignificante para Pablo. La iglesia está llamada a “disociarse” de los que eluden su responsabilidad de trabajar, lo que probablemente quiere decir que deben evitar incluirlos cuando se reúnen juntos en comunión cristiana. Desde luego, la intención era provocar una corta y fuerte conmoción en los hermanos ofensores alejándolos y de este modo, hacer que volvieran al camino correcto.

La desocupación conduce a la maldad

Las consecuencias negativas de eludir el trabajo van más allá de la carga que se les impone a otros. Los que evitan trabajan comúnmente terminan dedicándole su tiempo a actividades malsanas. La exhortación de Pablo a los trabajadores manuales tesalonicenses a “que tengáis por vuestra ambición el llevar una vida tranquila” y “os ocupéis en vuestros propios asuntos” (1Ts 4:11) da a entender lo que dice explícitamente 2 Tesalonicenses 3:11, “oímos que algunos entre vosotros andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo”. La palabra griega periergazomai (que se traduce como “metiéndose en todo”) se refiere a entrometerse en los asuntos de otras personas.[1] Pablo expresa una idea similar en 1 Timoteo 5:13, donde habla de que la iglesia sustenta a las viudas más jóvenes que “no [son] sólo ociosas, sino también charlatanas y entrometidas, hablando de cosas que no son dignas”. Parece que los desocupados en Tesalónica estaban interfiriendo en los asuntos de otras personas y eran contenciosos. La desocupación cría problemas.

Johannes P. Louw y Eugene A. Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains [Diccionario de griego-inglés del Nuevo Testamento basado en campos semánticos], 2 volúmenes (Nueva York: UBS, 1988), §88.243; Horst Balz y Gerhard Schneider, Exegetical Dictionary of the New Testament [Diccionario exegético del Nuevo Testamento], 3 volúmenes, traducción de J. W. Medendorp y Douglas W. Scott (Grand Rapids: Eerdmans, 1990–93), 3:73.

Conclusión de 1 y 2 Tesalonicenses

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Los temas laborales están entrelazados en las estructuras de las cartas a los Tesalonicenses. Estos son más visibles en algunos pasajes explícitos y especialmente en 2 Tesalonicenses. El principio que cimenta ambas cartas es que los cristianos somos llamados a trabajar en la medida en que podamos hacerlo. El trabajo es necesario para poner el alimento sobre la mesa, así que los que comen deben ser trabajadores. Además, el trabajo es honorable, al reflejar el propósito de Dios para la humanidad en la creación. No todos tienen la misma capacidad para trabajar, así que la medida de trabajo no está determinada por la cantidad de logros, sino por la actitud de servicio y el compromiso con la excelencia. Por lo tanto, los que trabajan tan bien y tan duro como pueden, participan plenamente en la abundancia de la comunidad. Por el otro lado, los que eluden su labor de trabajar deben ser confrontados por la iglesia. Si siguen en su desocupación, no deben recibir su sustento por medio de otros. Como último recurso, incluso deberían ser expulsados de la comunidad, ya que la desocupación no solo lleva a consumir el fruto del trabajo de otros, sino también a la perturbación de la comunidad con la intromisión, el chisme y el entorpecimiento.