La parábola de los dos hijos (Mateo 21:28-41)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

La parábola de los dos hijos (Mt 21:28–32) se trata de dos hermanos a quienes su padre les pide que vayan a trabajar en su viña. Uno de ellos responde que lo hará, pero no lo hace. El otro le dice a su padre que no irá, pero termina trabajando todo el día en la viña. Entonces, Jesús pregunta: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad de su padre?” La respuesta es clara: el que en efecto fue a trabajar, aunque inicialmente se rehusara a hacerlo. Esta parábola es la continuación de historias anteriores en Mateo acerca de las personas que en realidad son parte del reino de Dios. Jesús les dice a los líderes religiosos en la audiencia: “los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que vosotros” (Mt 21:31).[1]  Las personas que parecen menos religiosas entrarán al reino de Dios antes que los líderes religiosos porque, a fin de cuentas, ellos son los que hacen la voluntad de Dios.

En el trabajo, esto nos recuerda que las acciones hablan más fuerte que las palabras. Muchas organizaciones tienen una declaración de objetivos que dice que sus propósitos principales son el servicio al cliente, la calidad del producto, la integridad civil, las personas como prioridad y cosas similares. Sin embargo, el servicio, la calidad y la integridad de muchas de esas organizaciones son deficientes, igual que las relaciones con sus empleados. Los individuos pueden hacer lo mismo, elogiando sus planes pero fallando al implementarlos. Las organizaciones y los individuos que caen en esta trampa pueden tener buenas intenciones y puede que no reconozcan que no están viviendo a la altura de su propia retórica. Los lugares de trabajo necesitan tanto sistemas eficientes para implementar su misión y metas, como sistemas de monitoreo imparciales que den una retroalimentación sin adornos.

Jesús ilustra esto en el versículo 21:32: los líderes religiosos habían escuchado a Juan el bautista pero lo despreciaron; los cobradores de impuestos lo escucharon, le creyeron, se arrepintieron y fueron bautizados. Los líderes religiosos se negaron a escuchar el mensaje del profeta y a arrepentirse, excluyéndose a sí mismos del reino de Dios.