Un extranjero en tierra extraña (Juan 18-20)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En vez de arriesgarnos a reducir la narrativa apasionada de Juan a un texto de prueba descontextualizado para cuestiones laborales, abordaremos un solo versículo que es tan importante por lo que no dice como por lo que dice: “Jesús respondió [a Pilato]: Mi reino no es de este mundo. Si Mi reino fuera de este mundo, entonces Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora Mi reino no es de aquí” (Jn 18:36). En el lado positivo, encontramos aquí un resumen maravilloso de la pasión de Cristo. Jesús está proclamando que Él es el rey en verdad, pero no la clase de rey que puede ser reconocido por un político astuto como Pilato. Si Jesús debe sacrificarse por la vida del mundo, lo hará. Y de hecho debe sacrificarse a Sí mismo, porque Su realeza, que es tanto absoluta como abnegada, hará que inevitablemente los poderes del momento le den una sentencia de muerte.

Pero es igualmente importante reconocer lo que Jesús no está proclamando. Él no está diciendo que Su reino es una experiencia religiosa interna y efímera que no afecta las cuestiones económicas, políticas o sociales en el mundo real. La traducción PDT indica que Su reino no pertenece a este mundo (Jn 18:36). Su gobierno —así como Él mismo— se origina en el cielo. Pero ha venido a la tierra y Su reino es un reino real en esta tierra, más real de lo que incluso Roma podría ser. Su reino en la tierra tiene un conjunto diferente de principios operacionales. Está trabajando poderosamente dentro del mundo, pero no recibe sus órdenes de los gobernantes actuales del mundo. Jesús no explica en el momento lo que significa para Su reino ser de otro mundo pero estar en el mundo que Él mismo creó. Sin embargo, lo revela en términos vívidos más adelante, en la visión que se registra en Apocalipsis 21 y 22 cuando la Nueva Jerusalén viene del cielo. El reino de Jesús desciende para tomar su lugar legítimo como la capital de este mundo, en donde todos Sus discípulos tienen un hogar eterno. Siempre que Jesús habla acerca de la vida eterna o el reino de Dios, se está refiriendo a la tierra que habitamos ahora, transformada y perfeccionada por el Verbo y el poder de Dios.