El trabajo y la productividad (Juan 14-17)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

La metáfora de la vid y los sarmientos comienza con la bendición de una relación con Jesús y por medio de Él con el Padre (Jn 15:1). “Como el Padre me ha amado, así también Yo os he amado; permaneced en Mi amor” (Jn 15:9). Sin embargo, el resultado de este amor no es una felicidad pasiva sino un trabajo productivo, expresado de forma metafórica como dar fruto. “El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto” (Jn 15:5). El Dios que produjo el universo quiere que Su pueblo también sea productivo. “En esto es glorificado Mi Padre, en que deis mucho fruto” (Jn 15:8). Nuestra habilidad para realizar trabajos que hacen una diferencia que perdura en el mundo es un regalo grandioso de Dios. “Yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre os lo conceda” (Jn 15:16). La promesa de eficacia es un reflejo de la promesa anterior de Jesús: “el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará” (Jn 14:12).

Algunas veces se cree que el fruto que dan los seguidores de Jesús se refiere a más convertidos al cristianismo. Entonces, las obras “aún mayores que éstas” serían “más convertidos de los que Yo mismo gané”. Esta es una verdad para aquellos llamados al evangelismo. Si Jesús solo les está hablando a los apóstoles en este pasaje —quienes fueron designados para predicar las buenas nuevas— entonces tal vez el fruto se refiere solo a personas convertidas. Pero si está hablándole a creyentes en general, entonces el fruto debe referirse a toda la variedad de trabajos a los cuales son llamados los creyentes. Ya que todo el mundo fue creado por medio de Él, “las obras que Yo hago” incluyen todas las clases imaginables de buen trabajo. Para nosotros, hacer obras “mayores que éstas” que se habían visto hasta entonces, podría significar diseñar mejor software, alimentar a más personas, educar estudiantes más sabios, mejorar la eficacia de las organizaciones, incrementar la satisfacción al cliente, emplear el capital de manera más productiva y gobernar las naciones de forma más justa. El valor de dar fruto no se encuentra en si trabajamos en negocios, en el gobierno, en servicios de salud, educación, religión o cualquier otro ámbito. El valor se encuentra en si nuestro trabajo suple las necesidades de las personas. “Esto os mando: que os améis los unos a los otros” (Jn 15:17). El servicio es la forma activa del amor.