El liderazgo y la toma de decisiones en la comunidad cristiana (Hechos 15)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Un ejemplo de la reorientación radical de las interacciones sociales en la comunidad cristiana surge durante una disputa profunda acerca de si los cristianos gentiles debían adoptar las leyes y costumbres judías. En la sociedad romana jerárquica, el patrón de una organización social tomaría tal decisión por sus seguidores, tal vez después de escuchar varias opiniones. Pero en la comunidad cristiana, las decisiones importantes las toma el grupo como un todo, basándose en su igualdad de acceso a la guía del Espíritu Santo.

En realidad, la disputa comienza en el capítulo 11. Pedro recibe la sorprendente revelación de que Dios les está ofreciendo “el arrepentimiento que conduce a la vida” (Hch 11:18) a los gentiles sin obligarlos a que se conviertan primero al judaísmo. Pero cuando viaja a Jerusalén en compañía de algunos hombres no circuncidados (gentiles), algunos de los cristianos de lugar se quejan de que está violando la ley judía (Hch 11:1–2). Cuando se le cuestiona de esta manera, Pedro no se enoja ni trata de enseñorearse sobre ellos recordándoles su posición de líder entre los discípulos de Jesús y tampoco menosprecia sus opiniones ni impugna sus motivaciones. En vez de eso, cuenta la historia de lo que sucedió, lo que hizo que llegara a esta conclusión, y cómo ve la mano de Dios en ello: “si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios?” (Hch 11:17). Note que se presenta a sí mismo no como un sabio ni moralmente superior, sino como alguien que estuvo a punto de cometer un grave error hasta que Dios lo corrigió.

Entonces deja que sus contendientes respondan. Habiendo escuchado la experiencia de Pedro, no reaccionan a la defensiva, no cuestionan la autoridad de Pedro en el nombre de Jacobo (el hermano de Jesús y líder de la iglesia de Jerusalén) y no lo acusan de excederse en su autoridad. En cambio, ellos también buscan la mano de Dios en el trabajo y llegan a la misma conclusión que Pedro. Lo que comenzó como una confrontación termina con hermandad y alabanza. “Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios” (Hch 11:18). No podemos esperar que todas las disputas se resuelvan tan amigablemente, pero podemos ver que cuando las personas reconocen y exploran la gracia de Dios en la vida de los demás, hay muchas razones para esperar un resultado mutuamente edificante.

Pedro sale de Jerusalén luego de reconciliarse con sus anteriores antagonistas, pero quedan algunos en Judea que siguen enseñando que los gentiles deben convertirse al judaísmo primero diciendo, “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hch 15:1). Pablo y Bernabé están en Antioquía en ese momento e igual que Pedro, han experimentado la gracia de Dios para los gentiles sin la necesidad de que se conviertan al judaísmo. El texto nos dice que la división era grave, pero se tomó una decisión mutua de buscar la sabiduría de la comunidad cristiana en conjunto. “Como Pablo y Bernabé tuvieron gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión” (Hch 15:2).

Ellos llegaron a Jerusalén y fueron recibidos cálidamente por los apóstoles y los ancianos (Hch 15:4). Los que tenían una opinión diferente —que los gentiles debían convertirse al judaísmo primero— también están presentes (Hch 15:5). Todos deciden reunirse para considerar el tema y  hacen un debate dinámico (Hch 15:6). Entonces, Pedro, quien por supuesto está entre los apóstoles en Jerusalén, repite la historia de cómo Dios le reveló Su gracia para los gentiles sin la necesidad de convertirse al judaísmo (Hch 15:7). Pablo y Bernabé hablan de su experiencia al respecto centrándose también en lo que Dios está haciendo y no se atribuyen una sabiduría o autoridad superior (Hch 15:12). A todos los que hablan se les escucha de manera respetuosa. Entonces, el grupo considera lo que cada uno ha dicho a la luz de la Escritura (Hch 15:15–17). Jacobo, sirviendo como la cabeza de la iglesia en Jerusalén, propone una solución: “Yo opino que no molestemos a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre” (Hch 15:19–20).

Si Jacobo estuviera ejerciendo la autoridad como un patrón romano, ese habría sido el fin de la discusión, ya que solo por su estatus se habría concluido la respuesta. Pero esta no es la manera en la que se llega a una decisión en la comunidad cristiana. La comunidad acepta su decisión pero como un tema de acuerdo, no de mandato. No solo la opinión de Jacobo sino la de todos los líderes —de hecho, toda la iglesia— se tiene en cuenta en la decisión. “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia…” (Hch 15:22). Y cuando les comunicaron a las iglesias gentiles su decisión de “no imponeros mayor carga” (Hch 15:28b), lo hacen en el nombre de todo el cuerpo, no en nombre de Jacobo como patrón. “Nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a vosotros” (Hch 15:25). Además, no se atribuyen una autoridad personal, sino que dicen que han tratado de ser obedientes al Espíritu Santo: “Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros...” (Hch 15:28a). La palabra pareció indica una humildad acerca de su decisión, destacando que han renunciado al sistema de clientelismo romano con sus atribuciones de poder, prestigio y estatus.

Antes de terminar con este episodio, analizaremos un elemento más. Los líderes en Jerusalén muestran una gentileza extraordinaria frente a la experiencia de los trabajadores en el campo —Pedro, Pablo y Bernabé—, quienes sirven solos lejos de las sedes principales, cada uno enfrentando una situación particular que requería una decisión práctica. Los líderes en Jerusalén respetaban bastante su experiencia y juicio y expresaban cuidadosamente los principios que debían orientar las decisiones (Hch 15:19–21), pero delegan la toma de decisiones a los que están más cerca de la acción y confirman las decisiones que toman Pedro, Pablo y Bernabé en el campo. De nuevo, esto representa la salida del sistema de clientelismo romano, el cual concentraba el poder y la autoridad en las manos del patrón.

Los efectos favorables de la educación unificada acerca de la misión, los principios y los valores junto con la delegación localizada de la toma de decisiones y acciones son bien conocidos debido a que han sido adoptados ampliamente por instituciones de negocios, militares, educativas, sin fines lucrativos y gubernamentales en la segunda mitad del siglo veinte. Esto ha transformado de forma radical la administración de casi todo tipo de organizaciones. El despliegue resultante de creatividad, productividad y servicio humanos no sería una sorpresa para los líderes de la iglesia primitiva, quienes experimentaron la misma explosión en la expansión rápida de la iglesia en la época de los apóstoles.

Sin embargo, no es claro si las iglesias en la actualidad han adoptado completamente esta lección respecto a la actividad económica. Por ejemplo, es común que los cristianos que trabajan en países en desarrollo se quejen de que las posturas rígidas de las iglesias que se encuentran en los países desarrollados representan un obstáculo para ellos. Los boicot bien intencionados, las normas de comercio justo y otras tácticas de presión pueden tener consecuencias opuestas a lo esperado. Por ejemplo, un misionero para el desarrollo económico en Bangladesh reportó resultados negativos por causa de la imposición de las restricciones de trabajo infantil por parte de su organización patrocinadora en los Estados Unidos. A una compañía a la que estaba ayudando a desarrollarse se le solicitó que dejara de comprar materiales que fueran producidos por trabajadores menores de dieciséis años. Uno de sus proveedores era una compañía conformada por dos hermanos adolescentes. Debido a las nuevas restricciones, la compañía tuvo que dejar de comprarles partes a los hermanos, lo que dejó a la familia sin una fuente de ingresos. Por esto, su madre tuvo que volver a la prostitución, lo que empeoró aún más la situación para ella, los hermanos y el resto de la familia. Más adelante, el misionero dijo: “lo que necesitamos de la iglesia en los Estados Unidos es una hermandad que no sea opresora. Tener que cumplir lo que ordenan los cristianos bien intencionados de Occidente implica que perjudiquemos a las personas en nuestro país”.[1]

El nombre de la fuente se reserva a petición suya debido a preocupaciones en materia de seguridad. Notas tomadas por William Messenger en la conferencia del proyecto de la Teología del Trabajo, Hong Kong, Julio 29 del 2010.