Un choque de reinos: la comunidad y el poder (Hechos 5-7)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Los eventos del libro de Hechos tienen lugar en la realidad terrenal de una comunidad genuina y no encubre la amenaza que representan los efectos del pecado sobre las comunidades. Las dos amenazas principales para la comunidad cristiana que presenta Lucas son temas relacionadas con los recursos. Como veremos, Ananías y Safira y el sector de la comunidad que habla hebreo/arameo caen en pecado en relación con la mayordomía de los recursos y el poder. Para Lucas, este defecto amenaza la vida misma de la comunidad.

Ananías y Safira: un caso de identidad maliciosa (Hechos 5:1-11)

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La muerte de Ananías y Safira (Hch 5:1–11) es espantosa y desconcertante. Los dos, una pareja de esposos, venden una parte de su propiedad y dan públicamente lo recaudado a la comunidad. Sin embargo, guardan en secreto una parte del dinero para ellos mismos. Pedro se da cuenta del engaño y los conforta a cada uno por separado y con solo escuchar la acusación, caen muertos instantáneamente. Para nuestra perspectiva, su destino parece fuera de proporción respecto a su infracción. Pedro reconoce que no tenían ninguna obligación de donar el dinero diciendo, “Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder?” (Hch 5:4). La propiedad privada no se ha abolido e incluso los que hacen parte de la comunidad del amor por el prójimo pueden decidir legítimamente si conservan los recursos que Dios les ha confiado. Entonces, ¿por qué la mentira acerca del dinero causó la muerte instantánea?

Se han hecho muchos intentos para describir la razón de su muerte e incluso para nombrar el pecado que cometieron.[1] Parece, fundamentalmente, que la transgresión de Ananías y Safira es ser miembros falsos de la comunidad. Como lo plantea el erudito Scott Bartchy, “al mentir para obtener una honra que no habían ganado, Ananías y Safira se deshonraron y se pusieron en vergüenza como patrones y además, demostraron que no pertenecían a la comunidad, no eran de la familia”.[2] Los dos son tanto avaros como impostores.[3]

Su engaño demuestra que todavía actúan como miembros del sistema romano del clientelismo, mientras aparentan haberse convertido en miembros del sistema cristiano de amor por el prójimo. Intentan parecerse a Bernabé imitando su ejemplo de centrarse en los demás en cuanto a la mayordomía de los recursos (Hch 4:36–37). Pero de hecho su motivación es ganar honra para ellos mismos a un bajo costo. Al hacerlo, actúan como parte de la economía romana de los patrones. Se muestran generosos, pero dan para ganar estatus, no por amor. Además, Pedro interpreta la mentira acerca de la mayordomía de los recursos como una mentira al Espíritu Santo y a Dios (Hch 5:3–4). ¡Qué impresionante que mentirle a la comunidad se equipare con mentirle al Espíritu de Dios! Y una mentira acerca de los recursos es tan grave como una mentira acerca de las cuestiones “religiosas”. Ya hemos visto que uno de los papeles principales del Espíritu Santo es constituir el pueblo de Dios en una comunidad que use los recursos con un interés profundo por otros. Entonces, no es sorprendente que el acto falso de generosidad de Ananías y Safira se represente como una falsificación del trabajo del Espíritu. Su generosidad falsa y su intento de engañar al Espíritu Santo son una amenaza para la identidad de la comunidad cristiana. Este es un recordatorio serio de los riesgos graves relacionados con la comunidad cristiana y con nuestra participación dentro de ella.

El engaño de Ananías y Safira se da en el ámbito del dinero. ¿Qué pasaría si ocurriera en el ámbito del trabajo? ¿Qué habría pasado si hubieran fingido servir a sus maestros como si sirvieran a Dios (Col 3:22–24), o tratar a sus subordinados de forma justa (Col 3:25), o participar en el conflicto de forma honesta (Mt 18:15–17)? ¿Engañar a la comunidad cristiana sobre tales cuestiones habría constituido una amenaza similarmente inaceptable para la comunidad

Lucas no reporta ningún caso como estos en Hechos, pero se aplica el mismo principio. Pertenecer genuinamente a la comunidad cristiana conlleva un cambio esencial en nuestra orientación. Ahora en todo lo que hacemos —incluyendo el trabajo— buscamos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no incrementar nuestro estatus social, riqueza y poder.

Para consultar alternativas de interpretación ver Joseph A. Fitzmyer, The Acts of the Apostles [Los Hechos de los apóstoles], The Anchor Bible [La biblia Anchor] (Nueva York: Doubleday, 1998), 318–19.

S. Scott Bartchy, “Community of Goods in Acts: Idealization or Social Reality?” [La comunidad de bienes en Hechos: ¿una idealización o una realidad social?] en The Future of Early Christianity: Essays in Honor of Helmut Koester [El futuro de la cristiandad primitiva: ensayos en honor a Helmut Koester], ed. Birger A. Pearson, A. Thomas Krabel, George W. E. Nickelsburg y Norman R. Petersen (Minneapolis: Fortress Press, 1991), 316.

Para consultar un trato más completo de esta narrativa con respecto a las implicaciones económicas y comunitarias, ver Aaron J. Kuecker, “The Spirit and the ‘Other,’ Satan and the ‘Self’: Economic Ethics as a Consequence of Identity Transformation in Luke-Acts” [El Espíritu y el ‘otro’, Satanás y el ‘yo’: la ética económica como una consecuencia de la transformación de identidad en Lucas y Hechos], en Engaging Economics: New Testament Scenarios and Early Christian Reception [Abordando la economía: las perspectivas del Nuevo Testamento y la acogida del cristianismo primitivo], ed. Bruce W. Longenecker y Kelly D. Liebengood (Grand Rapids: Eerdmans, 2009), 81–103.

El Espíritu y el trabajador (Hechos 6:1-7)

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Los temas del relato de Ananías y Safira se encuentran en Hechos 6:1–7, en donde marcan la primera disputa interna en la comunidad cristiana. Los helenistas son probablemente judíos que hablan griego y que han regresado a Jerusalén de una de las muchas comunidades diáspora en el Imperio romano. Los hebreos probablemente son judíos originarios de la tierra histórica de Israel (Palestina) y que principalmente hablan arameo y/o hebreo. Se requiere poca imaginación a nivel social para ver lo que está ocurriendo en esta situación. En una comunidad que se ve a sí misma como la que cumple el pacto de Israel con Dios, los miembros que son más prototípicamente israelitas están recibiendo más recursos del grupo que los demás. Esta clase de situación ocurre con regularidad en nuestro mundo. Es común que aquellos que se asemejan más a los líderes de un movimiento en cuanto a su contexto, cultura, estatus y así sucesivamente, se beneficien de su identidad en formas que no son posibles para aquellos que de alguna manera son diferentes.

Enseñar la Palabra y servir las mesas son igual de valiosos (Hechos 6:2-4)

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Una de las mayores contribuciones de Hechos para la teología del trabajo surge de la respuesta de los apóstoles a la injusticia dentro de la comunidad en Hechos 6:1–7. El trabajo de administrar justicia —en este caso, al supervisar la distribución de alimentos— es tan importante como el trabajo de predicar la Palabra. Puede que esto no sea claro al comienzo, por ejemplo, debido a traducciones que pueden ser malinterpretadas como la RVC:

Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas. (Hch 6:2, RVC)

Es difícil no interpretar algo de desdén en la voz de los apóstoles en estas traducciones. En la mente de algunos, trabajar con la Palabra de Dios es un “ministerio” (como lo plantea la NVI), mientras que el trabajo de “atender” las mesas es de baja categoría. Una línea de interpretación ha adoptado este sentido, indicando que atender las mesas era algo “trivial”,[1] una tarea humilde”[13] o una de las tareas “menos importantes”[14] en la comunidad. Esta línea de interpretación ve la predicación subsecuente de Esteban como el propósito “real” detrás de la influencia del Espíritu en el versículo 6:3.[15] No habría necesidad de que el Espíritu Santo se involucrara en la tarea de baja categoría de manejar la distribución de los recursos.

Sin embargo, esta línea argumentativa se basa en traducciones discutibles. El verbo griego traducido como “atender” en la RVC es diakoneō, el cual tiene el sentido de servicio o ministerio. La versión LBLA y NVI lo plasman de una forma más precisa como “servir”.

“No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas”. (Hch 6:2, LBLA)

«No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas». (Hch 6:2, NVI)

Además, un poco más adelante, en Hechos 6:3–4, las traducciones NBLH y LBLA traducen la misma palabra como “servir” y “ministerio”, respectivamente.

Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio (al servicio) de la palabra”. (Hch 6:4, NBLH)

Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra. (Hch 6:4, NVI)

Dicho de otra forma, el término griego para el trabajo de la Palabra es exactamente el mismo (en la forma de verbo) que el término para el trabajo de distribuir los recursos, diakonia, “servir”.  La NBLH y LBLA consideran correctamente el trabajo de predicar como “servir” y “ministrar” y no tienen un tono de desdén con una palabra más deshonrosa cuando se refieren al trabajo de la distribución de alimentos, a diferencia de la RVC que usa la palabra “atender” mesas.  Ya sea que trabajen con la Palabra o con los alimentos en las mesas, ambos grupos “sirven” en estas traducciones.

El texto en griego le da el sentido importante de que el trabajo de servir a los que tienen necesidades está a la par con el trabajo apostólico de la oración y la predicación. Los apóstoles sirven la Palabra y los diáconos (como fueron llamados) sirven a los que tienen necesidad. Su servicio es igual cualitativamente, aunque las tareas y habilidades específicas son diferentes. Ambos son esenciales en la formación del pueblo de Dios y para el testimonio del pueblo de Dios en el mundo. La vida de la comunidad depende de estas formas de servicio y Lucas no deja una sensación de que una sea más poderosa o más espiritual que la otra.

A pesar de todo esto, ¿se podría argumentar que el desdén no es solo un tema de traducción sino que realmente está presente en las propias palabras de los discípulos? ¿Los apóstoles mismos podrían haber imaginado que eran escogidos para el servicio de la Palabra porque eran más dotados que aquellos que fueron escogidos para servir las mesas? Si es así, estarían cayendo de nuevo en algo similar al sistema de clientelismo romano, creyendo que tienen un estatus demasiado alto como para mancillarlo sirviendo las mesas. Estarían reemplazando una nueva fuente de estatus (los dones del Espíritu Santo) por la fuente antigua romana (el clientelismo). ¡El evangelio de Cristo es más profundo que esto! En la comunidad cristiana no existe una fuente de estatus.

Irónicamente, resulta que Esteban, uno de los servidores de las mesas, es aún más habilidoso como predicador que muchos de los apóstoles (Hch 6:8–7:60). Pero a pesar de su don de predicar, lo seleccionan para el servicio de la distribución de los recursos. En ese momento, al menos, era más importante para los propósitos de Dios que trabajara como servidor de las mesas que en el servicio de la Palabra. Para él, al menos, ningún deseo persistente por el estatus prima sobre aceptar este llamado a servir las mesas.

Joseph A. Fitzmyer, The Acts of the Apostles: A New Translation with Introduction and Commentary, The Anchor Bible, (New York: Doubleday, 1998), 344.

John Michael Penney, “The Missionary Emphasis of Lukan Pneumatology” [El énfasis misionero de la neumatología de Lucas], Journal of Pentecostal Theology [Revista de teología pentecostal] (Sheffield, UK: Sheffield Academic Press, 1997), 65n11.

Joseph T. Lienhard, “Acts 6.1–6: A Redactional View” [Hechos 6.1–6: una visión redactora], Catholic Biblical Quarterly [Publicación católica trimestral] 37 (1975): 232.

Youngmo Cho, Spirit and Kingdom in the Writings of Luke and Paul [El Espíritu y el reino en los escritos de Lucas y Pablo] (Waynesborough, GA; Paternoster, 2005), 132.

El trabajo del liderazgo comunitario es un trabajo del Espíritu Santo (Hechos 6:3)

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Los trabajadores que son más idóneos para solucionar la división étnica en la comunidad en Hechos 6 son más aptos porque se les reconoce por ser “llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Así como los que son aptos para la oración y la predicación, la habilidad de los que sirven las mesas es el resultado del poder espiritual. Nada menos que el poder del Espíritu hace posible el trabajo significativo, de edificación de la comunidad, de construcción de paz entre los cristianos. Este pasaje nos ayuda a ver que todo el trabajo que edifica la comunidad o, más ampliamente, promueve la justicia, la bondad y la belleza, es —en un sentido profundo— servicio (o ministerio) para el mundo.

En nuestras iglesias, ¿reconocemos la equivalencia del ministerio del pastor que predica la Palabra, la madre y el padre que proporcionan un hogar amoroso para sus hijos y el contador que da un informe justo y honesto de los gastos de su empleador? ¿Entendemos que todos son dependientes del Espíritu para hacer su trabajo por el bien de la comunidad? Toda clase de buen trabajo tiene la capacidad —por el poder de Espíritu— de ser un medio de participación en la renovación de Dios del mundo.