La edad de oro de la monarquía (2 Samuel 1-24; 1 Reyes 1-11; 1 Crónicas 21-25)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Finalmente, luego de la muerte de Saúl, David es ungido como rey sobre todo Israel (2S 5:1-10). Cuando David se convierte en rey, usa su talento para ayudar a otros a desarrollarse. Contrario al temor de Saúl de que surgiera un rival, David se rodea de aquellos cuyas proezas son tan grandes como las suyas (2S 23:8-39; 1Cr 11:10-47). Él los honra (1Cr 11:19), fomenta su fama y los asciende (1Cr 11:25). Dios usa la disposición de David de apoyar y alentar a las personas para hacerlo exitoso y para bendecir al pueblo bajo su reinado.

Al fin, la confederación débil de tribus israelitas se ha unido como una nación. Por ochenta años, primero bajo el gobierno de David (aproximadamente en los años 1010-970 a. C.) y luego el de su hijo Salomón (aproximadamente en los años 970-931 a. C.), Israel experimenta una edad de oro de prosperidad y renombre entre todas las naciones del Cercano Oriente antiguo. Sin embargo, en medio de sus éxitos, estos dos gobernantes también violan el pacto de Dios. Aunque esto limitó el daño solamente a sus propias épocas, se establece un patrón para que aquellos que vienen después se aparten del Señor y abandonen Su pacto.

Los éxitos y fracasos de David en su reinado (2 Samuel 1-24)

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La Biblia considera a David como el modelo de rey de Israel, y los libros de Samuel, Reyes y Crónicas describen sus muchos éxitos. Aun así, incluso David, un hombre conforme al corazón de Dios (1S 13:14), abusa de su poder y actúa con incredulidad en algunos momentos. Él tiende a tener éxito cuando no se toma a sí mismo muy seriamente, pero se mete en apuros cuando el poder se le sube a la cabeza —por ejemplo, cuando realiza un censo violando el mandato de Dios (2S 24:10-17) o cuando explota sexualmente a Betsabé y ordena el asesinato de su esposo Urías (2S 11:2-17). Sin embargo, a pesar de los fracasos de David, Dios cumple Su pacto con él y lo trata con misericordia.

David W. Gill, "No Guarantees: The 'Fall' of Johnson & Johnson?", Ethix 74, February 22, 2011, http://ethix.org/2011/02/22/no-guarantees-the-fall-of-johnson-johnson.

El manejo deficiente de David del conflicto familiar desemboca en una guerra civil (2 Samuel 13-19)

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La mayoría de personas nos sentimos incómodas en situaciones de conflicto, así que tendemos a evitar enfrentarlas, ya sea en casa o en el trabajo. Sin embargo, los conflictos son muy parecidos a las enfermedades. Los pequeños pueden desaparecer incluso si los ignoramos, pero los grandes terminarán agravándose y volviéndose más catastróficos para nuestro sistema si no los atendemos. Esto es lo que ocurre con la familia de David. Él permite que el conflicto entre algunos de sus hijos sumerja a su familia en la tragedia. Su hijo mayor, Amnón, viola y deshonra a su media hermana, Tamar (2S 13:1-19). El hermano de Tamar, Absalón, odia a Amnón por ese crimen, pero no le dice nada al respecto. David conoce el problema pero decide ignorar la situación (2S 13:21) (para más información sobre los hijos que decepcionan a sus padres, ver “Cuando los hijos decepcionan” en 1 Samuel 8:1-3).

Todo parece estar bien durante dos años, pero un conflicto sin resolver de esta magnitud nunca desaparece por sí solo. Cuando Amnón y Absalón viajan juntos al campo, Absalón le ofrece vino en abundancia a su medio hermano y después hace que sus sirvientes lo asesinen (2S 13:28-29). El conflicto atrae a más miembros de la familia de David, los aristócratas y el ejército, hasta que toda la nación se sume en la guerra civil. Evitar los conflictos provoca una destrucción que en muchos casos es peor que la incomodidad que puede resultar de tratar con los asuntos cuando estos surgen.

Los maestros de Harvard Ronald Heifetz y Marty Linsky describen cómo los líderes deben “orquestar el conflicto”, enfrentar el conflicto directamente, en vez de ignorarlo, evitarlo u ocultarlo. De otra forma, este se intensificará —generalmente en el peor momento y de la forma más perjudicial— para frustrar metas y poner en peligro las organizaciones.[1] De igual forma, Jim Collins da el ejemplo de Alan Iverson, quien fue el CEO de Nucor Steel en un momento en el que había grandes desacuerdos acerca de si la compañía debía recurrir al reciclaje de desechos de acero o no. Iverson expuso las divisiones al permitir que todos dieran su opinión, protegiéndolos de represalias de los que estaban en desacuerdo. Los “acalorados debates” que resultaron fueron incómodos para todos. “Las personas gritaban, agitaban los brazos y golpeaban las mesas. Los rostros se enrojecían y las venas sobresalían”. Sin embargo, reconocer el conflicto y ocuparse de él de forma abierta evitó que fuera escondido y explotara más adelante. Además, revelar una variedad de hechos y opiniones llevó a que el grupo tomara mejores decisiones. “Los colegas entraban a la oficina de Iverson y se gritaban unos a otros, pero entonces aparecían con una conclusión… La estrategia de la compañía ‘evolucionó a través de muchas discusiones y peleas angustiantes’”.[2] En realidad, el conflicto bien orquestado puede ser una fuente de creatividad.

Ronald A. Heifetz y Martin Linsky, Leadership on the Line: Staying Alive Through the Dangers of Leading [Liderazgo sin límites: Manual de supervivencia para managers] (Boston: Harvard Business Review Press, 2002), 101-22.

Jim Collins, Good to Great [Empresas que sobresalen] (Nueva York: Harper Business, 2001), 76.

La desobediencia de David a Dios causa una pestilencia nacional (1 Crónicas 21:1-17)

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David también sufre otro fracaso que, para nosotros en el siglo veintiuno, puede parecer extraño: realiza un censo del pueblo de Israel. Aunque este parece ser un acto prudente, el texto bíblico nos dice que Satanás incitó a David a que lo hiciera, yendo en contra del consejo del general Joab. Además, “el censo desagradó a Dios, e hirió a Israel” (1Cr 21:7).

David reconoce su pecado al hacer un censo en contra de la voluntad de Dios. Él recibe tres opciones, pero cualquiera de estas perjudicaría a muchas personas en el reino: podía haber (1) tres años de hambruna, (2) tres meses de devastación por la espada de sus enemigos o (3) tres días de una pestilencia en la tierra. David escoge la tercera opción, por la cual mueren setenta mil personas cuando un ángel de muerte pasa por la tierra. En esta situación David clama a Dios, “¿No soy yo el que ordenó enumerar al pueblo? Ciertamente yo soy el que ha pecado y obrado muy perversamente, pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Oh Señor, Dios mío, te ruego que Tu mano sea contra mí y contra la casa de mi padre, pero no contra Tu pueblo, para que no haya plaga entre ellos” (1Cr 21:17).

Probablemente sea difícil también para nosotros entender por qué Dios castigaría a setenta mil personas por causa del pecado de David. Aunque el texto no da una respuesta al respecto, podemos ver que las transgresiones de los líderes perjudican inevitablemente a las personas que están bajo su autoridad. Si los líderes de negocios toman malas decisiones en el desarrollo de productos, las personas en su organización perderán sus trabajos cuando las ganancias se desplomen. Si un gerente de un negocio no hace cumplir las reglas de higiene, los comensales se enfermarán. Si un maestro da buenas notas por un mal trabajo, los estudiantes fracasarán o se quedarán atrás en el siguiente nivel de educación. Aquellos que aceptan posiciones de liderazgo no pueden evadir su responsabilidad por los efectos de sus acciones sobre otras personas.

El apoyo de David a las artes musicales (1 Crónicas 25)

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El primer libro de Crónicas agrega un detalle que no se encuentra en 2 Samuel y 1 Reyes. David conforma un equipo de músicos “para cantar en la casa del Señor”. 

Todos éstos estaban bajo la dirección de su padre para cantar en la casa del Señor, con címbalos, arpas y liras, para el servicio de la casa de Dios. Asaf, Jedutún y Hemán estaban bajo la dirección del rey. El número de los que fueron instruidos en el canto al Señor, con sus parientes, todos los que eran hábiles, fue de doscientos ochenta y ocho. (1Cr 25:6-7)

Mantener un ensamble del tamaño de dos orquestas sinfónicas modernas sería una tarea significativa en una nación emergente en el siglo décimo antes de Cristo. Sin embargo, David no lo ve como un lujo, sino como una necesidad. De hecho, él lo solicita en su rol como comandante en jefe del ejército, con el consentimiento de los demás comandantes (1Cr 25:1).

Hoy día, muchos ejércitos tienen bandas y coros. Estos incluso existen en otros tipos de lugares de trabajo, a menos que estos mismos sean organizaciones musicales. Hay algo acerca de la música y las demás artes que es esencial para toda clase de trabajos. La creación de Dios —la fuente de la actividad económica humana— no es solamente productiva, también es hermosa (e.g. Gn 3:6; Sal 96:6; Ez 31:7-9) y Dios ama el trabajo hermoso (e.g. Is 60:13). ¿Cuál es el lugar de la belleza en nuestro trabajo? ¿Usted, su organización o las personas que hacen uso de su trabajo, se verían beneficiados si su trabajo produjera más belleza? Incluso, ¿qué significa en su caso que su trabajo sea bello?

Evaluación del reinado de David (1 Reyes)

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¿Cómo debemos evaluar a David y su reinado? Es importante mencionar que aunque Salomón ganó más riquezas, tierras y prestigio que su padre, los libros de Reyes y Crónicas aclaman a David como el rey más grandioso de Israel, el modelo frente al cual se debían medir todos los demás reyes.

Puede que la respuesta de Dios a los aspectos positivos y negativos que vemos en la vida y las acciones de David, nos traiga esperanza. Nos impresiona su devoción decisiva incluso mientras palidecemos al ver su manipulación política, lujuria y violencia. Cuando vemos una ambivalencia similar en nuestros propios corazones y acciones, encontramos consuelo y esperanza en el Dios que perdona todos nuestros pecados. La presencia del Señor con David nos da la esperanza de que incluso en nuestra infidelidad, Dios sigue estando con nosotros como el Lebrel implacable del Cielo.

Igual que Saúl, David combinó la grandeza y la fidelidad con el pecado y el error. Entonces, nos podemos preguntar por qué Dios preservó el reino de David pero no el de Saúl. En parte, puede ser porque el corazón de David permaneció fiel a Dios (1R 11:4; 15:3), a pesar de lo errático de sus obras. Esto nunca se dice de Saúl. O puede ser simplemente porque la mejor forma de que Dios llevara a cabo Sus propósitos para Su pueblo era poner a David en el trono y mantenerlo allí. Cuando Dios nos llama a realizar una tarea o a estar en cierta posición, no significa que está pensando en nosotros necesariamente. Puede que nos escoja por el efecto que tendremos en otras personas. Por ejemplo, Dios le dio a Ciro de Persia la victoria sobre Babilonia, no para recompensar o beneficiar a Ciro sino para liberar a Israel de la cautividad (2Cr 36:22-23).

David prepara a Salomón para sucederlo como rey (1 Reyes 1; 1 Crónicas 22)

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Ya que David había derramado tanta sangre como rey, Dios decidió no permitirle construir una casa para el Señor. En vez de él, su hijo Salomón recibió esta tarea (1Cr 22:7-10). Así que David aceptó que su tarea final era preparar a Salomón para el trabajo de ser rey (1Cr 22:1-16) y para rodearse de un equipo competente (1Cr 22:17-19). David proporcionó todo lo necesario para la construcción del templo de Dios en Jerusalén diciendo, “Mi hijo Salomón es joven y sin experiencia, y la casa que ha de edificarse al Señor será de gran magnificencia” (1Cr 22:5). Él le cedió la autoridad a Salomón públicamente, y se aseguró de que los líderes de Israel reconocieran a su hijo como el nuevo rey y se prepararan para ayudarle a ser exitoso en su labor.

David reconoció que el liderazgo es una responsabilidad que sobrepasa la trayectoria de una sola persona. En muchos casos, su trabajo continuará luego de que usted se haya ido (ya sea por un ascenso, jubilación o cambio de trabajo). Usted tiene el deber de crear las condiciones que necesita su sucesor para ser exitoso. En la preparación de David a Salomón, vemos tres elementos de planeación de la sucesión.

Primero, se deben proporcionar los recursos que necesita el sucesor para completar las tareas que queden inconclusas. Si usted ha sido exitoso (al menos moderadamente), habrá aprendido a reunir los recursos que requiere su posición laboral. Con frecuencia, esto depende de las relaciones que su sucesor no hereda inmediatamente. Por ejemplo, el éxito puede depender de la ayuda de personas que no trabajan en su departamento, pero que han estado dispuestas a ayudarle en su trabajo. Usted tiene que asegurarse de que su sucesor sepa quiénes son estas personas y hacer que ellos se comprometan a seguir ayudando luego de que usted se haya ido. David hizo que “todo experto en toda clase de obra” con quien había desarrollado relaciones de trabajo, trabajara para Salomón luego de que él se fuera (1Cr 22:15).

Segundo, se le debe transmitir al sucesor el conocimiento y las relaciones establecidas. En muchas situaciones, esto se realiza trayendo a su sucesor al trabajo con bastante antelación. Por un tiempo corto antes de su muerte, David incluyó a Salomón en las estructuras de liderazgo y los rituales del reino, aunque parece que pudo ser mucho mejor si hubiera comenzado a hacerlo antes (1R 1:28-40). En otros casos, puede que su opinión no se tome en cuenta al designar a su sucesor y que no pueda compartir tiempo con esta persona en el trabajo. En ese caso, usted tendrá que pasar información por escrito y por medio de aquellos que permanecen en la organización. ¿Qué podría hacer para que el trabajo y su sucesor puedan prosperar, para la gloria de Dios, luego de que usted se haya ido?

Tercero, es necesario entregar el poder de forma decisiva a la persona que toma el puesto. Sea que usted la escoja o que otros tomen la decisión sin tener en cuenta su opinión, usted tiene la oportunidad de reconocer públicamente la transición y ceder de forma definitiva la autoridad que tenía antes. Sus palabras y acciones le otorgarán una bendición o una maldición a su sucesor. Un ejemplo reciente de este aspecto es la manipulación en la que se involucró Vladimir Putin para mantener el poder luego de que las limitaciones en cuanto a los periodos como mandatario no le permitieran un tercer periodo consecutivo como presidente de Rusia. Él hizo que parte del poder presidencial se transfiriera al primer ministro, y después usó su influencia para que un anterior subordinado fuera elegido como presidente, el cual nombró a Putin como primer ministro inmediatamente después.[1] Luego de un periodo como primer ministro, Putin ocupó el lugar de presidente de nuevo fácilmente, gracias a la invitación del titular, quien decidió hacerse a un lado.[2] Como resultado, la concentración del poder en manos de Putin ha sido constante por décadas —lo cual es lo que tratan de evitar los límites—, muy posiblemente en detrimento de Rusia y sus países vecinos. En cambio, David dispuso que Salomón fuera ungido públicamente como rey, le entregó los símbolos de la monarquía y lo presentó públicamente como el nuevo rey mientras que él mismo estaba vivo (1R 1:32-35, 39-40).

 C. J. Chivers, “Putin Is Approved as Prime Minister” [Putin es elegido como primer ministro], New York Times, Mayo 9 del 2008, http://www.nytimes.com/2008/05/09/world/europe/09russia.html?_r=0

“Russia’s Putin set to return as president in 2012” [Putin está listo para regresar como presidente en el año 2012], BBC News Europa, Septiembre 24 del 2011, http://www.bbc.com/news/world-europe-15045816.

Salomón sucede a David como rey (1 Reyes 1-11)

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Luego de tomar el lugar de David como rey, Salomón enfrenta una inmensidad de tareas (1R 3:5-15), plenamente consciente de que no es el más idóneo para la labor (1Cr 22:5) y que el trabajo que se le encomienda es inmenso. Además del proyecto del templo, está a cargo de una nación grande y compleja, “un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su multitud” (1R 3:8). Incluso mientras adquiere experiencia en el trabajo, se da cuenta de que es tan complejo que nunca podrá descifrar la forma correcta de proceder en todas las circunstancias. En su necesidad de ayuda divina le pide a Dios, “Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?” (1R 3:9). Dios responde su oración y le da “sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar” (1R 4:29).

Salomón construye el templo del Señor (1 Reyes 5-8)

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La primera tarea enorme de Salomón es construir el templo del Señor y para lograr esta proeza arquitectónica, contrata a profesionales de todas partes de su reino. Se dedican tres capítulos (1R 5-7) para describir el trabajo de la construcción del templo, de los cuales tenemos espacio para una muestra breve:

Salomón tenía setenta mil hombres que llevaban las cargas, y ochenta mil canteros en las montañas, además de los tres mil trescientos oficiales de Salomón que estaban al frente de la obra y que gobernaban la gente que hacía el trabajo. Entonces el rey dio órdenes, y sacaron grandes piedras, piedras costosas, para echar los cimientos de la casa con piedras labradas. (1R 5:15-17)

Fundió las dos columnas de bronce; la altura de una columna era de dieciocho codos, y un cordel de doce codos medía la circunferencia de las dos. Hizo también dos capiteles de bronce fundido para colocarlos en las cabezas de las columnas; la altura de un capitel era de cinco codos y la del otro capitel era de cinco codos. Había redes de obra de malla y trenzas de obra de cadenilla para los capiteles que estaban en la cima de las columnas; siete para un capitel y siete para el otro capitel. (1R 7:15-17)

Y Salomón hizo todos los utensilios que estaban en la casa del Señor: el altar de oro y la mesa de oro sobre la cual estaba el pan de la Presencia; los candelabros de oro puro, cinco a mano derecha y cinco a mano izquierda, frente al santuario interior; las flores, las lámparas y las tenazas de oro; las copas, las despabiladeras, los tazones, las cucharas y los incensarios de oro puro; y los goznes para las puertas de la casa interior, el lugar santísimo, y para las puertas de la casa, es decir, de la nave, también de oro. Así fue terminada toda la obra que el rey Salomón hizo en la casa del Señor. Y Salomón trajo las cosas consagradas por su padre David, es decir, la plata, el oro y los utensilios, y los puso en los tesoros de la casa del Señor. (1R 7:48-51)

Salomón involucra a un número considerable de personas que ayudan a construir y mantener su reino. Todos en el reino contribuyen con su conocimiento y habilidades para ayudar a construir el templo, desde los profesionales expertos hasta las personas en trabajos forzosos. Con o sin intención, al darle empleo a tantas personas de todas las condiciones sociales, Salomón asegura que la gran mayoría de ciudadanos inviertan de forma personal en el bienestar político, religioso, social y económico del reino.

Salomón centraliza el gobierno del reino (1 Reyes 9-11)

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El gran esfuerzo nacional necesario para construir el templo convierte a Salomón en el gobernante de un reino poderoso. Durante su reinado, Israel alcanza el pico de su fuerza militar y económica, y el reino cubre más territorio que en cualquier otra época de la historia de Israel. Él lleva a cabo la centralización del gobierno, de la organización económica y la adoración de la nación.

Para reunir un grupo de trabajadores tan grande, el rey Salomón recluta por la fuerza personas de todas partes de Israel, lo que da un total de treinta mil hombres (1R 5:13-14). Parece que Salomón les paga a los israelitas que fueron reclutados por la fuerza (1R 9:22) de acuerdo con lo que dice Levítico 25:44-46, en donde se prohíbe esclavizar israelitas. Sin embargo, los extranjeros residentes sí se convierten en esclavos (1R 9:20-21). Además, una multitud de trabajadores provienen de naciones circundantes. Se reúne una gran variedad de profesionales altamente calificados de distintas procedencias, incluyendo a los mejores artesanos del momento. Los libros de Samuel, Reyes y Crónicas —que se interesan principalmente en el trabajo de la monarquía— dicen poco acerca de estos trabajadores; solamente mencionan cómo se relacionan con el templo, pero se les puede ver en el fondo de la historia, haciendo posible la existencia de toda la sociedad. Sin embargo, al hacerlos trabajar a la fuerza, Salomón construye su reino con métodos que debilitan su legitimidad y estabilidad. Desde ya podemos ver que se avecinan los problemas.

Salomón ve que mientras el gobierno central se expande, será necesario alimentar el gran grupo de trabajadores que sigue creciendo. Los soldados y los trabajadores de todos los proyectos de construcción de Salomón necesitan sus raciones (1R 5:9-11) y la creciente burocracia también se debe alimentar. Por tanto, el rey organiza a la nación en doce sectores y designa a un representante como supervisor de cada sector. Cada representante se encarga de proveer todas las raciones de alimento requeridas para un mes de cada año. Como resultado, las hijas de los israelitas son reclutadas por la fuerza para trabajar como “cocineras y panaderas” (1S 8:13). Israel llega a ser como los demás reinos, con trabajo forzado, impuestos elevados y una élite central que tiene el poder sobre el resto del país.

Como lo había predicho Samuel, los reyes hacen que el ejército crezca grandemente (1S 8:11-12). La militarización florece totalmente durante el reinado de Salomón al convertirse en un elemento esencial de la estabilidad del reino. Todo tipo de soldados, desde los del rango más bajo hasta los generales, necesitan armas que incluyen las jabalinas, lanzas, arcos y flechas, espadas, dagas, cuchillos y hondas. Además, necesitan un equipo protector con escudos, cascos y armaduras para el cuerpo. Para manejar un ejército tan grande, se debe mantener una organización militar nacionalizada. A diferencia de su padre, Salomón es llamado “hombre de paz”, aunque esta paz se asegura por medio de una fuerza militar bien organizada y aprovisionada.

En la historia de Salomón vemos cómo la sociedad depende del trabajo de una multitud de personas además de las estructuras y sistemas que organizan la producción y distribución a gran escala. La capacidad humana de organizar el trabajo es una evidencia de que somos creados a imagen de Dios, quien trae orden a partir del caos en una escala mundial (Gn 1). Qué apropiado que la Biblia describa esta habilidad por medio de la construcción del lugar donde Dios se reúne con la humanidad. Se requiere una habilidad dada por Dios para organizar el trabajo a una escala lo suficientemente grande como para construir la casa de Dios. Pocas personas querrían regresar a los métodos de organización de Salomón —reclutamiento, trabajos forzados y militarización—, así que podemos darle gracias a Dios por guiarnos a usar métodos más justos y efectivos en la actualidad. Tal vez lo que tomamos de este episodio es que Dios está sumamente interesado en el arte de coordinar el trabajo y la creatividad humana para alcanzar Sus propósitos en el mundo.

Evaluación de la edad de oro de Salomón (1 Reyes)

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La profecía de Samuel acerca de los peligros de tener un rey se cumple en la época de Salomón.

“Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos… Tomará también a vuestras hijas… Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares… De vuestro grano y de vuestras viñas tomará el diezmo... Tomará también vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos… De vuestros rebaños tomará el diezmo, y vosotros mismos vendréis a ser sus siervos. Ese día clamaréis por causa de vuestro rey a quien escogisteis para vosotros, pero el Señor no os responderá en ese día. (1S 8:11-18)

A simple vista, la administración de Salomón y sus campañas de construcción parecen ser muy buenas. El pueblo está feliz de hacer los sacrificios necesarios para construir el templo (1R 8:65-66), un lugar donde todos pueden ir a recibir la justicia (1R 8:12-21), el perdón (1R 8:33-36), la sanación (1R 8:37-40) y la misericordia de Dios (1R 8:46-53).

Sin embargo, después de terminar la construcción del templo, Salomón construye un palacio para él de la misma escala y magnificencia que el templo (1R 9:1, 10). Cuando se acostumbra al poder y la riqueza, se vuelve egoísta, arrogante e infiel y destina una gran parte de la capacidad productiva de la nación para su beneficio personal. Decide revestir de oro su grande e impresionante trono de marfil (2Cr 9:17), recibe a las visitas con lujos (1R 10:5), deshonra los acuerdos que hace con sus aliados (1R 9:12) y su consorte son “setecientas mujeres que eran princesas y trescientas concubinas” (1R 11:3). Este último acto lo lleva a su ruina definitiva, porque “amó a muchas mujeres extranjeras” (1R 11:1), lo que resultó en que “cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por entero al Señor su Dios” (1R 11:4). Por esto, construye santuarios para Astoret, Milcom, Quemos y Moloc (1R 11:7). Ya que el pacto establece que la clave de la prosperidad de la nación es que el rey sea fiel al Señor, Israel descendió rápidamente de la cúspide. Es evidente que a Dios realmente le importa si hacemos nuestro trabajo para favorecer Sus propósitos o si lo hacemos en contra ellos. Es posible alcanzar logros asombrosos cuando trabajamos de acuerdo con los planes de Dios, pero cuando no lo hacemos, nuestro trabajo se desintegra rápidamente.