El paso de confederación tribal a monarquía (1 Samuel)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El primer libro de Samuel narra la transición de Israel, de una coalición inestable de tribus a una monarquía con un gobierno central en Jerusalén. La historia comienza con el nacimiento y el llamado del profeta Samuel y continúa con el llamado de Saúl y David y sus reinados. Esta es la historia de la formación del estado, la centralización del poder y la adoración, y el establecimiento de un nuevo orden social, militar y político.

Los peligros de la autoridad heredada (1 Samuel 1-3)

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Por las últimas palabras del libro de Jueces y los primeros capítulos de 1 Samuel, sabemos que los israelitas no tienen un líder y que están lejos de Dios. Lo más cercano a un líder nacional es el sacerdote Elí, quien con sus hijos administra el templo en Silo. La prosperidad económica, militar y política de los israelitas depende de su fidelidad a Dios, así que el pueblo trae sus ofrendas y sacrificios al templo. Sin embargo, la interacción de los sacerdotes con Dios es una farsa. “Los hijos de Elí eran hombres indignos… porque los hombres menospreciaban la ofrenda del Señor” (1S 2:12, 17). Ellos son poco fiables como líderes humanos y no honran a Dios en sus corazones. Los que vienen a adorar se encuentran con que aquellos que deberían dirigirlos hacia una experiencia de adoración, les están robando.

Los peligros de la autoridad heredada

Lo primero que observamos es que la autoridad heredada es peligrosa en sí misma, lo cual es preocupante para una nación que está cerca de convertirse en una monarquía. Esto se da por dos razones: la primera es que no hay garantía de que incluso los descendientes del líder más grandioso serán competentes y fieles. La segunda es que con frecuencia, heredar el poder corrompe por sí mismo ya que resulta con demasiada frecuencia en la complacencia o —como en el caso de los hijos de Elí— la creencia de que se tiene derecho al poder. El trabajo del sacerdote es un cargo sagrado para Dios, pero los hijos de Elí lo ven como una posesión personal (1S 2:12-17). Al crecer en una atmósfera que se asimila de cierta forma a un negocio familiar, ellos esperan heredar los privilegios de su padre desde una corta edad. Debido a que este “negocio familiar” es el templo mismo de Dios —lo que le da a la familia una pretensión de la autoridad divina sobre el pueblo—, la mala conducta de los hijos de Elí es incluso más nociva.

Los negocios familiares y las dinastías políticas en el mundo actual tienen paralelos con la situación de Elí. El fundador del negocio o el orden político puede haber traído muchos beneficios al mundo, pero si los herederos lo ven como un medio para la ganancia personal, los afectados son aquellos a quienes deberían servir. Todos se benefician cuando los fundadores y sus sucesores son fieles al buen propósito original. El mundo es un mejor lugar, el negocio y la comunidad prosperan y la familia está bien abastecida. Pero, cuando se abandona el propósito original o se corrompe, el negocio o la comunidad sufren, y la organización y la familia están en peligro.

La triste historia del poder heredado en gobiernos, iglesias, negocios y otras organizaciones nos advierte que por lo general, aquellos que esperan recibir el poder como un derecho, no sienten la necesidad de desarrollar las habilidades, autodisciplina y actitud de servicio que se requieren para ser buenos líderes. Esta realidad desconcertó al maestro de Eclesiastés. “Asimismo aborrecí todo el fruto de mi trabajo con que me había afanado bajo el sol, el cual tendré que dejar al hombre que vendrá después de mí. ¿Y quién sabe si será sabio o necio? Sin embargo, él tendrá dominio sobre todo el fruto de mi trabajo con que me afané obrando sabiamente bajo el sol” (Ec 2:18-19). Esto era real para él y es una realidad para nosotros hoy día. Con frecuencia, las familias que ganan riqueza y poder gracias a los éxitos de un emprendedor en una generación, suelen perder estas ganancias en la tercera generación y también sufren disputas familiares devastadoras y desgracias personales.[1]  Esto no quiere decir que el poder heredado o la riqueza siempre llevan a resultados de pobreza, sino que la heredad es una política peligrosa para el gobierno. Las familias, organizaciones o gobiernos que otorgan la autoridad por herencia harían bien en desarrollar una multiplicidad de medios para contrarrestar los peligros que conlleva la heredad. Existen asesorías y organizaciones que se especializan en apoyar a las familias y los negocios en situaciones de sucesión.

Dios llama a samuel a suceder a elí

Si no eran sus indignos hijos, ¿quién podría ser el sucesor de Elí como sacerdote? En 1 Samuel 3:1-4:1 y 7:3, 17 se revela el plan de Dios para levantar al joven Samuel como sucesor de Elí. Samuel recibe uno de los pocos llamados audibles de parte de Dios que se registran en la Biblia, pero observe que este no es un llamado a un tipo de trabajo o ministerio (Samuel había estado sirviendo en la casa del Señor desde que tenía dos o tres años y la elección de su oficio la hizo su madre. Ver 1S 1:20-28 y 2:18-21). No obstante, es un llamado a una tarea, concretamente, a informarle a Elí que Dios ha decidido castigarlo a él y a sus hijos, quienes pronto perderían el lugar de sacerdotes de Dios. Después de atender este llamado, Samuel continúa sirviendo bajo el mando de Elí hasta que es reconocido como profeta por sí mismo (1S 4:1) y sucede a Elí luego de su muerte (1S 4:18). Samuel se convierte en el líder de pueblo de Dios, no debido a una ambición egoísta o la creencia de que tiene el derecho a serlo, sino porque Dios le ha dado una visión (1S 3:10-14) y los dones y habilidades para guiar al pueblo a que lleve a cabo esa visión (1S 3:19-4:1) (para más información sobre el tema del llamado al trabajo, ver Perspectiva general de la vocación).

“Lost Inheritance” [Herencia perdida], Missy Sullivan, Wall Street Journal Money [Periódico Wall Street - Dinero], Marzo 8 del 2012, http://online.wsj.com/news/articles/SB10001424127887324662404578334663271139552.

Los peligros de tratar a Dios como un amuleto de buena suerte (1 Samuel 4)

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No es claro si la corrupción del líder Elí causa la corrupción del pueblo o viceversa, pero los capítulos del 4 al 6 describen el desastre que le ocurre a aquellos que son gobernados de forma deficiente. Israel ha estado involucrado en una lucha de siglos contra el país vecino de los Filisteos, quienes atacan de nuevo y derrotan a los israelitas, lo que resulta en la muerte de cuatro mil personas (1S 4:1-3). Los israelitas reconocen la derrota como una señal de que no tienen el favor de Dios. Sin embargo, en vez de examinar su culpa, arrepentirse y pedir la guía del Señor, tratan de manipular a Dios para que cumpla sus objetivos. Ellos traen el arca del pacto de Dios y la llevan a la batalla contra los filisteos, creyendo que el arca los hará invencibles. Sin embargo, los filisteos masacran a Israel en la batalla asesinando a treinta mil soldados, capturando el arca, asesinando a los hijos de Elí y causando la propia muerte de Elí (1S 4:4-19).

Los hijos de Elí, junto con los líderes del ejército, cometieron el error de pensar que solo porque eran el pueblo de Dios y poseían los símbolos de Su presencia, podían controlar el poder de Dios. Tal vez los que estaban a cargo creían que realmente podían controlar el poder de Dios llevando el arca de un lado a otro. O quizá se habían engañado a sí mismos pensando que porque eran el pueblo de Dios, cualquier cosa que quisieran para sí mismos sería lo que Dios quería para ellos. De cualquier forma, descubrieron que la presencia de Dios no es garantía del poder de Dios, sino una invitación a recibir la guía de Dios. Irónicamente, el arca contenía la forma más grandiosa de la guía de Dios —los diez mandamientos (Dt 10:5)—, pero los hijos de Elí no se tomaron la molestia de buscar que Dios los guiara antes de atacar a los filisteos.

¿Es posible que caigamos con frecuencia en el mismo mal hábito en el trabajo? Cuando enfrentamos oposición o dificultad en nuestro trabajo, ¿buscamos la guía de Dios en oración o solamente decimos una oración rápida creyendo que Dios hará todo lo que queremos que haga? ¿Consideramos los planes de acción posibles a la luz de la Escritura, o simplemente mantenemos una Biblia en el escritorio? ¿Analizamos nuestras motivaciones y evaluamos nuestras acciones estando dispuestos a ser transformados por Dios o solamente nos decoramos con símbolos cristianos? Si nuestro trabajo parece insatisfactorio o nuestras carreras no progresan como esperamos, ¿es posible que estemos usando a Dios como un amuleto de buena suerte, en vez de seguirlo como el señor de nuestro trabajo?

Las oportunidades que surgen de trabajar fielmente (1 Samuel 5-7)

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A los filisteos no les fue mejor con el arca que a los israelitas y esta se convierte en una propiedad peligrosa para ambas partes hasta que es retirada del uso militar. Entonces, Samuel llama a Israel a que se vuelva a comprometer con el Señor (1S 5:1-7:3). El pueblo escucha su llamado y vuelve a adorar al Señor, y la carrera de Samuel se desarrolla rápidamente. Pronto, su rol como sacerdote se convierte en “juez” (en el sentido de gobernador militar) y él lidera la exitosa defensa en contra de los filisteos (1S 7:4-13). Su rol abarca realizar audiencias para temas legales (1S 7:16) y detrás de todas sus tareas, yace su llamado a ser “un fiel profeta del Señor” (1S 3:20).

Frecuentemente, los trabajadores habilidosos y confiables que son guiados por las enseñanzas de Dios encuentran que sus labores sobrepasan la descripción de su empleo. Al enfrentar más y más responsabilidades, la respuesta de Samuel no es “Ese no es mi trabajo”. En cambio, él ve las necesidades cruciales en frente, reconoce que tiene la capacidad de atenderlas e interviene para resolverlas. Mientras lo hace, Dios aumenta su autoridad y efectividad para que estas correspondan con su disposición.

Una lección que podemos tomar es que debemos responder a Dios con una disposición de servir, como lo hizo Samuel. ¿Usted ha encontrado oportunidades en el trabajo que, hablando estrictamente, no coinciden con la descripción de su labor? ¿Parece que sus supervisores o colegas esperan que tome más responsabilidad en áreas que no son formalmente parte de su trabajo? Con frecuencia, estas son oportunidades de crecer, desarrollarse y progresar (a menos que a sus supervisores no les agrade que usted asuma una responsabilidad adicional). ¿Qué sería necesario para que usted dé un paso adelante y aproveche esas oportunidades? Igualmente, es posible que vea necesidades a su alrededor que podría suplir si tuviera la confianza y el valor para actuar. ¿Qué hace falta para desarrollar su confianza en Dios y recibir el valor necesario para seguir su guía?

El relato final del gobierno de Samuel (1S 7:15-17) dice que él realizaba un recorrido por las ciudades de Israel año tras año, gobernando y administrando justicia. El capítulo termina con la frase, “Y edificó allí un altar al Señor”. Sus servicios cívicos y militares para Israel se fundaban en su fidelidad y adoración permanentes al Señor.

Cuando los hijos decepcionan (1 Samuel 8:1-3)

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Cuando Samuel envejece, repite el mismo error de Elí y designa a sus propios hijos para que sean sus sucesores. Así como los hijos de Elí, ellos resultan siendo codiciosos y corruptos (1S 8:1-3). Un tema recurrente en Samuel y Reyes son los hijos de grandes líderes que resultan siendo decepcionantes (la tragedia del hijo de David, Absalón, ocupa una gran parte del relato de 2 Samuel, de los capítulos 13 al 19, a lo cual llegaremos más adelante. Consulte “El manejo deficiente de David del conflicto familiar desemboca en una guerra civil” en 2 Samuel 13-19). Esto nos recuerda que el trabajo de la paternidad es tan exigente como todas las demás ocupaciones, pero mucho más profundo emocionalmente. Aunque no se da una respuesta en el texto, podemos ver que aparentemente Elí, Samuel y David les dieron muchos privilegios a sus conflictivos hijos, pero muy poca intervención paternal. Aun así, también sabemos que incluso los padres más dedicados pueden enfrentar el dolor de tener hijos rebeldes. En vez de culpar o estereotipar las causas, notemos simplemente que ser padres es una ocupación que requiere tanta oración, habilidad, apoyo de la comunidad, buena fortuna y amor como todas las demás, e incluso más. Al final de cuentas, ser padre —ya sea que los hijos traigan alegría, decepción o algo de las dos— es depender de la gracia y la misericordia de Dios y esperar la redención de Dios por encima de lo que vemos en nuestra propia vida. Tal vez nuestro consuelo más grande es recordar que Dios también experimentó el dolor de un padre por Su Hijo condenado, pero venció todo por medio del poder del amor.

Los israelitas piden un rey (1 Samuel 8:4-22)

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Al ver que los hijos de Samuel no eran idóneos, los israelitas le dicen, “danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones”. Esta solicitud no le agrada a Samuel (1S 8:4-6), quien le advierte al pueblo que los reyes ponen grandes cargas sobre las naciones.

“Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros. Nombrará para su servicio comandantes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros. Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos”. (1S 8:11-14)

De hecho, los reyes fueron tan voraces que eventualmente el pueblo clama a Dios para que los salve de ellos (1S 8:18).

Dios está de acuerdo en que es mala idea pedir un rey, porque esto se considera un rechazo de Dios mismo como rey. No obstante, el Señor decide permitir que el pueblo escoja su forma de gobierno y le dice a Samuel, “Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a Mí para que no sea rey sobre ellos” (1S 8:7). Como lo dice el erudito bíblico John Goldingay, “Dios comienza a trabajar con Su pueblo en donde este se encuentre; si no pueden seguir Su camino más alto, Él traza uno más bajo. Cuando no responden al espíritu de Yahweh o cuando se dejan llevar hacia la anarquía, Él provee… el salvoconducto institucional de los gobernadores terrenales”. Algunas veces Dios permite la existencia de instituciones que no son parte de Su propósito eterno, y uno de los ejemplos más claros es la monarquía de Israel.

Tanto Dios como Samuel mostraron una gran humildad, resiliencia y gracia al permitir que Israel tomara decisiones, cometiera errores y aprendiera de las consecuencias. En muchas situaciones institucionales y laborales, el liderazgo se debe ajustar a las malas decisiones de las personas, pero al mismo tiempo debe dar oportunidades de crecimiento y gracia. La advertencia de Samuel a Israel podría servir fácilmente como una advertencia actual para las naciones, negocios, iglesias, escuelas y otras organizaciones. En nuestro mundo caído, las personas abusan del poder y tenemos que adaptarnos y al mismo tiempo hacer lo que podamos para cambiar las cosas. Nuestro anhelo es amar a Dios y tratar a las demás personas como Dios manda en la ley dada a Moisés, lo cual ha sido extremadamente difícil para el puedo de Dios en todas las épocas.

La tarea de elegir a un rey (1 Samuel 9-16)

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Saúl es elegido como el primer rey de Israel

Dios elige a Saúl como el primer rey (aproximadamente en el 1050-1010 a. C.), alguien que parecía estar a la altura —literalmente “de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” (1S 9:2). Él también obtuvo victorias militares, la cual es la razón principal por la que se tiene un rey (1S 11:1-11). Al comienzo, él sirvió fielmente (1S 11:13-14), pero pronto se volvió desobediente a Dios (1S 13:8-15) y arrogante con el pueblo (1S 14:24-30). Esto exasperó a Samuel y a Dios, quienes comenzaron a buscarle un reemplazo (1S 16:1). Antes de que midamos las acciones de Saúl con las expectativas del liderazgo del siglo veintiuno, deberíamos notar que él simplemente hizo lo que los reyes hacían en el Cercano Oriente antiguo. El pueblo recibió lo que pidió (y lo que Samuel les había advertido): un tirano militar, carismático que se engrandecía a sí mismo.

¿Cómo debemos evaluar al primer rey de Israel? ¿Dios cometió un error al guiar a Samuel a ungir al joven Saúl como rey? ¿O fue la elección de Saúl una lección objetiva para que los israelitas no fueran seducidos por las apariencias externas, bien parecidas por fuera pero vacías por dentro? Al pedir un rey, los israelitas mostraron su falta de fe en Dios. El rey que se les dio demostró a final de cuentas la misma falta de fe en Dios. La tarea principal de Saúl como rey era garantizar la seguridad de los israelitas frente a los ataques de los filisteos vecinos y otras naciones, pero cuando se enfrentó con Goliat, su temor venció su fe y demostró no estar al nivel de su rol (1S 17:11). A lo largo de su reinado, Saúl dudó de Dios de igual forma, buscando el consejo en los lugares equivocados, y finalmente se suicidó mientras el enemigo derrotaba su ejército (1S 31:4).

David es elegido como sucesor de Saúl

Al buscar el reemplazo de Saúl, Samuel casi comete el error de juzgar por apariencias por segunda vez (1S 16:7-7). El joven David no parecía importante ante los ojos de Samuel, pero con la ayuda de Dios, Samuel finalmente reconoce que Dios lo había elegido para ser rey de Israel. A simple vista, David no proyecta la imagen de seriedad que el pueblo espera en un líder (1S 16:6-11). Poco después en la historia, Goliat, el gigante filisteo, también lo desprecia (1S 17:42). David no es un candidato tradicional por razones que van más allá de su juventud. Además de ser el hijo menor en una sociedad basada en la superioridad del primogénito, proviene de una mezcla étnica (no es descendiente puro de israelitas), debido a que una de sus bisabuelas fue Rut (Rut 4:21-22), una inmigrante de Moab (Rut 1:1-4). A pesar de que David tiene varios puntos en su contra, Dios lo ve como alguien prometedor.

Al pensar en la selección del liderazgo en la actualidad, es útil recordar la palabra de Dios para Samuel: “Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1S 16:7). En el reino al revés de Dios, puede que el último o el ignorado resulte siendo la mejor elección. El mejor líder puede ser el que nadie está buscando. Quizá sea tentador dejarse asombrar por el candidato que inicialmente es impresionante, el que irradia carisma, la persona que otros quieren seguir. Pero de hecho, la alta autoestima lleva a un bajo rendimiento de acuerdo con un artículo del 2012 de Harvard Business Review [Revista de negocios de Harvard].[1] Lo que Dios valora no es el carisma, es el carácter. ¿Qué se necesita para aprender a ver el carácter de una persona a través de los ojos de Dios?

Es importante el hecho de que David esté afuera haciendo su trabajo de pastor, cuidando con esmero las ovejas de su padre, cuando Samuel lo encuentra. El rendimiento fiel en el trabajo que se tiene es una buena preparación para un trabajo más grande, como en el caso de David (1S 17:34-37; ver también Lucas 16:10; 19:17). Pronto, Samuel descubre que David es el líder fuerte, seguro y competente que el pueblo anhela, un hombre que “salga delante de nosotros y dirija nuestras batallas” (1S 8:20). A lo largo de su carrera, David tiene en mente que sirve por la voluntad de Dios cuidando al pueblo de Dios (2S 6:21). Dios lo describe como un “hombre conforme a Mi corazón” (Hch 13:22).

Tomas Chamorro-Premuzic, “Less-Confident People Are More Successful” [Las personas menos seguras son más exitosas], Harvard Business Review [Revista de negocios de Harvard], Julio 6 del 2012,  http://blogs.hbr.org/2012/07/less-confident-people-are-more-su/.

David asciende al poder (1 Samuel 17-30)

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A diferencia de Saúl, quien comenzó su reinado poco después de que Samuel lo ungiera (1S 11:1), David debe pasar por un tiempo de formación largo y difícil antes de ser reconocido como rey en Hebrón. Su primer éxito público es el asesinato del gigante Goliat, quien está amenazando la seguridad militar de Israel. Cuando el ejército regresa a casa, una multitud de mujeres comienza a cantar, “Saúl ha matado a sus miles, y David a sus diez miles” (1S 18:7), lo que enfurece a Saúl (1S 18:8). En vez de reconocer que tanto él como la nación se pueden beneficiar de las capacidades de David, lo ve como una amenaza y decide eliminarlo lo antes posible (1S 18:9-13). Por tanto, comienza una rivalidad que eventualmente obliga a David a huir para escapar de Saúl y salvar su vida. Él pasa diez años en el desierto de Judá y se encarga de liderar un grupo de forajidos.

Cuando tuvo la oportunidad de asesinar al rey Saúl, David se rehúsa sabiendo que no le correspondía a él tomar el trono, sino que es Dios el que lo otorga. Como lo dice el Salmo, “sino que Dios es el juez; a uno humilla y a otro ensalza” (Sal 75:7). David respeta la autoridad que Dios le dio a Saúl incluso cuando Saúl actúa de formas deshonrosas. En la actualidad, esta es una lección para aquellos que trabajan con jefes difíciles o que están esperando ser reconocidos por su liderazgo. Aunque sintamos que somos llamados por Dios a una tarea o una posición en particular, no estamos autorizados para tomar el poder obrando en contra de las autoridades existentes. Si todo el que piense que Dios lo llama a ser jefe, tratara de acelerar el proceso tomando el poder por sí mismo, todas las sucesiones de autoridad serían peor que caóticas. Dios es paciente y nosotros también debemos ser pacientes, como lo fue David.

¿Podemos confiar en que Dios nos dará la autoridad que necesitamos a Su tiempo para trabajar en lo que Él quiere que hagamos? Tener más autoridad en el lugar de trabajo es útil para hacer que el trabajo necesario se lleve a cabo. Sin embargo, tomar la autoridad prematuramente presionando para que un jefe se retire o sacando del camino a un colega no construye confianza con los compañeros de trabajo ni demuestra confianza en Dios. A veces puede ser frustrante cuando parece que la autoridad necesaria tarda demasiado en llegar, pero la verdadera autoridad no se puede tomar, solo se puede conceder. David estaba dispuesto a esperar hasta que Dios le entregara esa autoridad en sus manos.

Abigail disipa la crisis entre David y Nabal (1 Samuel 25)

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Mientras el poder de David aumenta, surge un conflicto con un propietario de tierras rico llamado Nabal. Casualmente, la banda de rebeldes de David que están en contra del gobierno de Saúl, ha estado acampando en el área de Nabal por un tiempo. Los hombres de David han tratado a los pastores de Nabal con amabilidad, protegiéndolos del peligro o al menos, no robándoles nada (1S 25:15-16). Gracias a esto, David asume que Nabal le debe algo y envía una delegación para pedirle que done algunos corderos para una fiesta del ejército de David. David le ordena a su delegación que sean muy amables con Nabal, quizá al darse cuenta de la debilidad de su pretensión.

Nabal se rehúsa a darle a David algo para la fiesta y también lo insulta públicamente, niega conocerlo y ataca su integridad diciendo que está en rebeldía contra Saúl (1S 25:10). Los propios sirvientes de Nabal describen a su señor como “un hombre tan indigno que nadie puede hablarle”. David inmediatamente se pone en marcha con cuatrocientos hombres armados para asesinar a Nabal y a todos los hombres de su casa.

Repentinamente, David está a punto de cometer un asesinato masivo mientras a Nabal le importa más su orgullo que sus trabajadores y su familia. Estos dos hombres arrogantes son incapaces de resolver una disputa relacionada con ovejas sin derramar la sangre de cientos de personas inocentes. Gracias a Dios, la sabia esposa de Nabal, Abigail, interviene en la contienda. Rápidamente prepara un banquete para David y sus hombres, luego sale para encontrarse con David y darle una disculpa que establece un nuevo estándar de cortesía en el Antiguo Testamento (1S 25:26-31). Sin embargo, entre las palabras corteses, ella expresa algunas verdades fuertes que David necesita escuchar. Él está a punto de derramar sangre sin causa, por la cual tendría que cargar con una culpa de la que nunca podría escapar. David se conmueve con sus palabras y abandona su plan de asesinar a Nabal y a todos sus hombres y niños, e incluso le agradece a Abigail por impedirle realizar su plan insensato.

“Bendito sea tu razonamiento, y bendita seas tú, que me has impedido hoy derramar sangre y vengarme por mi propia mano. Sin embargo, vive el Señor, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte mal, que si tú no hubieras venido pronto a encontrarme, ciertamente, para la luz del alba, no le hubiera quedado a Nabal ni un varón”. (1S 25:33-34)

El incidente demuestra que las personas deben pedirles a sus líderes que rindan cuentas, aunque esto pueda constituir un gran riesgo personal. Usted no tiene que estar en una posición de autoridad para ser llamado a ejercer influencia, pero necesita valentía, la cual puede recibir de Dios en cualquier momento afortunadamente.

La intervención de Abigail también demuestra que mostrar respeto, incluso al dar una fuerte crítica, proporciona un modelo para confrontar la autoridad. Nabal convirtió una disputa insignificante en una situación fatal al adornar un conflicto pequeño con un insulto personal. Abigail resuelve una crisis de amenaza mortal al dar una amonestación importante adornada en un diálogo respetuoso.

¿En qué maneras nos puede llamar Dios a ejercer influencia para que las personas que están en posiciones altas de autoridad rindan cuentas? ¿Cómo podemos cultivar una actitud piadosa de respeto acompañada de un compromiso inquebrantable de decir la verdad? ¿Cuánta valentía se requiere de parte de Dios para poder hacerlo?