La gracia de Dios en medio del juicio (Salmo 86)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Aunque el juicio de Dios está en el primer plano en el Libro 3 de Salmos, también encontramos la gracia de Dios. “Ten piedad de mí, oh Señor”, implora el Salmo 86, “Pues Tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan” (Sal 86:3, 5). El salmo proviene de alguien que se siente agotado por la oposición de aquellos que son más poderosos. “Estoy afligido y necesitado” (Sal 86:1). “Los arrogantes se han levantado contra mí, y una banda de violentos ha buscado mi vida” (Sal 86:14). “Los que me aborrecen” son una amenaza constante (Sal 86:17). “Salva al hijo de tu sierva” (Sal 86:16b).

El salmo no declara rectitud, sino que se regocija en que Dios es “lento para la ira” (Sal 86:15). Solamente pide la gracia de Dios. “Vuélvete hacia mí, y tenme piedad” (Sal 86:16a). “En el día de la angustia te invocaré, porque Tú me responderás” (Sal 86:7).

Todos enfrentamos oposición en el trabajo en algunas ocasiones. Algunas veces es directamente personal y peligrosa. Puede que otras personas nos agobien o que incurramos en alguna falta, o una mezcla de los dos. Posiblemente sentimos que no merecemos nuestro trabajo, que no recibimos amor en nuestras relaciones, que somos incapaces de cambiar nuestras circunstancias o a nosotros mismos. Sin importar la fuente de oposición que tengamos —incluso si el enemigo somos nosotros mismos—, podemos pedirle a Dios Su gracia para que nos salve. La gracia de Dios rompe la ambigüedad que rodea nuestra vida y el trabajo, y nos muestra una señal de Su bondad (Sal 86:17) que va más allá de lo que merecemos.

Por supuesto, Dios no salva a nadie —ni a nosotros ni a nuestros enemigos— con el fin de que causemos daño. Con la gracia debe haber un cambio. “Enséñame, oh Señor, Tu camino; andaré en Tu verdad” (Sal 86:11a). Aceptar la gracia de Dios significa darle el primer lugar en nuestras vidas. “Unifica mi corazón para que tema Tu nombre. Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón” (Sal 86:11-12).

Con el corazón de Dios también nos volvemos misericordiosos, incluso con aquellos que se oponen a nosotros. El salmo pide que por su odio, los oponentes “se avergüencen” (Sal 86:17), pero que como resultado “vendrán y adorarán delante de Ti, Señor” (Sal 86:9) y también vendrán a la gracia de Dios. La gracia significa misericordia no solo para nosotros, sino también para nuestros oponentes, para que Dios les muestre Su poder a Sus enemigos con el propósito de que Su nombre sea glorificado (Sal 86:9).