La presencia de Dios en nuestras luchas en el trabajo (Salmo 23)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

“El Señor es mi pastor” (Sal 23:1). Si confiamos en Dios, tenemos la tranquilidad de saber que Él nos cuida, como un pastor que cuida sus ovejas. Este es un recordatorio para que veamos nuestro trabajo desde la perspectiva de Dios —no principalmente como un instrumento para nuestra gratificación, sino como nuestra parte en la misión de Dios en el mundo. “Me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre” (Sal 23:3; énfasis agregado). Trabajamos para honrarlo y no para nuestra propia gloria —un recordatorio poderoso que necesitamos escuchar regularmente.

Por lo general, una perspectiva tan piadosa en nuestro trabajo nos impulsa más hacia el trabajo, no lejos de él. En el Salmo 23, vemos esto en la forma en que se conduce la narrativa por los detalles del trabajo del pastoreo. Los pastores encuentran agua, buenos pastos y caminos en las áreas salvajes. Ellos alejan a los predadores con varas y cayados, y consuelan a las ovejas con sus palabras y su presencia. El Salmo 23 es primero que todo una representación acertada del trabajo de un pastor, lo que nos proporciona el conocimiento básico necesario para que sea significativo como una meditación espiritual.

Que busquemos honrar a Dios en nuestro trabajo no significa que el camino será fácil. Algunas veces nos podemos encontrar a nosotros mismos en el “valle de sombra de muerte” (Sal 23:4). Esto podría ocurrir en la pérdida de un contrato, una tarea docente que no salió bien, o sentimientos de aislamiento y de que nuestro trabajo no tiene sentido. O podría verse reflejado en una lucha a largo plazo, tal como un ambiente laboral tóxico o no ser capaz de encontrar trabajo. Estas son situaciones que preferiríamos evitar, pero el Salmo 23 nos recuerda que Dios está cerca en todas las circunstancias. “No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo” (Sal 23:4a). Su trabajo a nuestro favor no es hipotético, sino que es tangible y real. Un pastor tiene una vara y un cayado, y Dios tiene todos los instrumentos necesarios para mantenernos a salvo al atravesar las peores situaciones de la vida (Sal 23:4b). Dios cuidará de nosotros incluso en un mundo que a veces es hostil, “en presencia de mis enemigos” (Sal 23:5). Es fácil recordar esto cuando todo está en calma, pero aquí estamos llamados a recordarlo en medio de la dificultad y la adversidad. Aunque con frecuencia preferimos no pensar en esto, es en las dificultades de la vida que Dios cumple Sus propósitos en nosotros.

El Salmo 23 concluye recordándonos el destino de nuestro viaje con Dios. “En la casa del Señor moraré por largos días” (Sal 23:6b). Como en el Salmo 127 y en todos los demás, la casa no es solo un refugio en donde las personas se alimentan y duermen, sino que también es la unidad básica del trabajo y la producción económica. Por tanto, habitar en la casa del Señor no significa esperar a que llegue la muerte para que podamos dejar de trabajar y recibir nuestra recompensa. En cambio, promete que llegará el tiempo en que encontraremos un lugar donde nuestro trabajo y nuestra vida pueden prosperar. La primera mitad del versículo nos dice directamente que esta es una promesa para nuestra vida presente así como para la eternidad. “El bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (Sal 23:6). La promesa de que Dios estará con nosotros trayendo bondad y amor en todas las circunstancias de nuestra vida y nuestro trabajo, es una forma más profunda de consuelo que la que podremos conseguir esperando evitar cualquier adversidad que pueda caer sobre nosotros.