La jubilación del servicio regular (Números 8:23-26)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Números contiene el único pasaje en la Biblia que especifica un límite de edad para el trabajo. Los levitas comenzaban a servir en su juventud, cuando eran lo suficientemente fuertes para levantar y transportar el tabernáculo con todos sus elementos sagrados. Los censos de Números 4 no incluyen nombres de levitas que tuvieran más de cincuenta años, y Números 8:25 indica que a esa edad, los levitas se debían jubilar de sus funciones. Además de que era difícil cargar el tabernáculo por causa de su peso, el trabajo de los levitas también incluía examinar de cerca las enfermedades de la piel (Lv 13). En una época en la que no existían los anteojos para leer, prácticamente nadie a la edad de cincuenta sería capaz de ver con claridad a tan corta distancia. El punto no es que los cincuenta sean una edad de jubilación para todos los casos, sino que llega un momento en el que un cuerpo se envejece y se desempeña con menos efectividad en el trabajo. El proceso difiere bastante entre individuos y ocupaciones. Moisés tenía ochenta años cuando comenzó a desempeñarse como el líder de Israel (Éx 7:7). Sin embargo, la jubilación no representaba el fin del trabajo de los levitas. El propósito no era relevar a los trabajadores productivos, sino redirigir su servicio a una orientación más madura, dadas las condiciones de su ocupación. Aun después de jubilarse podían “ayudar a sus hermanos en la tienda de reunión a cumplir sus obligaciones” (Nm 8:26). A veces, algunas capacidades —el juicio, la sabiduría y tal vez la perspicacia— pueden mejorar con la edad. Al “ayudar a sus hermanos”, los levitas mayores tenían diferentes maneras de servir a sus comunidades. Las nociones modernas de la jubilación que consisten en dejar de trabajar y dedicar el tiempo exclusivamente al ocio no se encuentran en la Biblia.

Igual que los levitas, no deberíamos buscar un cese total del trabajo productivo en la vejez. Tal vez tengamos que abandonar nuestra posición, pero nuestras habilidades y sabiduría siguen siendo valiosas. Podemos seguir sirviendo a otros en nuestras profesiones liderando asociaciones comerciales, organizaciones civiles, comités de dirección y organismos de acreditación. Podemos asesorar, entrenar, enseñar o preparar. Al fin podemos tener tiempo para servir al máximo en la iglesia, en un club, en un cargo electivo o en organizaciones de servicio. Podemos invertir más tiempo con nuestra familia, o si es demasiado tarde para eso, podemos invertir en las vidas de otros niños y gente joven. Con frecuencia, nuestro nuevo servicio más valioso es entrenar y animar (bendecir) a los trabajadores más jóvenes (ver Nm 6:24-27).

Dadas estas posibilidades, la vejez puede ser uno de los periodos más satisfactorios de la vida. Tristemente, la jubilación margina a muchas personas justo en el momento en el que sus dones, recursos, tiempo, experiencia, contactos, influencia y sabiduría pueden ser de gran beneficio. Algunos deciden buscar solamente el ocio y el entretenimiento o simplemente abandonan sus esperanzas de vida. Otros encuentran que las regulaciones relacionadas con la edad y la marginalización social no les permiten trabajar tan plenamente como quisieran. Hay muy poco material en las Escrituras para obtener una teología específica de la jubilación, pero mientras envejecemos, cada uno se puede preparar para la jubilación con tanto esmero, o más, del que tenía al prepararse para el trabajo. Cuando jóvenes, podemos respetar y aprender de nuestros colegas más experimentados. En todas las edades, podemos trabajar en miras de políticas y prácticas de jubilación que sean más justas y productivas para los trabajadores jóvenes y los mayores.