Dios cuida a los que responden a Su llamado (Jonás 1:3, 12-14, 17; 2:10; 4:3-8)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Teniendo en cuenta la experiencia de Jonás, es posible que temamos que el llamado de Dios nos lleve a la calamidad y dificultad. ¿No sería más fácil esperar que Dios no nos llame? Es verdad que responder al llamado de Dios puede requerir gran sacrificio y dificultad.[1] Sin embargo, en el caso de Jonás, la dificultad no surge del llamado de Dios sino de la desobediencia de Jonás. El naufragio y los tres días en el mar dentro del gran pez son el resultado directo de su intento de huir de la presencia de Dios. Más adelante, su exposición al sol y el viento y su desespero casi al punto del suicidio (Jon 4:3–8) no son dificultades impuestas por Dios, sino que son causadas porque Jonás se rehúsa a aceptar las bendiciones de un “Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia” que está listo a arrepentirse del mal con el que amenaza (Jon 4:2).

La verdad es que Dios siempre está trabajando para cuidar y confortar a Jonás. Él hace que las personas tengan compasión de Jonás, como cuando los marineros tratan de remar para llegar a tierra firme antes de aceptar la oferta de Jonás de ser lanzado por la borda (Jon 1:12–14). Dios envía a un pez para que salve a Jonás de ahogarse (Jon 1:17) y después le ordena que expulse a Jonás en tierra seca (Jon 2:10). Además, permite que Jonás halle gracia entre la población enemiga de Nínive, en donde lo tratan con aprecio y le prestan atención a su mensaje. En la época de mayor necesidad de Jonás, Dios le provee sombra y refugio en Nínive (Jon 4:5–6).

El caso de Jonás es un ejemplo de que el llamado de Dios a servir a otros en el trabajo no se da necesariamente a costa de nuestro propio bienestar. Si creemos que esto es así, seguimos atrapados en una mentalidad del juego de suma cero. Si Dios realizó actos extraordinarios para proveer para Jonás aunque rechazara el llamado del Señor, imagine las  bendiciones que habría experimentado si hubiera aceptado el llamado desde el comienzo. Los medios para viajar, amigos dispuestos a arriesgar su vida por él, la armonía con el mundo de la naturaleza, la sombra y el refugio, el aprecio de las personas con las que trabaja y un éxito asombroso en su trabajo —imagine lo grandes que habrían sido estas bendiciones si Jonás las hubiera aceptado como Dios lo deseaba. Incluso en la forma reducida en la que Jonás las recibe, estas muestran que el llamado de Dios al servicio también es una invitación a la bendición.

A classic exploration of this topic is Dietrich Bonhoeffer’s The Cost of Discipleship (New York: Macmillan, 1966), originally published in 1937.