Amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:17-18)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Tal vez el versículo más famoso en Levítico es el mandato de, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18). Esta expresión imperativa es tan radical que Jesús y los rabinos la concebían como uno de los dos “grandes” mandamientos, siendo el otro “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es” (Mr 12:29-31; cf. Dt 6:4). Al citar Levítico 19:18, el apóstol Pablo escribió que “el amor es el cumplimiento de la ley” (Ro 13:10).

Trabajar para otros tanto como trabajamos para nosotros mismos

El factor crucial del mandato se encuentra en las palabras “como a ti mismo”. Al menos hasta cierto punto, la mayoría de nosotros trabaja para proveer para sí mismo. El interés propio es un componente importante del trabajo; sabemos que si no trabajamos, no comeremos. La Escritura elogia esta motivación (2Ts 3:10), pero el aspecto de “como a ti mismo” de Levítico 19:18 sugiere que deberíamos estar motivados de igual manera para servir a otros por medio de nuestro trabajo. Este es un llamado de alto nivel: trabajar tanto para servir a otros como para satisfacer nuestras propias necesidades. Esto sería casi imposible si tuviéramos que trabajar el doble para lograrlo (por ejemplo, un turno por día para nosotros y otro turno para nuestro prójimo).

Afortunadamente, es posible amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo por medio del mismo trabajo, al menos en la medida en que nuestro trabajo provee algo de valor para los clientes, ciudadanos, estudiantes, familias y otros consumidores. Un maestro recibe un salario con el que paga sus cuentas y al mismo tiempo imparte conocimientos a los estudiantes y les ayuda a desarrollar habilidades que serán igualmente valiosas para ellos. Un ama de llaves de un hotel recibe un salario mientras les proporciona a los clientes una habitación limpia y un ambiente saludable. En la mayoría de casos, no conservaremos nuestro empleo por mucho tiempo si no proporcionamos algo de valor a otros, al menos equivalente a lo que ganamos como pago. Pero, ¿qué si nos encontramos en una situación en la que podemos inclinar los beneficios a nuestro favor? Algunas personas tienen el poder de dar salarios y bonos que están por encima de lo justo. Las personas con conexiones políticas o los corruptos pueden obtener grandes recompensas para ellos mismos por medio de contratos, subsidios, bonos y trabajos poco provechosos, mientras le dan poco a los demás. Hay momentos en los que casi todos nosotros podemos trabajar menos y aun así recibir nuestro pago.

En general, si tenemos un rango amplio de opciones en nuestro trabajo, ¿qué rol tiene el servir a otros con nuestras decisiones laborales, comparado con hacer todo lo que podamos por nosotros mismos? Casi todos los trabajos pueden servir a otros y agradar a Dios, pero eso no significa que todos los trabajos y oportunidades laborales sean de servicio a los demás en el mismo nivel. Nos amamos a nosotros mismos cuando tomamos decisiones laborales que nos favorecen salarialmente, nos dan prestigio, seguridad, comodidad y trabajo fácil. Amamos a otros cuando escogemos un trabajo que proporciona bienes y servicios necesarios, oportunidades para personas marginadas, protección para la creación de Dios, justicia y democracia, verdad paz y belleza. Levítico 19:18 indica que la segunda opción debe ser tan importante para nosotros como la primera.

¿Ser amable? (Levítico 19:33-34)

En vez de luchar por cumplir este gran llamado, es fácil atenuar la forma en la que entendemos el “amar a tu prójimo como a ti mismo” y volverlo algo trivial como “ser amable”. Muchas veces, ser amable no es más que una fachada y una excusa para desconectarnos de las personas a nuestro alrededor. Levítico 19:17 nos ordena que hagamos lo opuesto. “Corrijan con franqueza a su semejante cuando sea necesario para que no resulten cómplices de su pecado” (Lv 19:17 PDT). No es evidente que estos dos mandatos —tanto amar como corregir al prójimo— vayan juntos, pero se unen en el proverbio, “Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto” (Pro 27:5).

Desafortunadamente, la lección que aprendemos en la iglesia a menudo es ser amables siempre. Si esto se convierte en nuestro principio en el trabajo, los efectos personales y profesionales pueden ser desastrosos. La amabilidad tiene la capacidad de adormecer a los cristianos para que permitan que personas agresivas y predadores los manipulen y abusen y que les hagan lo mismo a otros. La amabilidad puede llevar a que los gerentes cristianos pasen por alto las deficiencias de los trabajadores en exámenes de rendimiento, privándolos de una razón para mejorar sus habilidades y a la larga, mantener sus trabajos. La amabilidad puede llevar a las personas a guardar resentimiento, rencor o a buscar venganza. Levítico nos dice que amar a las personas a veces significa dar una reprensión honesta, aunque este no es un permiso para la insensibilidad. Cuando reprendemos a alguien, debemos hacerlo con humildad y compasión, ya que tal vez nosotros también debamos ser corregidos.