La aparición de Dios (Job 38-42:9)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En el primer ciclo del libro, la revelación de la sabiduría de Dios interrumpe los discursos de los amigos de Job. El nuevo elemento en el segundo ciclo es que el discurso de Eliú es interrumpido por la aparición impactante de Dios mismo (Job 38:1). Por fin, Dios cumple el deseo de Job de un encuentro cara a cara. El lector ha estado esperando ver si Job finalmente se quebrará y maldecirá a Dios en Su cara, pero él se mantiene firme y aprende que la sabiduría de Dios va mucho más allá del conocimiento humano.

¿Quién puede comprender la sabiduría de Dios? (Job 38:4-42:6)

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La primera pregunta que Dios le hace a Job establece las pautas de lo que es principalmente un monólogo: “¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia” (Job 38:4). Usando los términos más espectaculares de la Biblia relacionados con la creación, Dios revela que es el único autor de las maravillas creadas. Esto tiene grandes repercusiones en el trabajo. Nuestro trabajo refleja que somos creados a imagen de Dios, el gran Creador (Gn 1-2). Sin embargo, aquí Dios habita en el trabajo que solamente Él es capaz de hacer. “¿Quién puso su piedra angular cuando cantaban juntas las estrellas del alba, y todos los hijos de Dios gritaban de gozo?” (Job 38:6-7). “¿O quién encerró con puertas el mar, cuando, irrumpiendo, se salió de su seno?” (Job 38:8). “¿Acaso por tu sabiduría se eleva el gavilán, extendiendo sus alas hacia el sur? ¿Acaso a tu mandato se remonta el águila y hace en las alturas su nido?” (Job 39:26-27).

Incorporada curiosamente en la autoridad de Dios sobre el mundo natural, se encuentra una comprensión acerca de la condición humana. Dios le pregunta a Job, “¿Quién ha puesto sabiduría en lo más íntimo del ser, o ha dado a la mente inteligencia?” (Job 38:36). La respuesta, por supuesto, es Dios. A la vez, esto afirma nuestra búsqueda del conocimiento y demuestra sus límites. La sabiduría que Dios pone en nuestro interior hace posible que anhelemos una respuesta al misterio del sufrimiento. Aun así, nuestra sabiduría viene solamente de Dios, por eso no podemos superar a Dios con nuestra propia sabiduría. De hecho, Él implantó en nosotros solamente una pequeña porción de Su sabiduría, para que nunca tengamos la capacidad de comprender todos Sus caminos. Como hemos visto, puede ser bueno para nuestras almas expresar nuestras quejas contra Dios, pero sería tonto esperar que Su respuesta sea, “Sí, veo que me equivoqué”. 

Además de continuar con este encuentro desigual, Dios le plantea un reto imposible a Job: “¿Podrá el que censura contender con el Todopoderoso? El que reprende a Dios, responda a esto” (Job 40:2). Dado que previamente Job reconoce que “no sé” es con frecuencia la respuesta más sabia, su humilde contestación no es sorprendente. “He aquí, yo soy insignificante; ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca” (Job 40:4).

La mayoría de los comentaristas plantean que Dios le está permitiendo a Job ver una imagen más grande de sus propias circunstancias. Es un caso similar a cuando alguien que se sitúa demasiado cerca de una pintura no puede apreciar la perspectiva del artista. Job necesita dar algunos pasos hacia atrás para poder vislumbrar —si no entender completamente— los propósitos más grandes de Dios con una mayor claridad.

Dios continúa con un ataque frontal hacia aquellos que lo acusan de obrar indebidamente en la administración de Su creación. Él repudia los intentos de Job de autojustificarse. “¿Anularás realmente Mi juicio? ¿Me condenarás para justificarte tú?” (Job 40:8). El intento de Job de culpar a alguien más rememora la respuesta de Adán cuando Dios le preguntó si había comido del árbol del conocimiento del bien y de mal. “La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gn 3:12).

Llevar nuestras quejas ante Dios es algo bueno si tomamos los libros de Job, Salmos y Habacuc como modelos inspirados que nos muestran cómo acercarnos a Dios en tiempos difíciles. Sin embargo, acusar a Dios con el fin de cubrir nuestras propias fallas es el colmo de la soberbia (Job 40:11-12). Dios repudia a Job por hacer esto, pero no lo condena por expresar su queja. La acusación de Job contra Dios es incorrecta más allá del sentido común, pero no es imperdonable.

Job consigue la audiencia con Dios que ha estado solicitando, pero allí no se responde su pregunta sobre si merecía el sufrimiento que experimentó. Job se da cuenta de que la culpa es suya por creer que podría saber la respuesta, no de Dios por no responderla. “He declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía” (Job 42:3). Tal vez solo es que está tan maravillado por la presencia de Dios que ya no necesita una respuesta.

Si estamos buscando una razón para el sufrimiento de Job, tampoco la encontraremos. Por una parte, la adversidad de Job le ha permitido apreciar más la bondad de Dios. “Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito Tuyo puede ser estorbado” (Job 42:2). Parece que la relación de Job con Dios se ha vuelto más profunda y como resultado de esto, él se ha vuelto más sabio. Job reconoce más que nunca que su prosperidad anterior no era gracias a su propia fuerza y su poder. La diferencia es solo una cuestión de medida. ¿Valió la pena la pérdida indecible con tal de tener esa mejora gradual? No hay respuesta para esa pregunta de parte de Job ni de Dios.

Dios desaprueba a los amigos de Job (Job 42:7-9)

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Dios critica a los tres amigos cuya proclamación arrogante de sabiduría falsa había atormentado tanto a Job. En un giro satisfactorio e irónico, Él declara que si Job ora a favor de ellos, no los castigará por sus discursos ignorantes tomando el lugar de Dios (Job 42:7-8). Ellos, que equivocadamente instaron a Job a que se arrepintiera, ahora deben depender de que Job acepte su arrepentimiento y Dios escuche la súplica de Job a su favor. El acto de Job de orar por sus amigos nos recuerda el primer capítulo en donde Job ora por la protección de sus hijos. Job es un hombre de oración, a tiempo y a destiempo.

Como parte de nuestro proceso de recuperación del fracaso, haríamos bien en orar por aquellos que nos han atormentado o que dudaron de nosotros durante nuestro dolor. Más adelante, Jesús nos llama a orar por nuestros enemigos (Mt 5:44; Lc 6:27-36), y esta enseñanza es vista en ambos contextos como más que simplemente terapéutica. Si podemos orar por aquellos que nos han perseguido, entonces podremos trascender las circunstancias pasajeras de la vida y comenzar a apreciar la imagen desde la perspectiva de Dios.