José (Génesis 37:2-50:26)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Recordemos que junto con su llamado, Dios le dio a Abraham promesas fundamentales (Gn 12:2–3). Primero, Dios multiplicaría sus descendientes y serían una gran nación. Segundo, Dios lo bendeciría. Tercero, Dios engrandecería el nombre de Abraham, lo que significaba que él sería digno de su prestigio. Cuarto, Abraham sería una bendición. Esto último se relaciona con las futuras generaciones de la familia de Abraham y además, con todas las familias de la tierra. Dios bendeciría a aquellos que lo bendijeran y maldeciría a todos los que lo maldijeran. El libro de Génesis relata el cumplimiento parcial de estas promesas por medio de las líneas elegidas de descendientes de Abraham, en Isaac, Jacob y los hijos de Jacob. Entre todos ellos, en José se cumple más directamente la promesa de Dios de bendecir las naciones por medio de los descendientes de Abraham. Ciertamente, personas de “todos los países” fueron sustentadas por el sistema alimenticio que administró José (Gn 41:57). José entendió está misión y articuló el propósito de su vida acorde con la intención de Dios: “salvar la vida de mucha gente” (Gn 50:20 NVI).

Los hermanos de José lo rechazan y lo venden como esclavo (Génesis 37:2-36)

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Desde una temprana edad, José creyó que Dios lo había destinado para ser grande. En sus sueños, Dios le aseguró a José que tendría una posición de liderazgo sobre sus padres y hermanos (Gn 37:5–11). Desde el punto de vista de José, estos sueños eran evidencia de una bendición divina y no de su propia ambición. Sin embargo, desde el punto de vista de sus hermanos, los sueños eran otra manifestación del privilegio injusto del que gozaba José por ser el hijo favorito de su padre, Jacob (Gn 37:3–4). Estar seguros de tener cierto derecho no nos exime de empatizar con quienes puedan tener una perspectiva diferente. Los buenos líderes se esfuerzan por fomentar la cooperación en vez de la envidia. El incumplir esto, llevó a que José tuviera grandes conflictos con sus hermanos. Después de conspirar para asesinarlo inicialmente, sus hermanos se conformaron con venderlo a una caravana de mercaderes que llevaban productos por Canaán hacia Egipto. Los mercaderes, a su vez, vendieron a José a Potifar, el “capitán de la guardia” que era un “oficial de Faraón” en Egipto (Gn 37:36).

La artimaña de la esposa de Potifar y el encarcelamiento de José (Génesis 39:1-20)

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El tiempo que trabajó para Potifar le dio a José un amplio rango de responsabilidades fiduciarias. Al comienzo, José solo estaba “en” la casa de su amo. No sabemos qué función tenía, pero cuando Potifar reconoció las aptitudes de José, lo promovió para que fuera su mayordomo personal y “entregó en su mano todo lo que poseía” (Gn 39:4).

Después de un tiempo, la esposa de Potifar se interesó sexualmente en José (Gn 39:7). El rechazo de José hacia las insinuaciones de la esposa fue claro y razonable. Él le recordó la confianza que Potifar había depositado en él y describió la relación que ella buscaba en los términos morales o religiosos de “gran maldad” y “pecar” (Gn 39:9). Él era sensible a las dimensiones sociales y teológicas y, además, opuso resistencia de forma verbal repetidamente e incluso evitaba estar donde ella estuviera. Cuando se vio físicamente agredido, José tomó la decisión de huir medio desnudo en vez de ceder.

Este caso de acoso sexual se llevó a cabo en una relación de poder que desfavorecía a José. Aunque ella creía que tenía el derecho y el poder de usar a José de esta manera, claramente sus palabras y su trato no eran bien recibidos por parte de él. Por su trabajo, José debía estar en casa donde ella estaba y no podía hablar del tema con Potifar sin interferir en su relación matrimonial. Incluso después de su escape y arresto bajo cargos falsos, parece que José no tuvo a dónde recurrir legalmente.

Los aspectos de este episodio tratan de cerca los problemas del acoso sexual en el lugar de trabajo actualmente. Las personas tienen diferentes estándares de lo que son las palabras o el contacto físico inapropiados, pero con frecuencia se deben considerar los caprichos de aquellos en el poder. A menudo se espera que los trabajadores les reporten a sus superiores los incidentes de acoso potencial, pero por lo general son reacios a hacerlo porque saben que se arriesgan a la ofuscación y retaliación. Para agravar esto, aunque el acoso se puede registrar, los trabajadores se podrían ver afectados por haber reportado la situación. La piedad de José no lo rescató de ser acusado falsamente y del encarcelamiento. Si nos encontramos a nosotros mismos en una situación similar, nuestra devoción no es garantía de que podamos escapar ilesos. No obstante, José le dejó un testimonio educativo a la esposa de Potifar y posiblemente a otros en la casa. Saber que pertenecemos al Señor y que Él defiende al débil, ciertamente nos ayudará a enfrentar las situaciones difíciles sin darnos por vencidos. Esta historia permite reconocer de forma realista que levantarse en contra del acoso sexual en el lugar de trabajo puede tener consecuencias devastadoras. Aun así, también es una historia de esperanza de que por la gracia de Dios, el bien puede triunfar eventualmente. José también es un ejemplo para nosotros, de que incluso cuando somos acusados falsamente y tratados incorrectamente, debemos seguir adelante con el trabajo que Dios nos ha dado, permitiendo que Dios arregle la situación al final.

José interpreta sueños en la cárcel (Génesis 39:20-40:23)

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La labor de José en la cárcel se caracterizó por la presencia del Señor, la confianza del jefe de la cárcel y el ascenso de José al liderazgo (Gn 39:21-23). En la cárcel, José conoció dos oficiales de Faraón que estaban bajo custodia, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos. Muchos textos egipcios mencionan el rol de los coperos, quienes no solo probaban el vino para corroborar su calidad y detectar si tenía veneno, sino que también disfrutaban de cierta cercanía con aquellos que tenían poder político. Con frecuencia, ellos se convertían en confidentes apreciados por sus consejos (ver Nehemías 2:1-4).[1] Así como los jefes de los coperos, los jefes de los panaderos eran oficiales de confianza que tenían acceso directo a las personas más poderosas del gobierno y es probable que sus tareas fueran más allá de preparar los alimentos.[2] En la cárcel, José hizo el trabajo de interpretar los sueños de estos individuos que tenían conexiones políticas.

En el mundo antiguo, la interpretación de sueños era una profesión sofisticada que involucraba “libros de sueños”, los cuales enumeraban elementos de los sueños y su significado. Los registros de veracidad de sueños pasados y sus interpretaciones proporcionaban evidencia empírica para respaldar las predicciones del intérprete.[3] José, sin embargo, no fue instruido en esta tradición y reconoció que Dios dio las interpretaciones que eventualmente demostraron su veracidad (Gn 40:8). En este caso, el copero pudo regresar a su puesto anterior en donde rápidamente olvidó a José.

La dinámica presentada en esta historia sigue presente en la actualidad. Podemos aportar al éxito de otra persona que asciende por encima de nosotros y ser descartados cuando ya no le somos útiles. ¿Esto significa que nuestro trabajo ha sido en vano y que habría sido mejor concentrarnos en nuestra propia posición y ascenso? Además, José no tuvo una forma de verificar independientemente las historias de los dos oficiales en la cárcel.  “Justo parece el primero que defiende su causa hasta que otro viene y lo examina” (Prov. 18:17). No obstante, luego de la sentencia, cualquier prisionero puede defender su propia inocencia.

Tal vez tengamos dudas acerca de cómo nuestra inversión en otros puede beneficiarnos a nosotros o a nuestras organizaciones eventualmente. Tal vez nos preguntemos acerca del carácter y las motivaciones de las personas que ayudamos. Podemos desaprobar lo que hacen después y cómo eso nos afecte. Estos asuntos pueden ser variados y complejos y requieren oración y discernimiento, pero ¿nos deben paralizar? El apóstol Pablo escribió, “Hagamos bien a todos según tengamos oportunidad” (Gá 6:10). Si comenzamos con un compromiso de trabajar para Dios antes que por otros, será más fácil avanzar, creyendo que “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Ro 8:28).

Kenneth A. Kitchen, “Cupbearer,” in New Bible Dictionary, 3rd ed., eds. I. Howard Marshall, A. R. Millard, J. I. Packer, and D. J. Wiseman (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996), 248.

Roland K. Harrison, “Baker,” in The International Standard Bible Encyclopedia, ed. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 1:404.

John H. Walton, Genesis, NIV Application Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 672-73.

Faraón asciende a José (Génesis 41:1-45)

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Pasaron dos años más antes de que José tuviera la oportunidad de liberarse de su miseria en la cárcel. Faraón había comenzado a tener sueños perturbadores y el jefe de los coperos recordó la habilidad del joven hebreo en la cárcel. Los sueños de Faraón acerca de vacas y cañas con espigas confundieron a sus consejeros más hábiles. José testificó que Dios podía dar las interpretaciones y que su rol era apenas el de intermediario de esa revelación (Gn 41:16). Ante Faraón, José no usó el nombre de Dios del pacto, que era exclusivo para su pueblo. En vez de esto, se refirió consistentemente a Dios con el término más general de Elohim. Al hacerlo, José evitó ofender de manera innecesaria, algo respaldado por el hecho de que Faraón reconoció que Dios le reveló a José el significado de sus sueños (Gn 41:39). En el lugar de trabajo, algunas veces los creyentes pueden darle el crédito a Dios de su éxito de una forma superficial, lo que termina causando el rechazo de las personas. La forma en la que José lo hizo impresionó a Faraón, lo que muestra que se le puede dar el crédito públicamente a Dios de una forma convincente.

La presencia de Dios estaba con José de una forma tan evidente que Faraón lo promovió a segundo al mando en Egipto, para que se encargara especialmente de los preparativos para la hambruna que vendría (Gn 41:37-45). La palabra de Dios para Abraham estaba dando fruto: “Bendeciré a los que te bendigan… Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gn 12:3). Como José, cuando confesamos nuestra propia incapacidad de cumplir los retos que enfrentamos y cuando encontramos formas apropiadas de atribuirle el éxito a Dios, forjamos una defensa poderosa en contra de orgullo que frecuentemente acompaña al reconocimiento público.

El ascenso de José lo equipó con aspectos significativos del liderazgo: un anillo con el sello del rey y un collar de oro, vestiduras finas apropiadas para su alto cargo, transporte oficial, un nuevo nombre egipcio y una esposa egipcia de una familia de clase alta (Gn 41:41-45). Si alguna vez tuvo la tentación de dejar atrás su herencia hebrea, fue esta. Dios nos ayuda a enfrentar el fracaso y la derrota, aunque tal vez necesitemos más su ayuda cuando enfrentamos el éxito. El texto presenta varias indicaciones de cómo José manejó su ascenso de una manera piadosa y en parte, tuvo que ver con su preparación antes de que ocurriera.

Cuando estaba en casa de su padre, los sueños de liderazgo que le dio Dios convencieron a José de que tenía un propósito decretado por Dios y un destino que nunca olvidó. Básicamente, su naturaleza fue confiar en las personas y parece que no guardó ningún resentimiento contra sus hermanos celosos y el copero olvidadizo. Antes de que Faraón lo promoviera, José sabía que el Señor estaba con él y tenía evidencia tangible para probarlo. Darle el crédito a Dios repetidamente no solo era lo correcto, sino que también le recordaba al mismo José que sus habilidades vienen del Señor. José era cortés y humilde, y mostraba que quería hacer lo que fuera necesario para ayudar a Faraón y a los egipcios. Incluso cuando los egipcios carecían de riquezas y ganado, José se ganó su confianza y la del mismo Faraón (Gn 41:55). Por el resto de su vida como administrador, José se dedicó a la administración eficiente por el bien de otros.

Hasta aquí, la historia de José nos recuerda que en nuestro mundo caído, la respuesta de Dios a nuestras oraciones no llegará necesariamente rápido. José tenía diecisiete años cuando sus hermanos lo vendieron como esclavo (Gn 37:2) y finalmente fue libre de la cautividad cuando tenía treinta años (Gn 41:46), trece largos años después.

José crea infraestructura y una política de agricultura a largo plazo (Génesis 41:46-57)

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Inmediatamente, José procedió a hacer el trabajo para el que Faraón lo había designado. Su interés principal era trabajar para beneficiar a otros, en vez de tomar ventaja personal de su nueva posición en cabeza de la corte real. Él mantuvo su fe, dándole a sus hijos nombres que honraban a Dios por la sanación de su dolor emocional y por hacerlo fecundo (Gn 41:51-52). Él reconoció que su sabiduría y discernimiento eran regalos de Dios, pero también que todavía tenía mucho que aprender acerca de la tierra de Egipto, la agricultura en particular. Como administrador principal, el trabajo de José afectó la vida de la nación en casi todas las áreas prácticas. Su oficio habría requerido que aprendiera acerca de legislación, comunicación, negociación, transporte, métodos seguros y eficientes de almacenamiento de alimentos, construcción, elaboración de estrategias y estimación económica y mantenimiento de registros, manejo de nómina, manejo de transacciones mediante dinero y canjes, recursos humanos y adquisición de propiedades. Sus habilidades extraordinarias respecto a su relación con Dios y las personas no funcionaban en campos separados. El espíritu del éxito de José está en la integración efectiva de sus dones divinos y competencias adquiridas. Para José, todo esto era un trabajo piadoso.

José fue descrito por Faraón como “prudente y sabio” (Gn 41:39) y estas características le permitieron hacer el trabajo de planeación y administración estratégicas. Las palabras en hebreo para sabio y sabiduría (hakham y hokhmah) denotan un alto nivel de perceptibilidad mental, pero también se usan para un amplio rango de habilidades prácticas incluyendo el trabajo con madera, piedras preciosas y metal (Éx 31:3-5; 35:31-33), confección (Éx 28:3; 35:26, 35), así como la administración (Dt 34:9; 2Cr 1:10) y justicia legal (1R 3:28). Estas habilidades también se encuentran entre los no creyentes, pero los sabios en la Biblia disfrutan de la bendición especial de Dios, quien quiere que Israel les muestre a las naciones los caminos de Dios (Dt 4:6).

Como primer acto, “José… recorrió toda la tierra de Egipto” (Gn 41:46) en un viaje de inspección. Él tenía que familiarizarse con las personas que manejaban la agricultura, las zonas y las condiciones de los campos, los cultivos, los caminos y los medios de transporte. Es inconcebible que José hubiera logrado todo esto por sí solo ya que habría tenido que establecer y supervisar el entrenamiento de algo parecido a un Departamento de agricultura y hacienda. Durante los siete años de cosecha abundante, José almacenó el grano en distintas ciudades (Gn 41:48-49). Durante los siete años de escasez que siguieron, José distribuyó el grano para los egipcios y otras personas que fueron afectadas por la extensa hambruna. Se requería un talento excepcional para crear y administrar todo esto mientras sobrevivía a las intrigas políticas de una monarquía absoluta.

José mitiga la pobreza del pueblo egipcio (Génesis 47:13-26)

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Cuando las personas se quedaron sin dinero, José permitió hacer trueques de ganado por alimento. Este plan duró un año, durante el cual José recolectó caballos, ovejas, cabras, ganado y asnos (Gn 47:15-17). Él habría tenido que determinar el valor de estos animales y establecer un sistema equitativo para los intercambios. Cuando el alimento escasea, las personas se preocupan especialmente por su supervivencia y la de sus seres amados. Por esto, ofrecer el acceso a puntos de distribución de alimentos y tratar a las personas imparcialmente se convirtieron en temas administrativos sumamente importantes.

Cuando ya no había más ganado para negociar, las personas se vendían a sí mismas como esclavas voluntariamente y también le vendían sus tierras a Faraón (Gn 47:18-21). Desde la perspectiva del liderazgo, debe haber sido horrible ser testigos de algo como esto. Aunque José les permitía a las personas vender sus tierras y convertirse en esclavos, él no se aprovechó de ellos en su estado de indefensión. José habría tenido que verificar que se les diera el precio correcto a estas propiedades al intercambiarlas por semillas para plantar (Gn 47:23). Él aprobó una ley permanente que establecía que las personas le regresaran a Faraón el veinte por ciento de la cosecha, lo que implicaba crear un sistema para monitorear y hacer cumplir la ley, y establecer un departamento dedicado a administrar las ganancias. En todo esto, José eximió a las familias sacerdotales de vender sus tierras, ya que Faraón les suministraba una porción de alimentos para cubrir sus necesidades adecuadamente (Gn 47:22, 26). Manejar esta población especial habría implicado que tuvieran un sistema distinto y más pequeño de distribución que estaba diseñado especialmente para ellos.

La pobreza y sus consecuencias son realidades económicas. Nuestra primera tarea es ayudar a eliminarlas, pero no podemos esperar el éxito total hasta que se cumpla el reino de Dios. Tal vez los creyentes no tengamos el poder de cambiar las circunstancias que obligan a las personas a tomar decisiones difíciles, pero podemos encontrar maneras de apoyarlos mientras las enfrentan, sean creyentes o no. Escoger el mejor de dos males puede ser un trabajo necesario y algo emocionalmente devastador. En nuestro trabajo, podemos experimentar la tensión que genera sentir empatía por los necesitados, aunque tengamos la responsabilidad de hacer lo que es bueno para las personas y organizaciones para las que trabajamos. José experimentó la guía de Dios en estas tareas difíciles y nosotros también hemos recibido la promesa de Dios de “nunca te dejaré ni te desampararé” (Heb 13:5).

Afortunadamente, usando su habilidad y sabiduría dadas por Dios, José ayudó a Egipto a atravesar la crisis agrícola. Al comienzo de los siete años de buenas cosechas, José desarrolló un sistema de almacenamiento para guardar el grano que sería usado durante la sequía. Cuando llegaron los siete años de sequía, “José abrió todos los graneros” y proporcionó suficiente alimento para ayudar al pueblo egipcio a soportar la hambruna. Su sabia estrategia e implementación efectiva del plan también permitieron que Egipto abasteciera de grano al resto del mundo durante el tiempo de escasez (Gn 41:57). En este caso, el cumplimiento de la promesa de que los descendientes de Abraham serían una bendición para el mundo, no solo ocurrió para el beneficio de otras naciones sino incluso por medio de la industria de una nación extranjera, Egipto.

De hecho, la bendición de Dios para el pueblo de Israel vino después de Su bendición para los extranjeros y además, a través de esta. Dios no levantó a un israelita en la tierra de Israel para que aportara lo necesario y así aliviar al pueblo durante la hambruna. En vez de eso, Dios capacitó a José en su trabajo en el gobierno egipcio y por medio del mismo dio la provisión para las necesidades del pueblo de Israel (Gn 47:11-12). No obstante, no debemos idealizar a José. Al ser un oficial en una sociedad que en ocasiones era represiva, él hizo parte de su estructura de poder y personalmente impuso la esclavitud para un gran número de personas (Gn 47:21).

Aplicaciones a partir de la experiencia administrativa de José (Génesis 41:46-57; 47:13-26)

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El interés de Génesis por la administración de José durante la crisis alimentaria radica más en su impacto sobre la familia de Israel, que en desarrollar principios para la administración efectiva. Sin embargo, el liderazgo extraordinario de José puede servir como ejemplo para los líderes actuales, y podemos encontrar algunas aplicaciones prácticas a partir de su trabajo:

  1. Familiarizarse tanto como sea posible con la situación general al comienzo de una labor.
  2. Orar por discernimiento acerca del futuro para poder planear sabiamente.
  3. Encomendarse a Dios primero y después esperar que Él dirija y afiance sus planes.
  4. Reconocer con gratitud y de la manera apropiada los dones que Dios le ha dado.
  5. Incluso si otros reconocen la presencia de Dios en su vida y los talentos especiales que tiene, no publicarlos en un esfuerzo egoísta de ganarse el respeto de los demás.
  6. Capacitarse para hacer su trabajo y llévelo a cabo con excelencia.
  7. Buscar de formas prácticas el bien para otros, sabiendo que usted debe ser una bendición en donde Dios lo ha puesto.
  8. Ser justo en todos sus negocios, especialmente cuando las circunstancias son desalentadoras y profundamente problemáticas.
  9. Aunque su labor ejemplar pueda llevarle al protagonismo, recuerdar su misión principal como siervo de Dios. Su vida no consiste en lo que usted gane para sí mismo.
  10. Valorar la piedad de los muchos trabajos honorables que necesita la sociedad.
  11. Ofrecer generosamente el fruto de su labor a aquellos que verdaderamente lo necesitan, sin importar lo que usted piense de ellos como individuos.
  12. Aceptar el hecho de que Dios puede llevarle a cierto campo laboral bajo condiciones extremadamente exigentes y esto no significa que ha ocurrido algo terrible o que usted esté por fuera de la voluntad de Dios.
  13. Cobrar ánimo en que Dios le hará apto para la labor.
  14. Aceptar el hecho de que algunas veces las personas deben escoger la que consideran mejor entre dos situaciones desagradables pero inevitables.
  15. Creer que lo que usted hace no solo beneficiará a aquellos que ve y conoce, sino que su trabajo también tiene el potencial de afectar vidas por muchas generaciones. Dios es capaz de hacer todo más abundantemente de lo que podemos pedir o imaginar (Ef 3:20).

Los tratos de José con sus hermanos (Génesis 42-43)

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En medio de la crisis en Egipto, los hermanos de José llegaron desde Canaán con la intención de comprar alimentos, ya que la hambruna también había afectado gravemente su tierra. Ellos no reconocieron a José y él no les reveló quién era. Él trato a sus hermanos mayormente con el lenguaje de los negocios. La palabra dinero (kesef) aparece veinte veces en los capítulos 42 al 45 y la palabra grano (shever) aparece diecinueve veces. El comercio con esta mercancía representa el marco en el que se llevaron a cabo las dinámicas personales complejas.

En esta situación, el comportamiento de José fue bastante astuto. Primero, él le ocultó su identidad a sus hermanos, lo cual —si bien no es necesariamente un engaño abierto (la palabra hebrea mirmah, como con Jacob en Gn 27:35)— en realidad no fue sincero. Segundo, él les habló duramente a sus hermanos con acusaciones que sabía que eran infundadas (Gn 42:7, 9, 14, 16; 44:3-5). En resumen, José se aprovechó de su poder para tratar con un grupo en el que no sabía si podía confiar, por causa del trato que recibió de ellos,[1] y su motivación era discernir el carácter actual de las personas con las que estaba tratando. Él había sufrido bastante por causa de ellos durante veinte años y tenía razones para desconfiar de sus palabras, acciones y compromiso con la familia.

Los métodos de José rayaron en el engaño. Él ocultó información importante, manipuló los eventos de varias maneras y actuó como un detective que interroga con severidad. Él no podía proceder con total transparencia y esperar que ellos le proporcionaran información confiable. El concepto bíblico para esta táctica es la astucia. La astucia se puede usar para el bien o para el mal. Por una parte, la serpiente era “más astuta que cualquiera de los animales del campo” (Gn 3:1) y usó métodos astutos con propósitos desastrosamente malvados (el uso consistente de La Biblia de las Américas de la palabra “astuto” deja claro que se está traduciendo la misma palabra del hebreo. Esta palabra se usa en todas las versiones en español). La palabra hebrea para astucia (ormah y sus análogas) también se traduce como “cordura”, “prudencia” e “inteligente” (Prov. 12:23; 13:16; 14:8; 22:3; 27:12), lo que indica que el trabajo piadoso en contextos difíciles puede requerir precaución y habilidad. Jesús mismo aconsejó a sus discípulos que fueran “astutos como serpientes e inofensivos como las palomas” (Mt 10:16 NTV). La Biblia frecuentemente recomienda la astucia en la búsqueda de propósitos buenos (Prov. 1:4; 8:5, 12).

La astucia de José tuvo el efecto previsto de probar la integridad de sus hermanos, quienes regresaron el dinero que José había escondido en sus costales secretamente (Gn 43:20-21). Después, él los probó de otra manera, tratando a Benjamín (el más joven) más generosamente que a los demás, y ellos demostraron que habían aprendido a no caer en enemistades entre ellos como lo hicieron cuando le vendieron como esclavo.

Sería superficial interpretar por las acciones de José que creer que estamos del lado de Dios siempre es una justificación para el engaño. La larga carrera de José de labores y sufrimiento al servicio de Dios, le dio un entendimiento mayor de la situación que la que tenían sus hermanos. Aparentemente, la promesa de que Dios haría de ellos una gran nación pendía de un hilo. José supo que no estaba en su poder salvarlos, pero él aprovechó su autoridad y sabiduría, dadas por Dios, para servir y ayudar. Dos factores importantes diferencian a José en este caso en que tomó la decisión de usar medios que de otra manera no serían recomendables. Primero, él no ganaba nada para sí mismo con estas maquinaciones. Él había recibido una bendición de Dios y sus acciones tenían el propósito exclusivo de convertirse en una bendición para otros. Él pudo haberse aprovechado de la situación desesperada de sus hermanos y exigirles con rencor una mayor suma de dinero, sabiendo que ellos habrían dado todo por sobrevivir. En vez de eso, él usó su conocimiento para salvarlos. Segundo, sus acciones eran necesarias para poder ofrecer las bendiciones. Si hubiera tratado con sus hermanos más abiertamente, no habría podido probar si eran dignos de confianza en el asunto.

Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary, (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 545.

Judá se transforma en un hombre de Dios (Génesis 44:1-45:15)

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En el episodio final de las pruebas de José a sus hermanos, José le tendió una trampa a Benjamín culpándolo por un crimen imaginario y reclamó que se quedara como esclavo. Cuando exigió que los hermanos regresaran a casa a Isaac sin Benjamín (Gn 44:17), Judá se levantó y habló en nombre del grupo. ¿Qué le dio la posición para asumir este rol? Él había traicionado la confianza de su familia al casarse con una mujer de Canaán (Gn 38:2), había criado a dos hijos tan malvados que el Señor les quitó la vida (Gn 38:7, 10), había tratado a su nuera como una prostituta (Gn 38:24) y había concebido el plan para vender a su propio hermano como esclavo (Gn 37:27). Sin embargo, la historia que Judá le contó a José mostraba un hombre transformado. Él demostró una compasión inesperada al hablar de la experiencia desgarradora que la familia había pasado por la hambruna, del amor profundo de su padre por Benjamín y de la promesa que le hizo a su padre de traer a Benjamín de regreso a casa, para que Jacob no muriera literalmente de dolor. Entonces, en una última expresión de compasión, ¡Judá ofreció tomar el lugar de Benjamín! Él ofreció quedarse en Egipto por el resto de su vida como esclavo del gobernador si el gobernador permitía que Benjamín regresara a casa con su padre (Gn 44:33-34).

Al ver el cambio en la vida de Judá, José pudo bendecirlos como Dios había planeado. Él les dijo toda la verdad: “Yo soy José” (Gn 45:3). Parece que José finalmente vio que sus hermanos eran dignos de confianza. Nosotros mismos debemos andar con cuidado en nuestro trato con aquellas personas que podrían aprovecharse y engañarnos, y ser tan astutos como serpientes e indefensos como palomas, como Jesús les enseñó a Sus discípulos (Mt 10:16). Como lo dijo un escritor, “para tener la confianza de otros, hay que ser confiable”. Todo lo que José planeaba con las discusiones con sus hermanos terminó de esta manera, permitiéndole entrar en una relación correcta con ellos. Él calmó a sus hermanos aterrorizados apuntando al trabajo de Dios, que era el responsable de poner a José a cargo de todo Egipto (Gn 45:8). Waltke explica la importancia de la interacción entre José y sus hermanos:

Esta escena expone la anatomía de la reconciliación. Se trata de la lealtad a un miembro de la familia que está en necesidad, incluso cuando él o ella parece culpable; darle la gloria a Dios reconociendo el pecado y sus consecuencias; pasar por alto el favoritismo; ofrecerse a uno mismo para salvar a otro; demostrar el verdadero amor por medio de actos concretos de sacrificio que crean un contexto de confianza; desechar el control y el poder del conocimiento y optar a favor de la cercanía; abrazar la compasión, los sentimientos amables, la sensibilidad y el perdón de manera profunda; y hablar con el otro. Una familia disfuncional que permite que estas virtudes la abracen, se convertirá en una luz para el mundo.[1]

Dios es más que capaz de bendecir al mundo por medio de personas profundamente imperfectas, pero debemos estar dispuestos a arrepentirnos continuamente del mal que hacemos y pedirle a Dios que nos transforme, aunque nunca seamos perfectamente purificados de nuestros errores, debilidades y pecados en esta vida.

Contrario a los valores de las sociedades alrededor de Israel, la disposición de los líderes de ofrecerse a sí mismos como sacrificio por los pecados de otros estaba diseñada como un rasgo característico del liderazgo entre el pueblo de Dios. Este aspecto fue evidente en Moisés cuando Israel pecó con el becerro de oro. Él oró, “¡Ay!, este pueblo ha cometido un gran pecado: se ha hecho un dios de oro. Pero ahora, si es tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito” (Éx 32:31-32). El mismo se manifestó en David cuando vio al ángel del Señor hiriendo al pueblo. Él oró, “¿qué han hecho? Te ruego que tu mano caiga sobre mí y sobre la casa de mi padre” (2S 24:17). Jesús, el León de la tribu de Judá, lo demostró cuando dijo, “Por eso el Padre me ama, porque Yo doy Mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad” (Jn 10:17-18).

Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 565-66.

La familia de Jacob se muda a Egipto (Génesis 45:16-47:12)

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José y Faraón les dieron generosamente a los hermanos de José “lo mejor de toda la tierra de Egipto” (Gn 45:20) y les proveyeron para su regreso a Canaán y el transporte para la familia. Sin embargo, este aparente final feliz tiene un lado oscuro. Dios le había prometido a Abraham y sus descendientes la tierra de Canaán, no de Egipto. Tiempo después del fallecimiento de José, la relación de Egipto con Israel pasó de la hospitalidad a la hostilidad. Visto de esta manera, ¿cómo encaja la benevolencia de José con la familia en su rol como mediador de las bendiciones de Dios para todas las familias de la tierra (Gn 12:3)? José fue un hombre de visión que planeó para el futuro y realmente contribuyó la parte de la bendición de Dios que se le había asignado. Sin embargo, Dios no le reveló que en el futuro se levantaría un “nuevo rey que no había conocido a José” (Éx 1:8). Cada generación debe permanecer fiel a Dios y recibir Sus bendiciones a su debido tiempo. Desafortunadamente, los descendientes de José olvidaron las promesas de Dios y se desviaron hacia la incredulidad. Aun así, Dios no olvidó Su promesa a Abraham, Isaac y Jacob y sus descendientes. De entre ellos, Dios levantaría nuevos hombres y mujeres que transmitieran las bendiciones que Dios había prometido.

Dios hace que todo obre para bien (Génesis 50:15-21)

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Las palabras de arrepentimiento de sus hermanos llevaron a José a uno de los mejores puntos teológicos de su vida, y de hecho, de casi todo Génesis. Él les dijo que no tuvieran miedo, porque él no tomaría represalias por su maltrato hacia él. Él les dijo, “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente. Ahora pues, no temáis; yo proveeré para vosotros y para vuestros hijos” (Gn 50:20-21). José habla de “mucha gente”, lo que hace eco a la promesa del pacto de Dios de bendecir a “todas las familias de la tierra” (Gn 12:3). Desde nuestro punto de vista actual podemos ver que la bendición de Dios sobrepasó lo que José habría podido pedir o imaginar (ver Ef 3:20).

El trabajo de Dios en José y por medio de él tuvo un valor real, práctico e importante, que fue el de salvar vidas. Si alguna vez tenemos la impresión de que Dios nos quiere en nuestro lugar de trabajo solamente para que hablemos a otros acerca de Él, o si tenemos la impresión de que la única parte de nuestro trabajo que le interesa a Dios es el de establecer relaciones, el trabajo de José dice lo contrario. Las cosas que hacemos en nuestro trabajo son en sí mismas cruciales para Dios y para otras personas. En ocasiones, esto es así porque nuestro trabajo es una pieza de un todo más grande y perdemos de vista el resultado del trabajo. José adoptó una perspectiva más amplia en su trabajo y no se desanimó por los altibajos inevitables que experimentó.

Esto no quiere decir que las relaciones en el trabajo no sean de gran importancia. A lo mejor los cristianos tenemos el don especial de ofrecerles a otros el perdón en nuestros lugares de trabajo. La forma en la que José consoló a sus hermanos es un modelo del perdón. José siguió la instrucción de su padre de perdonar a sus hermanos y así los liberó verbalmente de la culpa. Pero su perdón, como todo el perdón verdadero, no fue solo verbal. José usó los vastos recursos de Egipto, que Dios había puesto bajo su control, para ayudarlos económicamente y que pudieran prosperar. Él reconoció que no debía juzgar, diciendo, “¿acaso estoy yo en el lugar de Dios?” (Gn 50:19). Él no usurpó el rol de Dios como juez sino que les ayudó a sus hermanos a relacionarse con Dios, quien fue el que los salvó.

La relación que José tenía con sus hermanos era tanto familiar como económica. No hay un límite claro definido entre estas áreas, pero el perdón es apropiado para ambas. Tal vez nos veamos tentados a pensar que nuestros valores religiosos más preciados están destinados principalmente a funcionar en espacios religiosos, tales como la iglesia local. Es claro que gran parte de nuestra vida laboral ocurre en el ámbito público y debemos respetar el hecho de que otros no compartan nuestra fe cristiana. Sin embargo, dividir la vida en compartimientos separados etiquetados como “sagrado” y “secular” es algo ajeno a la cosmovisión de la Escritura. Por lo tanto, es correcto afirmar que el perdón es una práctica correcta en el lugar de trabajo.

Siempre habrá heridas y dolor en la vida, y ninguna compañía u organización es inmune a esto. Sería ingenuo asumir que nadie desea causar daño de forma premeditada con sus palabras o hechos. Nosotros podemos hacer lo que hizo José cuando reconoció que sí intentaron hacerle daño, lo que incluye en la misma frase la gran verdad del propósito de Dios para bien. Recordar esto cuando nos sentimos heridos puede ayudarnos a sobrellevar el dolor e identificarnos con Cristo.

José se vio a sí mismo como un representante de Dios, que era un instrumento que realizaba el trabajo de Dios con Su pueblo. Él sabía que la gente es capaz de causar un gran daño y aceptó que algunas veces los peores enemigos de las personas son ellos mismos. Él conocía las historias de la familia en las que la fe se mezclaba con duda, el servicio fiel con la auto-conservación, la verdad con el engaño. Él también conocía las promesas que Dios le hizo a Abraham, el compromiso de Dios de bendecir su familia y la sabiduría de Dios para trabajar con Su pueblo mientras los purificaba por medio del fuego de la vida. Él no trató de esconder los pecados de sus hermanos, sino que los asimiló en su reconocimiento del trabajo enorme de Dios. Nuestra conciencia de la efectividad providencial e inevitable de las promesas de Dios hace que nuestra labor sea provechosa, sin importar lo que nos cueste.

De las muchas lecciones acerca del trabajo en el libro de Génesis, esta se destaca en particular, e incluso explica la redención misma, la crucifixión del Señor de la gloria (1Co 2:8-10). En los contextos de nuestros lugares de trabajo, nuestros valores y carácter salen a la luz mientras tomamos decisiones que nos afectan a nosotros mismos y a aquellos a nuestro alrededor. En Su sabio poder, Dios es capaz de trabajar con nuestra falta de fe, ayudarnos a mejorar en lo que somos débiles y usar nuestros fracasos para alcanzar lo que Él mismo ha preparado para nosotros los que lo amamos.