Jacob (Génesis 25:19-49:33)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Por lo general, los nombres de Abraham, Isaac y Jacob aparecen en grupo, porque todos ellos recibieron las promesas del pacto de Dios y compartían la misma fe. Sin embargo, Jacob era muy diferente a su abuelo Abraham. Jacob siempre fue astuto y vivió la mayor parte de su vida conforme a su astucia e ingenio. Él no era ajeno a los conflictos y su pasión por conseguir lo que quería para sí mismo lo controlaba. Esta lucha fue verdaderamente un trabajo duro que con el tiempo lo llevó al punto emblemático de su existencia, una lucha con un hombre misterioso en quien Jacob vio a Dios cara a cara (Gn 32:24, 30). En su debilidad, Jacob clamó en fe por la bendición de Dios y fue transformado por gracia.

La vida laboral de Jacob como pastor es de nuestro interés en la teología del trabajo. Sin embargo, esta asume una importancia mayor cuando se fija en el contexto general de su vida, que iba de un lado al otro del distanciamiento a la reconciliación. Ya hemos visto que el trabajo de Abraham fue una parte inseparable de su propósito, el cual provenía de su relación con Dios. Esto se aplica para Jacob y la lección también es para nosotros.

La adquisición deshonesta de Jacob del derecho de nacimiento y la bendición de Esaú(Génesis 25:19-3)

Regresar al Índice Regresar al Índice

Aunque el plan de Dios era que Jacob fuera el sucesor de Isaac (Gn 25:23), Rebeca y Jacob engañaron y robaron para obtenerla, lo que puso a la familia en grave peligro. En vez de confiar en Dios, fueron deshonestos con Isaac y Esaú para asegurar su futuro, lo que trajo como resultado una separación prolongada en el negocio familiar.

Las bendiciones del pacto con Dios eran regalos que se recibían, no se tomaban a la fuerza. Debían ser usadas para ayudar a otros, no para acumularlas. Jacob no lo tomó en cuenta. Aunque tenía fe (a diferencia de su hermano Esaú), él dependía de sus propias habilidades para obtener los derechos que valoraba. Jacob aprovechó el hambre de Esaú para comprarle el derecho de nacimiento (Gn 25:29–34). Es bueno que Jacob valorara este derecho, pero muestra una profunda falta de fe que lo quisiera conseguir por sus propios medios, especialmente en la forma en la que lo hizo. Siguiendo el consejo de su madre Rebeca (quien también buscó algo bueno por los medios equivocados), Jacob engañó a su padre y su vida como fugitivo de la familia muestra la naturaleza detestable de su comportamiento.

Tiempo después, Jacob comenzó a creer genuinamente en las promesas del pacto con Dios, aunque no logró vivir confiando en lo que Dios haría por él. Las personas maduras y piadosas que han aprendido a dejar que su fe transforme sus decisiones (y no que sus decisiones transformen su fe) pueden trabajar con base en esa fortaleza. Las decisiones valientes y astutas que alcanzan grandes logros pueden recibir elogios por su simple efectividad, pero cuando las ganancias resultan de aprovecharse y engañar a otros, algo está mal. Más allá del hecho de que los métodos deshonestos por sí mismos son incorrectos, también pueden revelar los principales miedos de aquellos que los usan. El deseo incesante de Jacob de ganar beneficios para él mismo revela cómo sus miedos lo llevaron a resistirse ante la gracia transformadora de Dios. En la medida en la que comenzamos a creer en las promesas de Dios, estamos menos propensos a manipular las circunstancias para nuestro propio beneficio. Siempre debemos estar conscientes de que nos podemos engañar a nosotros mismos con facilidad acerca de la pureza de nuestras motivaciones.

Jacob gana su fortuna (Génesis 30-31)

Regresar al Índice Regresar al Índice

Al escapar de Esaú, Jacob llegó a la granja familiar de Labán, el hermano de su madre. Jacob trabajó para Labán durante veintiún frustrantes años, en los cuales Labán rompió una serie de promesas que le había hecho. A pesar de esto, Jacob logró casarse con dos de sus hijas y comenzar una familia. Él quería regresar a casa, pero Labán lo convenció de que se quedara y trabajara para él con la promesa de que podría “fijar [su propio] salario” (Gn 30:28). Claramente, Jacob fue un buen trabajador y Labán había sido bendecido por medio de su asociación con él.

Durante este tiempo, Jacob aprendió sobre el comercio de la crianza de animales, y usó está destreza para vengarse de Labán. Por medio de sus técnicas de crianza se volvió muy rico a costa de su tío y la situación llegó al punto de que los hijos de Labán se quejaban de que “Jacob se ha apoderado de todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha hecho toda esta riqueza” (Gn 31:1–2). Jacob notó que la actitud de Labán hacia él había cambiado. Con todo, él afirmó que sus ganancias eran un regalo de Dios, diciendo, “si el Dios de mi padre, Dios de Abraham, y temor de Isaac, no hubiera estado conmigo, ciertamente me hubieras enviado ahora con las manos vacías” (Gn 31:42).

Jacob sintió que Labán no lo había tratado como era debido. Su reacción, por medio de sus maquinaciones, fue hacer otro enemigo de forma similar a lo que ocurrió con Esaú, aprovechándose de él. Este es un patrón que se repite en la vida de Jacob. Parece que cualquier cosa era correcta, y aunque aparentemente le daba el crédito a Dios, es claro que hizo estas cosas a partir de su carácter de estratega. No vemos mucha integración de su fe con su trabajo en este punto y es interesante que cuando Hebreos reconoce a Jacob como un hombre de fe, solo menciona sus acciones al final de su vida (Heb 11:21).

La transformación de Jacob y su reconciliación con Esaú (Génesis 32-33)

Regresar al Índice Regresar al Índice

Después de la tensión creciente con su suegro y la separación de negocios en la que ninguno actuó honorablemente, Jacob dejó a Labán. Ya que obtuvo su posición por medio del truco sucio de Labán años atrás, Jacob vio la oportunidad de legitimarla haciendo un acuerdo con su hermano Esaú. Sin embargo, él esperaba que las negociaciones fueran tensas. Carcomido por el miedo de que Esaú viniera al encuentro con sus cuatrocientos hombres armados, Jacob divide a su familia y sus animales en dos grupos, para asegurar alguna medida de supervivencia. Él oró por protección y envió un enorme regalo de animales delante de él para apaciguar a Esaú antes del encuentro. Pero la noche antes de llegar al punto de reunión, Jacob el estafador fue visitado por una figura misteriosa que le daría a él una sorpresa. El mismo Dios lo atacó en forma de un hombre fuerte, contra quien Jacob se vio obligado a luchar toda la noche. Resulta que Dios no es solo el Dios de la adoración y la religión, sino el Dios del trabajo y los negocios familiares. Él no está tratando de ganar ventaja frente a un manipulador escurridizo como Jacob; Él demostró Su ventaja al punto de herir permanentemente la cadera de Jacob, pero Jacob en su debilidad dijo que no se rendiría hasta que su atacante lo hubiera bendecido.

Este se convirtió en el momento decisivo de la vida de Jacob. Él había tenido luchas con personas durante años, pero también había estado luchando en su relación con Dios de forma permanente. Aquí al fin se encontró con Dios y recibió su bendición en medio de la lucha. Jacob recibió un nuevo nombre, Israel, e incluso le dio un nuevo nombre al lugar, para honrar el hecho de que ahí había visto a Dios cara a cara (Gn 32:30). El encuentro con Esaú que parecía tan preocupante aconteció a la mañana siguiente y contradijo la expectativa temerosa de Jacob en la forma más agradable que se pudiera imaginar. Esaú corrió a Jacob y lo abrazó. Él trató de rechazar gentilmente los regalos de Jacob, pero Jacob insistió en dárselos. Un Jacob transformado le dijo a Esaú, “veo tu rostro como uno ve el rostro de Dios” (Gn 33:10).

La identidad ambigua del oponente de Jacob es un aspecto intencional en la historia, que resalta los elementos inherentes de la lucha de Jacob con Dios y los hombres. Jacob nos muestra una verdad que está en el centro de nuestra fe: nuestras relaciones con Dios y con las personas están ligadas. Nuestra reconciliación con Dios hace posible nuestra reconciliación con otros. Del mismo modo, en esa reconciliación humana, llegamos a ver y conocer mejor a Dios. El trabajo de la reconciliación aplica para familias, amigos, iglesias, compañías e incluso grupos de población y naciones. Solo Cristo puede ser nuestra paz, pero para eso somos sus embajadores. Esta es una bendición que viene de la promesa inicial de Dios a Abraham y que debe afectar al mundo entero.