Relaciones (Génesis 1:27; 2:18, 21-25)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Trabajar a imagen de Dios es trabajar relacionándose con otros (Génesis 1:27)

En Génesis vemos que una consecuencia de ser creados a imagen de Dios es que trabajamos relacionándonos con Dios y con otros. Ya hemos visto que Dios es relacional en esencia (Gn 1:26), así que como imágenes de un Dios relacional, somos por esencia relacionales. La segunda parte de Génesis 1:27 vuelve a establecer esta idea, ya que habla de nosotros en pareja, no individualmente: “varón y hembra los creó”. Vivimos en una relación con nuestro Creador y con las demás criaturas. Génesis no presenta estas relaciones como abstracciones filosóficas. Vemos a Dios hablando y trabajando con Adán para nombrar a los animales (Gn 2:19) y vemos a Dios visitando a Adán y Eva “en el huerto al fresco del día” (Gn 3:8).

¿Cómo nos impacta esta realidad en nuestro lugar de trabajo? Por encima de todo, somos llamados a amar a nuestros compañeros de trabajo y nuestros jefes. El Dios de relación es el Dios de amor (1Jn 4:7). Uno podría decir simplemente que “Dios ama”, pero la Escritura va más allá, al corazón del ser de Dios como Amor, un amor que fluye de un lado a otro entre el Padre, el Hijo (Jn 17:24) y el Espíritu Santo. Este amor también fluye del ser de Dios hacia nosotros, dándonos lo que es mejor para cada uno (el amor agape en contraste con el amor de los humanos, que parte de nuestras emociones).

Dios equipa a las personas para trabajar relacionándose con otros (Génesis 2:18, 21–25)

Francis Schaeffer explica más a fondo la idea de que, como estamos hechos a imagen de Dios y Dios es personal, podemos tener una relación personal con Dios. Él menciona que esto hace posible el amor genuino, estableciendo que las máquinas no pueden amar. Como resultado, tenemos la responsabilidad de cuidar a conciencia todo lo que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. Ser una criatura relacional conlleva una responsabilidad moral.[1]

Debido a que somos hechos a imagen de un Dios relacional, nosotros somos en esencia relacionales. Fuimos creados para tener una relación con Dios y también con otras personas. Dios dice, “no es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” (Gn 2:18). Todo lo creado lo había llamado “bueno” o “bueno en gran manera” y esta es la primera vez que Dios dice que algo “no es bueno”. Así que Dios crea a la mujer a partir de la carne y el hueso del mismo Adán. Cuando Eva llega, Adán se llena de alegría. “Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Gn 2:23) (después de esto, todas las personas seguirán surgiendo de la carne de otros seres humanos, pero nacidos de la mujer en vez del hombre). Adán y Eva se embarcan en una relación tan cercana que son “una sola carne” (Gn 2:24). Aunque esto pueda sonar como puramente erótico o un tema de familia, también se refiere a una relación de trabajo. Eva es creada como la “ayuda” de Adán y es “idónea”, y se uniría a él para trabajar en el jardín del Edén. La palabra ayuda indica que, como Adán, ella iba a cuidar el jardín. Ser una ayuda significa trabajar. Alguien que no está trabajando, no está ayudando. Ser ayuda idónea significa trabajar con alguien, en una relación.

Cuando Dios llama a Eva “ayuda”, no está diciendo que ella será la subordinada de Adán o que su trabajo será menos importante, menos creador, menos algo que el de él. La palabra traducida como “ayuda” aquí (el hebreo ezer) es una palabra usada en otras partes del Antiguo Testamento para referirse al mismo Dios. “Dios es el que me ayuda [ezer]” (Sal 54:4). “SEÑOR, sé Tú mi socorro [ezer]” (Sal 30:10). Claramente, un ezer no es un subordinado. Además, Génesis 2:18 describe a Eva no solo como una “ayuda” sino también como “idónea”. Actualmente, el término en español que se usa con más frecuencia para un individuo que es ayuda y es idóneo es “compañero de trabajo”. Este es el sentido que se da en Génesis 1:27, “varón y hembra los creó”, lo que no hace distinción de prioridad o dominio. El dominio del hombre sobre la mujer, o viceversa, no está de acuerdo con la creación buena de Dios, sino que es una consecuencia trágica de la Caída (Gn 3:16).

Las relaciones no son secundarias en el trabajo, son fundamentales. El trabajo es un lugar de relaciones profundas y significativas, al menos bajo las condiciones correctas. Jesús describió nuestra relación con Él mismo como una forma de trabajo, “tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11:29). Un yugo es lo que hace posible que dos bueyes trabajen juntos. En Cristo, las personas realmente pueden trabajar juntas y es lo que Dios planeó cuando creó a Eva y Adán como compañeros de trabajo. Mientras que nuestras mentes y cuerpos trabajan relacionándose con otras personas y con Dios, nuestras almas “hallan descanso”. Cuando no trabajamos con otros hacia una meta común, nos convertimos en ansiosos espirituales. Para descubrir más sobre el yugo, consulta la sección de 2 de Corintios 6:14–18 Comentario Bíblico de la Teología del Trabajo.

Un aspecto crucial de las relaciones, ejemplificado por Dios mismo, es la delegación de autoridad. Dios le delegó el nombramiento de los animales a Adán y la transferencia de autoridad fue genuina. “Como el hombre llamó a cada ser viviente, ese fue su nombre” (Gn 2:19). En la delegación, como en cualquier otra forma de relación, renunciamos en alguna medida a nuestro poder e independencia y tomamos el riesgo de que el trabajo de otros nos afecte. En los últimos cincuenta años, la mayor parte del progreso respecto al liderazgo y administración se ha visto en la delegación de autoridad, en empoderar a los trabajadores y promover el trabajo en equipo. El fundamento de este progreso ha estado en Génesis todo el tiempo, a pesar de que los cristianos no siempre lo noten.

Muchas personas forman sus relaciones más cercanas cuando algún trabajo, ya sea pago o no, conlleva un propósito o meta común. A su vez, las relaciones laborales fomentan la creación de una variedad de bienes y servicios más amplia y compleja que la que un individuo podría producir. Sin relaciones laborales no habría automóviles, computadores, servicios postales, legislaturas, tiendas, escuelas, ni se alcanzaría una meta más grande de la que una sola persona podría conseguir. Y sin la relación íntima entre un hombre y una mujer, no existirían futuras generaciones para hacer el trabajo que Dios da. Nuestro trabajo y nuestra comunidad son regalos de Dios que están totalmente interrelacionados. Juntos, proporcionan los medios para que podamos ser fecundos y multiplicarnos en todos los sentidos.

Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1972), 47-48.