Dios crea y equipa a las personas para el trabajo (Génesis 1:26-2:25)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El ser humano fue creado a imagen de Dios (Génesis 1:26, 27; 5:1)

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Luego de la historia del trabajo de creación de Dios, Génesis continúa con la historia del trabajo humano. Todo está basado en la creación de las personas a imagen de Dios.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. (Gn 1:26)

Creó, pues, Dios al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Gn 1:27)

El día que Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. (Gn 5:1)

El resto de Génesis 1 y 2 desarrolla el trabajo humano en cinco categorías específicas: dominio, relaciones, fecundidad/crecimiento, provisión y límites. El desarrollo ocurre en dos ciclos, uno en Génesis 1:26–2:4 y el otro en Génesis 2:4–25. El orden de las categorías no es exactamente el mismo en los dos casos, pero todas las categorías están presentes en ambos ciclos. El primer ciclo desarrolla lo que significa trabajar a imagen de Dios y el segundo ciclo describe cómo Dios equipa a Adán y Eva para su trabajo cuando comienzan la vida en el jardín del Edén. Toda la creación muestra el diseño, el poder y la bondad de Dios, pero solo se dice de los seres humanos que son creados a imagen de Dios. Una teología completa de la imagen de Dios está fuera de nuestro alcance aquí, así que simplemente anotaremos que algo acerca de nosotros es exclusivamente como Él. No tendría sentido creer que somos exactamente como Dios. No podemos crear mundos a partir del caos y no deberíamos intentar hacer todo lo que Dios hace. Pero hasta ahora en la narrativa, el aspecto principal que conocemos es que Dios es un creador que trabaja en el mundo material, que trabaja en relación y cuyo trabajo se delimita. Nosotros tenemos la habilidad de hacer lo mismo.

El lenguaje en el primer ciclo es más abstracto y por lo tanto, más adecuado para desarrollar los principios del trabajo humano. El lenguaje en el segundo ciclo es más sencillo, habla de que Dios formó las cosas a partir del barro y otros elementos, y es apropiado para la instrucción práctica de Adán y Eva en su trabajo particular en el jardín. Este cambio de lenguaje (similar a los cambios en los cuatro primeros libros de la Biblia) ha resultado en grandes volúmenes de investigación, hipótesis, debate e incluso división entre los académicos. Cualquier comentario general proporcionará bastantes detalles al respecto. Sin embargo, la mayoría de estos debates tienen poco impacto en lo que contribuye el libro de Génesis para entender el trabajo, los trabajadores y los lugares de trabajo, y aquí no intentaremos tomar una posición sobre ellos. Lo que es relevante en nuestra discusión es que el capítulo 2 repite cinco temas desarrollados anteriormente —en el orden de dominio, provisión, fecundidad/crecimiento, límites y relaciones—, describiendo cómo Dios nos equipa para realizar el trabajo por el que fuimos creados a Su imagen. Con el fin de facilitar el estudio de estos temas, veremos Génesis 1:26–2:25 categoría por categoría, en vez de versículo por versículo.

Pasaje (click para ir al pasaje)

Categoria (click para ir la categoria)

Ciclo

Génesis 1:26-2:4

Dominio

1

Génesis 1:27

Relaciones

1

Génesis 1:28

Fecundidad/Crecimiento

1

Génesis 1:29-30

Provisión

1

Génesis 2:3

Límites

1

Génesis 2:5

Dominio

2

Génesis 2:8-14

Provisión

2

Génesis 2:15; 19-20

Fecundidad/Crecimiento

2

Génesis 2:17

Límites

2

Génesis 2:18; 21-25

Relaciones

2

para una aplicación de estos pasajes, ver "Help People Find their Gifts" en Country Supply Study Guide haciendo click aquí

Dominio (Génesis 1:26; 2:5)

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Trabajar a imagen de Dios es ejercer dominio (Génesis 1:26)

Una consecuencia que vemos en Génesis de ser creados a imagen de Dios es que podemos “ejercer dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra” (Gn 1:26). Como lo dice Ian Hart, “ejercer dominio sobre la tierra como representantes de Dios es el propósito básico para el que Dios creó al hombre… Al hombre se le designa rey sobre la creación, es el responsable ante Dios el Rey supremo, y como tal se espera que administre, desarrolle y cuide la creación, y esta tarea incluye el trabajo físico real”.[1] Nuestro trabajo a imagen de Dios comienza con representar fielmente a Dios.

Ejercemos dominio sobre el mundo creado sabiendo que somos el reflejo de Dios. No somos los originales sino las imágenes, y nuestra tarea es hacer del original —Dios— nuestro modelo, no nosotros mismos. Nuestro trabajo debe cumplir los propósitos de Dios más que los nuestros, y esto nos impide enseñorearnos de todo lo que Dios ha puesto bajo nuestro control.

 

Dios equipa a las personas para el trabajo del dominio (Génesis 2:5)

Piensa en lo que esto implica en nuestro lugar de trabajo. ¿Cómo procedería Dios al hacer nuestro trabajo? ¿Qué valores le traería Dios? ¿Qué productos haría Dios? ¿A qué personas les serviría Dios? ¿Qué organizaciones construiría Dios? ¿Qué estándares tendría Dios? ¿De qué maneras debería mostrar nuestro trabajo al Dios que representamos al ser reflejo Suyo? Cuando terminamos un trabajo, ¿podemos decir de los resultados, “gracias, Dios, por usarme para alcanzar esto?

El ciclo comienza de nuevo con el dominio, aunque tal vez no sea fácil de reconocer como tal inmediatamente. “Y aún no había ningún arbusto del campo en la tierra, ni había aún brotado ninguna planta del campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre para labrar la tierra” (Gn 2:5; énfasis agregado). La frase clave es “ni había hombre para labrar la tierra”. Dios decidió no terminar Su creación hasta crear a las personas para que trabajaran con Él (o para Él). Meredith Kline lo explica de esta forma, “cuando Dios creó el mundo, fue como un rey haciendo una granja, un parque o una huerta, en la que puso al ser humano para atender la tierra y para atender y cuidar el terreno.”[2] 

Por lo tanto, el trabajo de ejercer dominio comienza con arar la tierra. En esto, vemos que cuando Dios usa las palabras sojuzgar[3]  y ejercer dominio en el capítulo 1, no nos da el derecho de pisotear ninguna parte de Su creación, sino todo lo contrario. Debemos actuar como si tuviéramos la misma relación de amor con Sus criaturas que la que Él tiene. Sojuzgar la tierra incluye aprovechar sus múltiples recursos y también protegerlos. El dominio sobre todas las criaturas vivientes no es una licencia para explotarlas, sino un contrato con Dios para cuidarlas. Debemos actuar en función de todos a nuestro alrededor: nuestros jefes, clientes, colegas o compañeros de trabajo, aquellos que trabajan para nosotros o incluso quienes vemos esporádicamente. Esto no significa que les permitiremos a otros que nos pisoteen, pero sí implica que no vamos a dejar que nuestro interés egoísta, nuestra autoestima o engrandecimiento personal nos den el permiso de pasar por encima de otros. La siguiente historia de Génesis centra su atención precisamente en esta tentación y sus consecuencias.

Hasta ahora hemos tenido en cuenta especialmente cómo la búsqueda del interés propio humano amenaza el medioambiente. Fuimos creados para cuidar el jardín (Gn 2:15). La creación está destinada para nuestro uso, pero no es solo para eso. Reflexionar en que el aire, el agua, la tierra, las plantas y los animales son buenos (Gn 1:4–31) nos recuerda que debemos mantener y preservar el medioambiente. Nuestro trabajo puede preservar o destruir el aire puro, el agua y la tierra, la biodiversidad, los ecosistemas y los biomas, e incluso el clima con el que Dios ha bendecido Su creación. El dominio no es la autoridad para trabajar contra la creación de Dios, sino la habilidad de trabajar para ella.

Ian Hart, "Genesis 1:1-2:3 as a Prologue to the Books of Genesis," TynBul 46, no. 2 (1995): 322.

Meredith G. Kline, Kingdom Prologue: Genesis Foundations for a Covenantal Worldview (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2006), 69. 

"Subdue" (kavash) applies to cultivation (farming), domestication (shepherding), even mining, "making use of all the economic and cultural potential associated with the concept of 'land,' " according to Robert B. Chisholm Jr., From Exegesis to Exposition: A Practical Guide to Using Biblical Hebrew (Grand Rapids: Baker, 1998), 46.

Relaciones (Génesis 1:27; 2:18, 21-25)

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Trabajar a imagen de Dios es trabajar relacionándose con otros (Génesis 1:27)

En Génesis vemos que una consecuencia de ser creados a imagen de Dios es que trabajamos relacionándonos con Dios y con otros. Ya hemos visto que Dios es relacional en esencia (Gn 1:26), así que como imágenes de un Dios relacional, somos por esencia relacionales. La segunda parte de Génesis 1:27 vuelve a establecer esta idea, ya que habla de nosotros en pareja, no individualmente: “varón y hembra los creó”. Vivimos en una relación con nuestro Creador y con las demás criaturas. Génesis no presenta estas relaciones como abstracciones filosóficas. Vemos a Dios hablando y trabajando con Adán para nombrar a los animales (Gn 2:19) y vemos a Dios visitando a Adán y Eva “en el huerto al fresco del día” (Gn 3:8).

¿Cómo nos impacta esta realidad en nuestro lugar de trabajo? Por encima de todo, somos llamados a amar a nuestros compañeros de trabajo y nuestros jefes. El Dios de relación es el Dios de amor (1Jn 4:7). Uno podría decir simplemente que “Dios ama”, pero la Escritura va más allá, al corazón del ser de Dios como Amor, un amor que fluye de un lado a otro entre el Padre, el Hijo (Jn 17:24) y el Espíritu Santo. Este amor también fluye del ser de Dios hacia nosotros, dándonos lo que es mejor para cada uno (el amor agape en contraste con el amor de los humanos, que parte de nuestras emociones).

Dios equipa a las personas para trabajar relacionándose con otros (Génesis 2:18, 21–25)

Francis Schaeffer explica más a fondo la idea de que, como estamos hechos a imagen de Dios y Dios es personal, podemos tener una relación personal con Dios. Él menciona que esto hace posible el amor genuino, estableciendo que las máquinas no pueden amar. Como resultado, tenemos la responsabilidad de cuidar a conciencia todo lo que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. Ser una criatura relacional conlleva una responsabilidad moral.[1]

Debido a que somos hechos a imagen de un Dios relacional, nosotros somos en esencia relacionales. Fuimos creados para tener una relación con Dios y también con otras personas. Dios dice, “no es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” (Gn 2:18). Todo lo creado lo había llamado “bueno” o “bueno en gran manera” y esta es la primera vez que Dios dice que algo “no es bueno”. Así que Dios crea a la mujer a partir de la carne y el hueso del mismo Adán. Cuando Eva llega, Adán se llena de alegría. “Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Gn 2:23) (después de esto, todas las personas seguirán surgiendo de la carne de otros seres humanos, pero nacidos de la mujer en vez del hombre). Adán y Eva se embarcan en una relación tan cercana que son “una sola carne” (Gn 2:24). Aunque esto pueda sonar como puramente erótico o un tema de familia, también se refiere a una relación de trabajo. Eva es creada como la “ayuda” de Adán y es “idónea”, y se uniría a él para trabajar en el jardín del Edén. La palabra ayuda indica que, como Adán, ella iba a cuidar el jardín. Ser una ayuda significa trabajar. Alguien que no está trabajando, no está ayudando. Ser ayuda idónea significa trabajar con alguien, en una relación.

Cuando Dios llama a Eva “ayuda”, no está diciendo que ella será la subordinada de Adán o que su trabajo será menos importante, menos creador, menos algo que el de él. La palabra traducida como “ayuda” aquí (el hebreo ezer) es una palabra usada en otras partes del Antiguo Testamento para referirse al mismo Dios. “Dios es el que me ayuda [ezer]” (Sal 54:4). “SEÑOR, sé Tú mi socorro [ezer]” (Sal 30:10). Claramente, un ezer no es un subordinado. Además, Génesis 2:18 describe a Eva no solo como una “ayuda” sino también como “idónea”. Actualmente, el término en español que se usa con más frecuencia para un individuo que es ayuda y es idóneo es “compañero de trabajo”. Este es el sentido que se da en Génesis 1:27, “varón y hembra los creó”, lo que no hace distinción de prioridad o dominio. El dominio del hombre sobre la mujer, o viceversa, no está de acuerdo con la creación buena de Dios, sino que es una consecuencia trágica de la Caída (Gn 3:16).

Las relaciones no son secundarias en el trabajo, son fundamentales. El trabajo es un lugar de relaciones profundas y significativas, al menos bajo las condiciones correctas. Jesús describió nuestra relación con Él mismo como una forma de trabajo, “tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11:29). Un yugo es lo que hace posible que dos bueyes trabajen juntos. En Cristo, las personas realmente pueden trabajar juntas y es lo que Dios planeó cuando creó a Eva y Adán como compañeros de trabajo. Mientras que nuestras mentes y cuerpos trabajan relacionándose con otras personas y con Dios, nuestras almas “hallan descanso”. Cuando no trabajamos con otros hacia una meta común, nos convertimos en ansiosos espirituales. Para descubrir más sobre el yugo, consulta la sección de 2 de Corintios 6:14–18 Comentario Bíblico de la Teología del Trabajo.

Un aspecto crucial de las relaciones, ejemplificado por Dios mismo, es la delegación de autoridad. Dios le delegó el nombramiento de los animales a Adán y la transferencia de autoridad fue genuina. “Como el hombre llamó a cada ser viviente, ese fue su nombre” (Gn 2:19). En la delegación, como en cualquier otra forma de relación, renunciamos en alguna medida a nuestro poder e independencia y tomamos el riesgo de que el trabajo de otros nos afecte. En los últimos cincuenta años, la mayor parte del progreso respecto al liderazgo y administración se ha visto en la delegación de autoridad, en empoderar a los trabajadores y promover el trabajo en equipo. El fundamento de este progreso ha estado en Génesis todo el tiempo, a pesar de que los cristianos no siempre lo noten.

Muchas personas forman sus relaciones más cercanas cuando algún trabajo, ya sea pago o no, conlleva un propósito o meta común. A su vez, las relaciones laborales fomentan la creación de una variedad de bienes y servicios más amplia y compleja que la que un individuo podría producir. Sin relaciones laborales no habría automóviles, computadores, servicios postales, legislaturas, tiendas, escuelas, ni se alcanzaría una meta más grande de la que una sola persona podría conseguir. Y sin la relación íntima entre un hombre y una mujer, no existirían futuras generaciones para hacer el trabajo que Dios da. Nuestro trabajo y nuestra comunidad son regalos de Dios que están totalmente interrelacionados. Juntos, proporcionan los medios para que podamos ser fecundos y multiplicarnos en todos los sentidos.

Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1972), 47-48.

Fecundidad/crecimiento (Génesis 1:28; 2:15, 19-20)

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Trabajar a imagen de Dios es llevar fruto y multiplicarse (Génesis 1:28)

Ya que somos creados a imagen de Dios, debemos dar fruto o crear. A esto se le llama con frecuencia el “mandato de la creación” o “mandato cultural”. Dios hizo una creación perfecta, una plataforma ideal, y después creó a la humanidad para que continuara con el proyecto de la creación. “Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra’” (Gn 1:28a). Dios podría haber creado todo lo imaginable y haber llenado la tierra Él mismo, pero decidió crear al ser humano para trabajar junto con Él y materializar el potencial del universo, para participar en el trabajo propio de Dios. Es extraordinario que Dios confíe en nosotros para que llevemos a cabo Su tarea maravillosa de construir en la buena tierra que nos ha dado. Por medio de nuestro trabajo, Dios trae alimento y bebida, productos y servicios, conocimiento y belleza, organizaciones y comunidades, crecimiento y salud, y alabanza y gloria para Sí mismo.

Aquí se hace necesario hablar de la belleza. El trabajo de Dios no solo es productivo, sino que también es “agradable a los ojos” (Gn 3:6), lo que no es sorprendente ya que las personas, siendo a imagen de Dios, son en esencia hermosas. Como cualquier cosa buena, la belleza se puede convertir en un ídolo, pero los cristianos se preocupan tanto por los peligros de la belleza que no aprecian el valor de la misma a los ojos de Dios. En esencia, la belleza no es un desperdicio de recursos, ni una distracción de un trabajo más importante, ni una flor destinada a morir con el tiempo. La belleza es un trabajo a imagen de Dios y el reino de Dios está lleno de belleza “semejante al de una piedra muy preciosa” (Ap 21:11). Las comunidades cristianas hacen bien al apreciar la belleza de la música que habla de Jesús. Tal vez podríamos mejorar nuestro aprecio de toda clase de belleza verdadera.

Una buena pregunta es si estamos trabajando más productiva y hermosamente. La historia está llena de ejemplos de personas cuya fe cristiana resultó en logros asombrosos. Si sentimos que nuestro trabajo no da fruto en comparación al de ellos, la respuesta no está en juzgarnos a nosotros mismos, sino en la esperanza, la oración y el crecimiento en compañía del pueblo de Dios. No importan los obstáculos que enfrentemos, en nosotros mismos o de factores externos, por el poder de Dios podemos hacer el bien mejor de lo que podríamos imaginar.

Dios equipa a las personas para llevar fruto y multiplicarse (Génesis 2:15, 19–20)

“Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Gn 2:15). Estas dos palabras en hebreo, avad (“trabajo” o “cultivar”) y shamar (“cuidar”), también se usan para la adoración a Dios y para guardar Sus mandamientos, respectivamente.[1] El trabajo hecho de acuerdo con el propósito de Dios tiene una santidad inconfundible.

Adán y Eva reciben dos clases específicas de trabajo en Génesis 2:15–20, cultivar (un trabajo físico) y darle nombre a los animales (un trabajo cultural, científico e intelectual). Ambas son tareas creadoras que les asignan actividades específicas a quienes portan la imagen del Creador. Al plantar cosas y desarrollar cultura, somos realmente fecundos; producimos los recursos necesarios para mantener una población creciente y para incrementar la productividad de la creación y desarrollamos los medios para llenar (sin sobrellenar) la tierra. Es evidente que cultivar y nombrar los animales no son las únicas tareas aptas para los seres humanos; en vez de esto, la tarea humana es extender el trabajo creador de Dios en una multitud de formas limitadas solo por lo que Él establece y por Sus regalos de la imaginación y la habilidad. El trabajo siempre estará arraigado al diseño de Dios para la vida humana. Es una vía para contribuir al bien común y un medio para proveer para nosotros mismos, nuestras familias y aquellos a quienes podemos bendecir con nuestra generosidad.

Aunque algunas veces se subestime, un aspecto importante de Dios en el trabajo de la creación es Su gran imaginación, con la que creó todo, desde la vida acuática exótica hasta los elefantes y los rinocerontes. Los teólogos han hecho diversas listas de aquellas características de Dios que se nos han dado y evidencian Su imagen, pero la imaginación es un regalo divino que vemos trabajando a nuestro alrededor tanto en el lugar de trabajo como en casa.

Gran parte del trabajo que hacemos requiere imaginación de alguna manera. En una línea de ensamblaje, ajustamos los tornillos de los camiones y los imaginamos afuera en la carretera. Abrimos un documento en nuestra computadora e imaginamos la historia que vamos a escribir. Mozart imaginó una sonata y Beethoven imaginó una sinfonía. Picasso imaginó la Guernica antes de escoger sus brochas para crearla. Tesla y Edison imaginaron cómo aprovechar la electricidad y hoy tenemos luz en la oscuridad y un sinfín de aparatos, dispositivos electrónicos y equipamiento. Alguien en algún lugar imaginó prácticamente todo lo que nos rodea. La mayoría de los trabajos existen porque alguien imaginó un producto que requería un trabajo o proceso.

Aun así, la imaginación toma trabajo y después de imaginar, viene el trabajo de traer el producto a la realidad. De hecho, en la práctica, la imaginación y la realización ocurren con frecuencia como procesos interrelacionados. Picasso dijo de su Guernica, “El cuadro no está pensado ni fijado de antemano; mientras se le pinta sigue la movilidad del pensamiento. Una vez acabado, vuelve a cambiar según el estado del que le mira”.[2] El trabajo de traer la imaginación a la realidad tiene su creación propia e inevitable.

R. Laird Harris, Gleason L. Archer, Jr., and Bruce K. Waltke, eds., Theological Wordbook of the Old Testament (Chicago: Moody Press, 1999), 639, 939.

While this quote is widely repeated, its source is elusive. Whether or not it is genuine, it expresses a reality well known to artists of all kinds.

Provisión (Génesis 1:29-30; 2:8-14)

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Trabajar a imagen de Dios es recibir Su provisión (Génesis 1:29–30)

Debido a que somos creados a imagen de Dios, Él provee para nuestras necesidades. Esta es una de las formas en las que aquellos creados a imagen de Dios no son Dios mismo. Dios no tiene necesidades, o si las tiene, Él es poderoso para suplirlas por Sí mismo. Nosotros no. Por lo tanto:

Y dijo Dios: He aquí, yo os he dado toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto os servirá de alimento. Y a toda bestia de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento. Y fue así. (Gn 1:29–30)

Por una parte, reconocer la provisión de Dios nos ayuda a no ser soberbios. Sin Él, nuestro trabajo no es nada. No podemos darnos vida a nosotros mismos, ni siquiera podemos proveer para nuestro propio sustento. Necesitamos la provisión continua de Dios de aire, agua, tierra, sol y el milagroso crecimiento de seres vivos para nuestro alimento de cuerpo y mente. Por otro lado, reconocer la provisión de Dios nos da seguridad en nuestro trabajo; no tenemos que depender de nuestras propias habilidades o los caprichos de las circunstancias para suplir nuestra necesidad. El poder de Dios hace que nuestro trabajo sea fructífero.

Dios provee para las necesidades de las personas (Génesis 2:8–14)

El segundo ciclo de la historia de la creación nos muestra cómo Dios provee para nuestras necesidades. Él prepara la tierra para que sea productiva cuando la trabajamos. “Y plantó el Señor Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado” (Gn 2:8). Aunque nosotros cultivamos, Dios es el que planta inicialmente. Además del alimento, Dios ha creado la tierra con los recursos para mantener todo lo que necesitamos para ser fecundos y multiplicarnos. Él nos da los ríos que proporcionan agua, piedras que tienen minerales y materiales de metal y los precursores de los medios de intercambio económico (Gn 2:10–14). “El oro de aquella tierra es bueno” (Gn 2:11–12). Aunque combinemos nuevos elementos y moléculas, reorganicemos el ADN entre organismos o creemos células artificiales, estamos trabajando con la materia y la energía que Dios creó para nosotros.

Límites (Génesis 2:3; 2:17)

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Trabajar a imagen de Dios es ser bendecido con los límites que Dios establece (Génesis 2:3)

Ya que somos creados a imagen de Dios, debemos acatar límites en nuestro trabajo. “Y bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho” (Gn 2:3). ¿Dios descansó porque estaba exhausto o descansó para darnos a nosotros, los portadores de Su imagen, un ciclo ejemplar de trabajo y descanso? El cuarto de los diez mandamientos nos dice que el descanso de Dios tiene la intención de ser ejemplo para nosotros.

Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó. (Éx 20:8–11)

Mientras que los religiosos se inclinaron durante siglos a amontonar regulaciones definiendo lo que significaba guardar el Sabbath, Jesús dijo claramente que Dios hizo el Sabbath para nosotros, para nuestro beneficio (Mr 2:27). ¿Qué aprendemos de esto?

Dios equipa a las personas para que trabajen dentro de ciertos límites (Génesis 2:17)

Cuando, como Dios, nos detenemos en nuestro trabajo en el que sea nuestro séptimo día, reconocemos que nuestra vida no la define únicamente el trabajo o la productividad. Walter Brueggemann lo dijo de esta manera, “el Sabbath representa un testimonio visible de que Dios está en el centro de nuestra vida; que la producción y consumo humanos ocurren en un mundo ordenado, bendecido y contenido por el Dios de toda la creación”.[1] En cierto sentido, nosotros renunciamos a una parte de nuestra autonomía y abrazamos nuestra dependencia de Dios, nuestro Creador. De lo contrario, vivimos con la ilusión de que la vida está completamente bajo el control humano. Parte de hacer del Sabbath un aspecto regular en nuestra vida laboral reconoce que, en última instancia, Dios está en el centro de nuestra vida (encuentra más información del tema del Sabbath, el descanso y el trabajo en las secciones de “Marcos 1:21–45”, “Marcos 2:23–3:6”, “Lucas 6:1–11” y “Lucas 13:10–17”).

Al bendecir a los seres humanos con Su propio ejemplo de guardar los días de trabajo y los Sabbath, Dios les da instrucciones específicas a Adán y Eva acerca de los límites de su trabajo. En medio del jardín del Edén, Dios planta dos árboles, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn 2:9). El segundo árbol está prohibido. Dios le dice a Adán, “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Gn 2:16–17).

Los teólogos han especulado bastante acerca de por qué Dios pondría un árbol en el Jardín del Edén al que no quería que los habitantes tuvieran acceso. En los comentarios generales se pueden encontrar varias hipótesis, y no necesitamos establecer una respuesta aquí. Para nuestro estudio, es suficiente notar que no todo lo que se puede hacer se debería hacer. La imaginación y habilidades humanas pueden trabajar con los recursos de la creación de Dios de formas contrarias a las intenciones, propósitos y mandamientos de Dios. Si queremos trabajar con Dios, en vez de trabajar contra Él, debemos decidir respetar los límites que Él establece, en vez de hacer todo lo que sea posible en la creación.

Francis Schaeffer ha señalado que Dios no les dio la opción a Adán y Eva entre un buen árbol y un mal árbol, sino que les dio la posibilidad de escoger si querían o no adquirir el conocimiento del mal (ellos ya conocían el bien, por supuesto). Al crear ese árbol, Dios les abrió la posibilidad de conocer el mal, pero al hacerlo, Dios validó la elección. Todo el amor está basado en la decisión; sin una decisión, la palabra amor carece de significado.[2] ¿Adán y Eva podrían haber amado y confiado en Dios lo suficiente como para obedecer Su mandato acerca del árbol? Dios espera que aquellos que tienen una relación con Él sean capaces de respetar los límites que dan lugar a lo bueno en la creación.

En los lugares de trabajo actuales, seguimos encontrando bendición cuando acatamos ciertos límites. La creatividad humana, por ejemplo, surge tanto de límites como de oportunidades. Los arquitectos encuentran inspiración en los límites del tiempo, dinero, espacio, materiales y propósito impuestos por el cliente. Los pintores encuentran la expresión creativa cuando aceptan los límites del medio con el que deciden trabajar, comenzando con las limitaciones de representar un espacio tridimensional en un lienzo bidimensional. Los escritores encuentran genialidad cuando enfrentan la página y los límites de las palabras.

Todo el trabajo bueno respeta los límites de Dios. La capacidad de la tierra tiene límites en cuanto a extracción de recursos, polución, modificación del hábitat y el uso de las plantas y animales como alimentos, vestido y otros propósitos. El cuerpo humano posee gran fuerza, resistencia y capacidad de trabajo, aunque con limitaciones. Alimentarse saludablemente y ejercitarse tienen límites. Hay límites por los que distinguimos la belleza de la vulgaridad, el criticismo del abuso, el lucro de la codicia, la amistad de la explotación, el servicio de la esclavitud, la libertad de la irresponsabilidad, y la autoridad de la dictadura. En la práctica, podría ser difícil saber con exactitud dónde está la línea y debería admitirse que los cristianos se han equivocado frecuentemente al inclinarse por la conformidad, el legalismo, el prejuicio y la monotonía sofocante, especialmente cuando proclaman lo que otras personas deberían o no deberían hacer. No obstante, el arte de vivir como portadores de la imagen de Dios requiere aprender a discernir las bendiciones de acatar los límites establecidos por Dios y que son evidentes en Su creación.

Walter Brueggemann, "Sabbath," in Reverberations of Faith: A Theological Handbook of Old Testament Themes (Louisville: Westminster John Knox Press, 2002), 180.

Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1972), 71-72.

Jim Moats, "The Gift of Limits," Ethix 71, April 12, 2010, http://ethix.org/2010/08/12/the-gift-of-limits.

El trabajo del “mandato de la creación” (Génesis 1:28; 2:15)

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Al describir la creación de la humanidad a imagen de Dios (Gn 1:1–2:3) y cómo los seres humanos fueron equipados para vivir de acuerdo a esa imagen (Gn 2:4–25), hemos explorado que Dios creó a las personas para ejercer dominio, ser fecundos y multiplicarse, recibir la provisión de Dios, trabajar relacionándose con otros y acatar los límites de la creación. Mencionamos que esto se ha denominado el “mandato de la creación” o “el mandato cultural”, para lo que se destacan en particular Génesis 1:28 y 2:15:

Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra. (Gn 1:28)

Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. (Gn 2:15)

El uso de esta terminología no es imprescindible, pero la idea que representa es clara en Génesis 1 y 2. Desde el principio, Dios destinó y creó a los seres humanos para ser Sus socios menores en el trabajo de completar Su creación. No es nuestra naturaleza estar satisfechos con las cosas como están, recibir provisión para nuestras necesidades sin trabajar, resistir el ocio por un periodo largo, trabajar duro en un sistema donde no haya creación ni trabajar en aislamiento social. Para resumir, estamos destinados a trabajar como sub-creadores en relación con otras personas y con Dios, dependiendo de la provisión de Dios para hacer que nuestro trabajo sea fructífero y respetando los límites dados en Su palabra y evidentes en Su creación.