Préstamos y garantías (Éxodo 22:25-27)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Otro conjunto de leyes derivadas de casos regían el dinero y las garantías (Éx 22:25-27). Aquí encontramos dos situaciones. La primera se relaciona con un miembro del pueblo de Dios que estaba en necesidad y requería un préstamo financiero. Este préstamo no se debía dar de acuerdo con los estándares comunes de los préstamos de dinero, sino que debía darse sin “interés”. La palabra hebrea neshekh (que en algunos contextos significa “morder”) ha recibido bastante atención académica. ¿El término neshek se refería a un interés excesivo y por lo tanto injusto, aparte de la tasa razonable de interés que se requería para que la práctica de prestar dinero siguiera siendo viable financieramente? ¿O se refería a cualquier interés? El texto no proporciona detalles suficientes para resolver esta pregunta de manera concluyente, pero lo más probable es que se refiriera a no cobrar intereses, ya que en el Antiguo Testamento neshek siempre se refiere a prestarle dinero a personas en circunstancias de miseria y vulnerabilidad, para quienes pagar cualquier interés sería una carga excesiva.[1] Dejar a los pobres en un ciclo permanente de endeudamiento financiero hará que el Dios compasivo de Israel intervenga. Aquí no se señala si esta ley era buena para los negocios. Walter Brueggemann indica que, “la ley no discute sobre la viabilidad económica de tal práctica; simplemente exige el cuidado de formas concretas y espera que la comunidad se encargue de los detalles prácticos”.[2] La segunda situación contempla a un hombre que entrega su propio abrigo como garantía para un préstamo. Esta prenda se le debía regresar en la noche para que pueda dormir sin poner en peligro su salud (Éx 22:26-27). ¿Esto significa que el prestamista debía visitarlo en la mañana para recoger el abrigo durante el día y seguir haciendo esto hasta que pagara el préstamo? En el contexto de tan evidente pobreza, un prestamista piadoso podría evitar lo absurdo de este ciclo permitiendo que el deudor no entregara ninguna garantía. Estas regulaciones pueden ser menos aplicables en el sistema bancario actual en general que en los sistemas actuales de protección y ayuda para los pobres. Por ejemplo, en los países menos desarrollados, la microfinanza se desarrolló con tasas de interés y políticas de garantías creadas para satisfacer las necesidades de personas pobres que de otra manera no tendrían acceso a los créditos. La meta —al menos en los primeros años de la década de 1970— no era maximizar las ganancias de los prestamistas, sino tener instituciones de préstamos sostenibles para ayudar a las personas a salir de la pobreza. Aun así, la microfinanza lucha con balancear la necesidad de los prestamistas de tener un rendimiento sostenible y tasas de incumplimiento, con la necesidad de los deudores de tasas de interés razonables y términos de garantías no restrictivas.[3]

La presencia de regulaciones específicas luego de los diez mandamientos implica que Dios quiere que Su pueblo lo honre poniendo en práctica sus instrucciones para atender necesidades reales. Una preocupación emocional que no lleve a acciones intencionales no les da a los pobres la clase de ayuda que necesitan. Como lo dice el apóstol Santiago, “así también la fe sin las obras está muerta” (Stg 2:26). Estudiar las aplicaciones específicas de estas leyes en el antiguo pueblo de Israel nos ayuda a reflexionar acerca de las formas particulares en las que podemos actuar hoy en día; pero recordamos que incluso en ese entonces, estas leyes eran ilustraciones. Por tanto, Terence Fretheim concluye que, “la aplicación de la ley está abierta. El texto invita al que lo escucha o lo lee a aplicar su contenido en todas las esferas posibles de la vida en donde pueda haber injusticia. En otras palabras, la ley nos invita a ir más allá de la ley”.[4]

Al leer con cuidado encontramos tres razones por las que el pueblo de Dios debe mantener estas leyes y aplicarlas en situaciones actuales.[5] Primero, los israelitas fueron oprimidos cuando eran extranjeros en Egipto (Éx 22:21; 23:9). Repasar esta historia no solo permite que tengamos a la vista la redención de Dios, sino que recordarla se convierte en una motivación para tratar a otros como nos gustaría que nos trataran a nosotros (Mt 7:12). Segundo, Dios escucha el clamor de los oprimidos y toma medidas al respecto, especialmente cuando nosotros no lo hacemos (Éx 22:22-24). Tercero, debemos ser Su pueblo santo (Éx 22:31; Lv 19:2).

Robin Wakely, “#5967 NSHK”, en New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis [Nuevo diccionario internacional de teología y exégesis del Antiguo Testamento], ed. Willem A. VanGemeren (Grand Rapids: Zondervan, 1997), 3:185-89.

Walter Brueggemann, “The Book of Exodus,” in vol. 1, The New Interpreter’s Bible: Genesis to Leviticus (Nashville: Abingdon Press, 1994), 868.

Rob Moll, “Christian Microfinance Stays on a Mission” [La microfinanza cristiana mantiene su misión], Christianity Today [Cristiandad hoy], http://www.christianitytoday.com/ct/2011/may/stayingonmission.html.

Terence E. Fretheim, Exodus: Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching [Éxodo: Interpretación: Un comentario bíblico para enseñar y predicar] (Louisville: Westminster John Knox Press, 1991), 248.

J. A. Motyer, The Message of Exodus: The Days of Our Pilgrimage (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2005), 241.