Oportunidades productivas para las personas pobres (Éxodo 22:21-27 y 23:10-11)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

La intención de Dios de proveer oportunidades para los pobres se puede ver en las regulaciones que benefician a los extranjeros, las viudas y los huérfanos (Éx 22:21-22). Lo que tenían en común estos tres grupos era que no poseían tierras con las que sustentarse. Con frecuencia, esto los llevaba a la pobreza, así que cuando el Antiguo Testamento menciona a “los pobres”, principalmente se refiere a los extranjeros, las viudas y los huérfanos. En Deuteronomio, el interés de Dios por estos tres grupos vulnerables se demostró al ordenarle a Israel que les proveyera con justicia (Dt 10:18; 27:19) y les diera acceso al alimento (Dt 24:19-22). Algunas leyes derivadas de casos respecto a este tema se desarrollan en Isaías 1:17, 23; 10:1-2; Jeremías 5:28, 7:5-7; 22:3; Ezequiel 22:6-7; Zacarías 7:8-10; y Malaquías 3:5.

Una de estas regulaciones importantes es la práctica de permitirle a los pobres “espigar” o recoger el grano que quedaba en los campos cultivados y recolectar todo lo que creciera en tierras sin cultivar. La práctica de espigar no era igual que dar una limosna, sino que era una oportunidad para los pobres de sustentarse a sí mismos. A los propietarios de las tierras se les exigía no cultivar en sus campos, viñedos y huertos durante un año de cada siete, y a los pobres se les permitía cosechar todo lo que creciera allí (Éx 23:10-11). Incluso en los terrenos cultivados, los dueños debían dejar algo del grano para que lo recogieran los pobres, en vez de segar hasta los últimos rincones del campo (Lv 19:9-10). Por ejemplo, en un olivar o un viñedo se debía recolectar solamente una vez cada temporada (Dt 24:20). Después de esto, los pobres estaban autorizados para recoger lo que quedaba, tal vez lo que era de menor calidad o lo que tardaba en madurar. Esta no solo era una expresión de bondad, sino que también era una cuestión de justicia. El libro de Rut gira en torno a la práctica de espigar de una forma encantadora (ver "Rut 2:17-23" en Rut y el Trabajo).

Hoy día, los agricultores, productores y distribuidores de alimentos comparten con los pobres de diversas maneras. Muchos de ellos donan el alimento en buen estado que les sobra del día a bancos de alimentos y refugios. Otros hacen que los alimentos sean más asequibles incrementando su propia productividad. Sin embargo, la agricultura ya no es el medio principal por el cual la mayoría de personas ganan su sustento (al menos en los países desarrollados), y se requieren oportunidades para los pobres en otros sectores de la sociedad. No hay nada que espigar en el suelo de la bolsa de valores, de una planta de ensamblaje o un laboratorio de programación, pero el principio de ofrecer empleos productivos para trabajadores vulnerables sigue siendo relevante. Las corporaciones pueden ofrecer empleos productivos para las personas con discapacidades mentales o físicas, con o sin la ayuda del gobierno. Con capacitación y ayuda, las personas provenientes de entornos sociales desfavorecidos, los reclusos que regresan a la sociedad y otros individuos que tienen dificultad encontrando un empleo convencional, pueden llegar a ser trabajadores productivos y ganarse la vida.

Además, puede que algunas personas vulnerables económicamente se vean obligadas a depender de donaciones de dinero en vez de recibir oportunidades de trabajo. De nuevo, la situación moderna es demasiado compleja como para dar una aplicación simplista de la ley bíblica, pero los valores subyacentes de la ley pueden contribuir de manera significativa al diseño y ejecución de los sistemas de bienestar social, obras personales de caridad y responsabilidad social corporativa. Muchos cristianos tienen roles importantes relacionados con la contratación o el diseño de políticas de empleados. Éxodo nos recuerda que darles empleo a los trabajadores vulnerables es una parte esencial de lo que implica vivir conforme al pacto de Dios. Los cristianos hemos experimentado la redención de Dios, así como el antiguo pueblo de Israel, aunque no necesariamente en condiciones idénticas. Nuestra simple gratitud por la gracia de Dios es ciertamente una motivación poderosa para encontrar formas creativas de servir a quienes lo necesitan a nuestro alrededor.