El Tabernáculo (Éxodo 25:1-40:38)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Puede que parezca que el trabajo de construir el tabernáculo está por fuera del alcance del proyecto de la Teología del Trabajo debido a su enfoque litúrgico. Sin embargo, hay que señalar que el libro de Éxodo no separa tan fácilmente la vida de Israel en las categorías de sagrado y secular a las que nosotros estamos tan acostumbrados. Incluso si delimitamos las actividades litúrgicas y no litúrgicas de Israel, nada nos sugiere en Éxodo que unas sean más importantes que otras. Además, lo que en realidad ocurrió en el tabernáculo no se puede igualar equitativamente con el “trabajo en la iglesia” hoy día. Ciertamente, su construcción no tiene ninguna comparación cercana en la construcción de edificios de iglesias. Los capítulos en Éxodo que hablan sobre el tabernáculo tratan completamente sobre el establecimiento de una entidad única. Aunque el trabajo del tabernáculo continuara año tras año y se integrara con el del templo, cada uno de estos edificios era diseñado como central y único. No eran ejemplares que se podían reproducir cada vez que los israelitas se establecieran en un lugar. De hecho, la construcción y operación de templos locales en toda la tierra fue un gran detrimento para la salud espiritual de la nación de Israel. Finalmente, el propósito del tabernáculo no era darle a Israel un lugar autorizado para adorar; se trataba de la presencia de Dios en medio de ellos. Esto es claro desde el comienzo en las palabras de Dios, “Y que hagan un santuario para Mí, para que Yo habite entre ellos” (Éx 25:8). Los cristianos en la actualidad entendemos que Dios habitó entre nosotros en la persona de Su Hijo (Jn 1:14). Por medio de Su trabajo, toda la comunidad de creyentes se ha convertido en el templo de Dios en donde vive el Espíritu de Dios (1Co 3:16). A la luz de estas observaciones, adoptaremos dos afirmaciones que se relacionan con el trabajo. La primera es que Dios es un arquitecto y la segunda, que Dios equipa a las personas para que hagan el trabajo que les encomienda.

La sección extensa en Éxodo sobre el tabernáculo se organiza de acuerdo con el mandato de Dios (Éx 25:1-31:11) y la respuesta de Israel (Éx 35:4-40:33), pero Dios hizo más que decirle a Israel lo que quería de ellos. Él proveyó un diseño. Esto es claro en lo que Dios dijo a Moisés, “Conforme a todo lo que te voy a mostrar, conforme al diseño del tabernáculo y al diseño de todo su mobiliario, así lo haréis” (Éx 25:9).[1] La palabra hebrea para “diseño” (tavnit) aquí se refiere al edificio y los elementos asociados con él. En la actualidad, los arquitectos usan planos para dirigir una construcción, y puede ser que en ese tiempo ellos tuvieran a la vista alguna clase de modelo arquetípico.[2] Los templos eran vistos con frecuencia como réplicas terrenales de santuarios celestiales (Is 6:1-8). Por el Espíritu, el rey David recibió un diseño para el templo y se lo dio a su hijo Salomón, quien patrocinó la construcción del mismo (1Cr 28:11-12, 19). Gracias a las descripciones que siguen, es claro que el diseño arquitectónico de Dios es exquisito y habilidoso. El principio de que el diseño de Dios precede Su construcción es verdad respecto a los santuarios de Israel, así como a la comunidad mundial de cristianos del Nuevo Testamento (1Co 3:5-18). La futura Nueva Jerusalén es una ciudad que solo Dios pudo haber diseñado (Ap 21:10-27). El trabajo de Dios como arquitecto le da dignidad a esa carrera en particular; pero en un sentido general, el pueblo de Dios puede desarrollar su trabajo (cualquiera que sea) con la conciencia de que Dios también tiene un diseño para este. Como veremos a continuación, hay muchos detalles que preparar dentro de los contornos del plan de Dios, pero el Espíritu Santo nos ayuda incluso con eso.

Los relatos de Bezaleel, Aholiab y todos los trabajadores hábiles en el tabernáculo están llenos de términos relacionados con el trabajo (Éx 31:1-11; 35:30-36:5). Bezaleel y Aholiab son importantes no solo por su trabajo en el tabernáculo, sino porque son ejemplos de vida para Hiram-abí y Salomón, quienes construyeron el templo.[3] El conjunto integral de trabajos incluía trabajo en oro, plata y bronce, así como trabajo en piedra y madera. La fabricación de prendas de vestir habría requerido lana, e hilarla, teñirla, tejerla, diseñar ropa, confección, ajustes y el trabajo de bordado. Los trabajadores incluso preparaban aceite para ungir e incienso fragante. Lo que une todas estas prácticas es que Dios llenaba a los trabajadores con Su Espíritu. La palabra hebrea para “habilidad” y “destreza” en estos textos (hokhmah) se traduce generalmente como “sabiduría”, lo que hace que pensemos en el uso de las palabras y la toma de decisiones. Aquí, el término describe el trabajo que es claramente práctico aunque espiritual en todo el sentido teológico (Éx 28:3; 31:3, 6; 35:26, 31, 35; 36:1-2).

El amplio rango de actividades de construcción en este pasaje ilustra, aunque no completamente, lo que implicaba esta labor en el antiguo Cercano Oriente. Ya que Dios las inspiró, podemos pensar con seguridad que Él deseaba estas actividades y que las bendijo. Pero, ¿en realidad necesitamos textos como estos para estar seguros de que Dios aprueba estas clases de trabajo? ¿Qué hay de las habilidades relacionadas que no se mencionan? De alguna forma graciosa, si el tabernáculo hubiera necesitado un sistema de aire acondicionado, podemos creer que Dios habría dado planos para uno bueno. Robert Banks recomienda sabiamente que, “En los escritos bíblicos, no debemos interpretar comparaciones con el proceso [moderno] de construcción de una manera demasiado estricta o propia de un trabajo en especial. Esto se puede realizar en ocasiones, pero no en general”.[4] El punto aquí no es que a Dios le interesen más ciertos tipos de trabajo que otros; la Biblia no tiene que nombrar todas las ocupaciones nobles para que las veamos como algo piadoso. Así como las personas no fueron creadas para el Sabbath sino que el Sabbath fue creado para las personas (Mr 2:27), la construcción y las ciudades también son creadas para las personas. La ley que dictaba que las casas antiguas fueran construidas con un muro protector alrededor de la azotea (Dt 22:8) ilustra el interés de Dios por la construcción responsable que verdaderamente atiende y protege a las personas. Que el Espíritu les otorgara habilidades a los trabajadores del tabernáculo representa que a Dios le importaba este proyecto en particular para estos propósitos particulares. Con base en esta verdad, la lección permanente para nuestro trabajo hoy día es que cualquiera que sea el trabajo que Dios encomienda, Él no lo deja en nuestras manos no cualificadas. Las formas en las que Él nos equipa para hacer Su trabajo pueden ser tan variadas como las tareas que nos da. En la fidelidad divina, los dones espirituales que Dios nos da nos fortalecerán mientras hacemos el trabajo de Dios hasta el final (1Co 1:4-9). Él nos provee todas las bendiciones en abundancia para que podamos compartir abundantemente en toda buena obra (2Co 9:8).

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Victor Hurowitz, “The Priestly Account of Building the Tabernacle” [El relato sacerdotal de la construcción del tabernáculo], Journal of the American Oriental Society [Revista de la sociedad americana oriental] 105 (1985): 22. La palabra tavnit describe la forma tridimensional de los ídolos (Dt 4:16-18; Sal 106:20; Is 44:13), una réplica de un altar (Jos 22:28; 2R 16:10) y la forma de manos (Ez 8:3, 10; 10:8).

Raymond B. Dillard, 2 Chronicles [2ª de Crónicas], vol.15, Word Biblical Commentary [Comentario Bíblico de la Palabra] (Dallas: Word, 1998), 4-5.

Robert Banks, God the Worker: Journeys into the Mind, Heart, and Imagination of God [Dios el Trabajador: Una travesía por la mente, el corazón y la imaginación de Dios] (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2008), 349.