El trabajo de Dios para redimir a Israel (Éxodo 5:1-6:28)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En el libro de Éxodo, Dios es el trabajador principal. La naturaleza y el propósito de ese trabajo divino establecen la agenda para el trabajo de Moisés, y por medio de él, el trabajo del pueblo de Dios. El llamado inicial de Dios a Moisés incluía una explicación del trabajo de Dios, lo que llevó a Moisés a hablarle a Faraón en nombre del Señor diciendo, “deja ir a mi pueblo” (Éx 5:1). La respuesta negativa de Faraón no fue simplemente verbal, sino que oprimió a los israelitas más fuertemente que antes. Para el final de este episodio, incluso los mismos israelitas se habían puesto en contra de Moisés (Éx 5:20-21). Es en este punto crucial que Dios aclaró el diseño de Su trabajo, en respuesta al cuestionamiento de Moisés acerca de todo el proyecto. Lo que leemos aquí en Éxodo 6:2-8 no solo le concierne al contexto inmediato de la opresión de Israel en Egipto, sino que también enmarca una agenda que abarca todo el trabajo de Dios en la Biblia.[1] Es importante que todos los cristianos seamos claros acerca del alcance del trabajo de Dios, porque esto nos ayuda a entender lo que significa orar que venga el reino de Dios y que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo (Mt 6:10). El cumplimiento de estos propósitos es asunto de Dios. Para lograrlo, Él involucrará a todo Su pueblo, no solamente a aquellos que hacen trabajos “religiosos”. Entender más profundamente el trabajo de Dios nos equipa para que consideremos mejor tanto la naturaleza de nuestro trabajo, como la forma en la que Dios quiere que lo hagamos.

Con el fin de apreciar mejor este texto clave, vamos a hacer algunas observaciones breves acerca de él y después propondremos cómo es relevante para la teología del trabajo. Después de una respuesta inicial de confortación a la pregunta acusatoria de Moisés acerca de la misión de Dios (Éx 5:22-6:1), Dios enmarca su respuesta más extensa con las palabras “Yo soy el Señor” al comienzo y al final (Éx 6:2, 8). Esta frase clave demarca el párrafo y le da al contenido una prioridad alta especial. Los lectores deben ser cuidadosos de notar que esta frase no comunica lo que es Dios en términos de un título, sino que revela el propio nombre de Dios y por lo tanto, habla de quien Él es.[2]Él es el Dios que hace pactos, que cumple Sus promesas, quien se apareció a los patriarcas. Por lo tanto, el trabajo que Dios está a punto de hacer por Su pueblo está fundamentado en las intenciones que Dios les ha expresado, que concretamente son multiplicar los descendientes de Abraham, engrandecer su nombre y bendecirlo para que por medio de Abraham, Dios bendijera a todas las familias de la tierra (Gn 12:2-3).

Entonces, el trabajo de Dios se presenta en cuatro partes. Estos cuatro propósitos redentores de Dios reaparecen de varias maneras a lo largo del Antiguo Testamento e incluso le dan forma a la obra cumbre del trabajo redentor de Dios en Jesucristo. Primero está el trabajo de liberación. “Os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios, y os libraré de su esclavitud, y os redimiré con brazo extendido y con juicios grandes” (Éx 6:6). En esta labor de liberación está inherente la verdad directa de que en el mundo hay diversas formas de opresión. A veces usamos la palabra salvación para describir este trabajo de Dios, pero debemos tener cuidado de no interpretarlo como que somos rescatados de la tierra y llevados al cielo (y tampoco de la materia al espíritu) o simplemente como el perdón de pecados. El Dios de Israel liberó al pueblo entrando a su mundo y efectuando un cambio “sobre su terreno”, para decirlo de alguna manera. Éxodo no solo muestra que Dios liberó a Israel de Faraón en Egipto, sino que también pone las bases para que el rey mesiánico, Jesús, libere a Su pueblo de sus pecados y venza al diablo, el mayor tirano (Mt 1:21; 12:28).

Segundo, el Señor formará una comunidad piadosa. “Y os tomaré por pueblo Mío, y Yo seré vuestro Dios” (Éx 6:7a). Dios no liberó a Su pueblo para que ellos pudieran vivir como quisieran, ni los liberó como individuos aislados. Él quiso crear una comunidad cualitativamente diferente en la que Su pueblo viviera con Él y convivieran unos con otros en fidelidad al pacto. Todas las naciones en los tiempos antiguos tenían sus “dioses”, pero la identidad de Israel como el pueblo de Dios implicaba un estilo de vida de obediencia a todos los decretos, mandatos y leyes de Dios (Dt 26:17-18). Cuando estos valores y acciones empaparan su trato con Dios y con otros (incluso aquellos que no hacían parte del pacto), Israel demostraría cada vez más lo que significa genuinamente ser el pueblo de Dios. De nuevo, este fue el contexto para que Jesús construyera su “Iglesia”, no una estructura física de ladrillo o piedra, sino una nueva comunidad con discípulos de todas las naciones (Mt 16:18; 28:19).

Tercero, el Señor establecerá una relación permanente entre Él y Su pueblo. “Sabréis que Yo soy el Señor vuestro Dios, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios”. (Éx 6:7b). Todas las demás declaraciones de los propósitos de Dios comienzan con la palabra Yo, excepto esta. Aquí, el enfoque está en ellos. Dios quiere que Su pueblo se relacione con Él con certeza, con aquel que los rescató con Su gracia. Para nosotros, el conocimiento parece prácticamente equivalente a la información. El concepto bíblico del conocimiento abarca esta noción, pero también incluye experiencias interpersonales de conocer a otros. Decir que Dios no se dio a “conocer” a Sí mismo como “SEÑOR” a Abraham, no significa que Abraham no fuera consciente del nombre divino “YHWH” (Gn 13:4 21:33). Esto significa que Abraham y su familia no habían experimentado personalmente el significado de este nombre como una descripción de su Dios, el que cumple sus promesas, quien pelearía a favor de Su pueblo para liberarlos de la esclavitud a escala nacional.[3] En última instancia, esto lo retoma Jesús, cuyo nombre “Emanuel” significa “con nosotros”, en relación (Mt 1:23).

Cuarto, Dios quiere que Su pueblo experimente la buena vida. “Y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré por heredad” (Éx 6:8). Dios le prometió a Abraham la tierra de Canaán, pero no es correcto simplemente decir que esta “tierra” es equivalente a nuestro concepto de “región”. Es una tierra de promesa y provisión, que se describe común y positivamente como una que “mana leche y miel” (Éx 3:8), lo que resalta su naturaleza simbólica como un lugar en el cual viven Dios y Su pueblo en condiciones ideales, algo que entendemos como la “vida abundante”.[4]  Una vez más, vemos que el trabajo de Dios de salvación es un modo de reparar toda Su creación: el ambiente físico, las personas, la cultura, la economía, todo. Esta también es la misión de Jesús al poner en marcha la venida del reino de Dios, en donde los mansos heredan la tierra y experimentan la vida eterna (Mt 5:5; Jn 17:3).[5] Esto se completa en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. De esta manera, Éxodo define el camino para todo el resto de la Biblia.

Consideremos la forma en la que nuestro trabajo en la actualidad puede expresar estos cuatro propósitos redentores. Primero, la voluntad de Dios es liberar a las personas de la opresión y las condiciones dañinas de la vida. Algunos de esos trabajos rescatan a las personas de los peligros físicos, y otros se concentran en mitigar el trauma físico y emocional. El trabajo de sanar impacta a las personas de forma individual; aquellos que crean soluciones políticas para nuestras necesidades pueden bendecir sociedades enteras y diversos tipos de personas. Los trabajadores del campo del orden público y el sistema judicial deben contener y castigar a aquellos que hacen el mal, proteger a las personas y preocuparse por las víctimas. Dada la magnitud extendida de la opresión en el mundo, siempre habrá múltiples oportunidades y medios para trabajar en pro de la liberación.

El segundo y el tercer propósito (comunidad y relación) están estrechamente relacionados. El trabajo piadoso que favorece la paz y la verdadera armonía en el cielo enriquecerá la misericordia y la justicia en la tierra. Este es el punto esencial del discurso de Pablo a los corintios: por medio de Cristo, Dios nos reconcilió consigo mismo y así nos dio el mensaje y el ministerio de la reconciliación (2Co 5:16-20). Los cristianos hemos experimentado esta reconciliación y por lo tanto, tenemos la motivación y los medios para hacer esta clase de trabajo. El trabajo del evangelismo y el desarrollo espiritual cumple con una dimensión del tema; el trabajo de la paz y la justicia cumplen con el aspecto interpersonal. En esencia, los dos son inseparables y aquellos que trabajan en estos campos hacen bien al recordar la naturaleza holística de lo que Dios está haciendo. Jesús enseñó que somos la luz del mundo y por esa razón debemos dejar que nuestra luz brille delante de otros (Mt 5:14-16).

Construir relaciones y comunidad puede ser el objetivo de nuestro trabajo, como es el caso de los organizadores comunitarios, las personas que trabajan con jóvenes, directores sociales, planeadores de eventos, gestores de comunidades digitales, padres y miembros de familias, y muchos más. Pero estos aspectos también pueden hacer parte de nuestro trabajo, no importa la ocupación que tengamos. Día a día cumplimos estos dos propósitos del trabajo cuando le damos la bienvenida y ayudamos a los trabajadores nuevos, al preguntar y escuchar a los demás cuando hablan sobre temas relevantes, cuando nos tomamos el trabajo de conocer a alguien en persona, cuando enviamos una nota de ánimo, al compartir una foto memorable, al traer buena comida para compartir, cuando incluimos a otra persona en una conversación o con otros de los múltiples actos de camaradería.

Finalmente, el trabajo piadoso promueve la buena vida. Dios guio a Su pueblo a salir de Egipto y entrar en la tierra prometida, donde podían establecerse, vivir y desarrollarse. Aun así, lo que Israel experimentó allí fue algo muy diferente a lo que era lo ideal para Dios. De igual forma, lo que los cristianos experimentamos en el mundo tampoco es ideal. La promesa de entrar al descanso de Dios sigue abierta (Heb 4:1) y todavía estamos esperando el nuevo cielo y la nueva tierra. Sin embargo, muchas de las leyes del pacto que Dios dio por medio de Moisés tienen que ver con el tratamiento ético de los unos con los otros. Es determinante entonces que la bendición de Dios se dé en la forma en la que vivimos y trabajamos con otros. Visto desde el lado negativo, ¿cómo podemos esperar de forma razonable que todas las familias de la tierra experimenten la bendición de Dios a través de nosotros (el pueblo de Abraham por medio de la fe en Cristo), si nosotros mismos ignoramos las instrucciones de Dios sobre cómo vivir y hacer nuestro trabajo? Como afirmó Christopher Wright, “tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios está llamado a ser luz para las naciones, pero no puede haber luz para las naciones si no brillan las vidas transformadas de un pueblo santo”.[6] Por tanto, queda claro que esta clase de “buena vida” no tiene nada que ver con una prosperidad egoísta y desmesurada ni con el consumo ostentoso, ya que abarca el espectro amplio de la vida como Dios quiere que sea: llena de amor, justicia y misericordia.

Elmer Martens, God’s Design: A Focus on Old Testament Theology [El diseño de Dios: un enfoque en la teología del Antiguo Testamento], 3ª ed. (Grand Rapids: Baker, 1994). Esta sección se encuentra después del análisis de Martens del esquema de cuatro partes del diseño de Dios.

Algunas versiones de la Biblia en inglés y español tienen la convención de usar la palabra “SEÑOR” (en letras mayúsculas pequeñas como distinción de la palabra “Señor”) para representar el nombre Hebreo de Dios, YHWH.

La literatura en la teología del Antiguo Testamento en este punto es inmensa, tanto en alcance como en profundidad del análisis. Esto es entendible, dada la importancia fundamental de la autorrevelación de Dios. Proporcionar incluso un resumen de los asuntos y enfoques para este tema excede el alcance de este artículo. Para una discusión idónea de lo que está en juego y un mayor entendimiento de la posición que se toma en este artículo, consulte Bruce K. Waltke y Charles Yu, An Old Testament Theology: An Exegetical, Canonical, and Thematic Approach [Una teología del Antiguo Testamento: Un enfoque exegético, canónico y temático] (Grand Rapids: Zondervan, 2007), 359-69.

Elmer A. Martens, God’s Design: A Focus on Old Testament Theology, 3rd ed. (Grand Rapids: Baker, 1994), 10.

Para más información sobre la tierra en el Nuevo Testamento, consulte Waltke y Yu, 558-87.

Christopher J. H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative [La misión de Dios: Descubriendo el gran mensaje de la Biblia] (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2006), 358.